sábado, 26 de marzo de 2022

Legión Viajera. Un nuevo recorrido.


 LEGIÓN VIAJERA. Un nuevo recorrido.

 

A finales del 2021 Samuel B. Morales nos regaló La Legión Viajera, libro de 159 páginas en las que plasma la experiencia vivida en el 2019 cuando decidió salir con su motocicleta desde la ciudad de Oaxaca para realizar el recorrido de la Baja California sin otra compañía que sus pensamientos. A sus 45 años y con la experiencia de un previo viaje hasta la Patagonia quince años atrás que quedarían plasmados en su libro Al final del Pavimento, Samuel arranca  otra vez.

 


   Se trata de un libro testimonial que aborda desde sus primeras líneas la experiencia de ser un migrante hasta la obstinación, un migrante que mira a su alrededor en busca de otros que han seguido pasos semejantes: mudar de ciudad, de país, de continente…

 

   El itinerario estuvo bien trazado: salir de Oaxaca con la motocicleta, hacer un largo recorrido por el Estado de México, continuar hacia Guadalajara y embarcar en el puerto de Mazatlán donde conductor y motocicleta desembarcarían en La Paz, Baja California. Allí empezaría el recorrido por la ruta trazada. 

 

   Al pasar las páginas nos damos cuenta que se trata de una vivencia personal, no solo del viaje sin más, va más allá, en una suerte de ascetismo interior y exterior, Samuel nos dice abiertamente:

 

A diferencia de otros, mi estilo va en retroceso: en lugar de comodidad, quiero salir de ella; en lugar de seguridad, quiero espacios para acampar, el alojamiento de amigos de los amigos, de desconocidos; a cambio de una buena cama, busco gozar de mi carpa y dormir en la arena. Me conformo con sentir el viento en la cara al despertar, me interesa no saber a dónde ir, el estrés de llegar a una ciudad de noche, cruzando sus calles oscuras y solitarias. Vivir. (página 17)

 

Desde las primeras páginas, nos advierte el autor de su deseo por establecer contacto directo con los demás, “con personas de carne y hueso” como él mismo lo confirma, para conocer espacios físicos nuevos, geografías diferentes, personas desconocidas, sensaciones, gustos… sin reservaciones, ni bitácoras preestablecidas. Era un siete de enero del 2019.

 

  A medida que nos adentramos en sus páginas nos encontramos con la alternancia de su viaje, mezclado con historias de viajeros, migrantes como él que enriquecen el relato central. Ahí está la convivencia con Rob, la primera persona que lo recibió en su casa, donde pasaría la noche y algunas más. El anfitrión, un personaje más que interesante, digno de admiración, es un hombre cuadrapléjico, a consecuencia de un fatal accidente ocurrido años atrás, lo recibió en su casa. El diálogo se logró gracias a que Rob podía escribir mensajes de texto desde su celular. Empezó entonces una comunicación franca y amena que los unió por un par de días y que nos deja, a nosotros lectores, una lección de valentía y tenacidad al ver a un hombre reducido a la ayuda de terceros para sobrevivir, con su dignidad intacta. El amor por la vida no se ha perdido en él.

 


   El libro está habitado de paréntesis, a modo de historias de otros migrantes con los que Samuel se ha cruzado en los últimos años; una de las más interesantes sería su encuentro con Felipe, oriundo de Oaxaca, que salió de su tierra en la adolescencia. A Felipe lo conoce en una cantina toluqueña. En ese momento, a sus cincuenta y tantos años, Felipe es bolero, pero ha sido albañil, carpintero, cocinero…lo que sea necesario. Estableció un largo diálogo con Samuel donde hace alarde de sus lecturas, vivencias y recorridos por el mundo. El relato resulta ameno, desconcierta encontrar a un hombre culto y curtido por la vida viviendo en una indigencia económica que lo orilla  a una vida de privaciones y dificultades sin fin.

   

  El tercero es uno de los capítulos más interesantes y divertidos. Después de alejarse de San José del Cabo, y en plena ruta la motocicleta se detuvo, “como presa de un súbito infarto” según nos cuenta Samuel. La continuación del relato está salpicado de ires y venires de motorizados que, en solidaridad absoluta, se detienen a ayudarlo, a salvarlo de quedarse en el naufragio de la carretera a solas. Fueron tantos los motosos solidarios que la avería se convirtió en una pequeña fiesta de cervezas en mitad del camino.

 

   El libro se traduce en  encuentros con personajes no solo interesantes, sino cargados de una calidad humana que nos anima a seguir creyendo en el ser humano, a pesar de todo. Entre otros recursos, vemos la utilidad del Couchsurfing,   ya hoy muy utilizado y conocido y al que el mismo Samuel se había unido años atrás. Gracias a esto pudo alojarse en varias ocasiones con gente generosa que lo practicaba desde años atrás y que lo recibió en sus hogares.

 

   El extenso recorrido nos muestra a un intérprete acucioso de cartografías nacionales, siempre hay un mapa de por medio que ha sido leído en clave de ruta. Junto a él, nos encontramos con reflexiones profundas sobre el país, visto desde una nueva perspectiva, abarcadora de la totalidad. Samuel nos dirá a propósito de Hermosillo:


Estoy seguro que en Hermosillo me acerqué por primera vez al “otro”  noroeste mexicano: el que niegan los que hablan del norte pujante y del sur perezoso, los que tontamente dividen al país en sus estereotipos. En el norte, el narco es también un trabajo, una posibilidad y una oportunidad de vida. No, no lo justifico, solamente lo saco a flote: así como deberíamos de ver que también existe el país de los que hacen fraude, de los que roban, de los que ayudan, o los que creen en algo distinto a lo que nosotros pensamos. (páginas: 116-117).

 

La ruta de regreso pasa de nuevo por Guadalajara para continuar al Estado de México, a Toluca, su ciudad natal. De allí la vuelta a Oaxaca como conclusión de su viaje. Este más corto que el de la Patagonia pero no menos enriquecedor, desde lo humano, lo sociológico y también, por qué no, lo turístico.

 

   La palabra griega Eudaimonía significa “el buen espíritu” que también se ha traducido y entendido como la felicidad. Aristóteles y Platón lo manejaban con frecuencia en sus disquisiciones filosóficas. Ese “buen espíritu” se encuentra en las páginas de este libro que, con los hechos narrados, visualiza la capacidad de un ser humano de alcanzarlo. Se trata del afán, del querer siempre intentarlo, como lo ha venido haciendo Samuel sin descanso.[i]

 

 

 

   

   

 



[i] El libro impreso, además, nos regala constantemente códigos QR que, al ser identificados, nos remiten a videos realizados por el autor a lo largo de la travesía.

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