viernes, 10 de mayo de 2013

Discursos del narcotráfico



LA INVERSIÓN DE LOS VALORES: DEL CRIMEN A LA CELEBRIDAD. LAS HEROÍNAS DEL NARCOTRÁFICO


Introducción:
 Desde hace unos años he  investigando sobre las expresiones discursivas del narcotráfico en México. Como es de todos sabido cuando en el año 2000 el ex presidente Vicente Fox declarara la guerra al narcotráfico sin haber diseñado una estrategia de inteligencia adecuada, se desencadenó una de las más cruentas guerras que ha vivido México en su última década. Y utilizo la palabra guerra porque además de ser la expresión que se endilgaría años después el también ex presidente Felipe Calderón para referirse al fenómeno de lucha contra el narcotráfico, este ha causado tal cantidad de víctimas –llevamos un aproximado de 70 mil- que el sustantivo  le calza a la perfección para describirlo. Los enfrentamientos de los cárteles entre sí, las luchas por el dominio geográfico de sus espacios para el contrabando y trasiego de estupefacientes, las frontales contiendas entre estos y los militares, que improvisan retenes con los rostros cubiertos y sin ninguna identificación oficial, ha generado la terrible matanza de civiles y víctimas inocentes. Por todo ello los discursos del narcotráfico se han multiplicado en muy diversos modos de expresión.
   Del narco-corrido, de larga data y con raíces muy antiguas –recuérdese la ebullición que en la época de la revolución tuvo el corrido popular-, pasando por las novelas cuyo tema central es el mundo del narco, el sicariato, el contrabando al mayoreo y menudeo…y que a partir del año 2000 cuenta con una gran productividad traducida en ventas masivas de sus tirajes editoriales. De todo ello, de lo que ya he investigado y escrito,  pretendo detenerme en la crónica, uno de los géneros periodísticos que más atención le ha dado a la problemática y que, a mi juicio, es el discurso que arroja una mirada de conjunto más completa: ve  con sensibilidad a personajes satanizados por el  sistema; rescata sus miserias y también su humanidad. No  son  para ellos  solo delincuentes; los periodistas hablan de personas con historias tristes, con vidas acaloradas y trágicos destinos.

La pertinencia literaria de la crónica
   Antonio Cándido califica a la crónica contemporánea de “literatura a ras de suelo”. La discusión en torno a la pertinencia de verla como un discurso más cercano a la literatura que al periodismo se ha acentuado en las últimas décadas y se inclina a la incorporación del género al espectro de lo literario. Martín Caparrós habla de “literaturizar el periodismo”; muchos cronistas ven que, efectivamente, la línea que ubicaba a la crónica como únicamente periodística se ha ido desdibujando en la medida en que el narrador no se limita a contar hechos con el rigor de la objetividad exigida por las noticias. El cronista va más allá, es testigo y puede ser también el investigador que reconstruye hechos y dichos de quienes habla. El cronista traduce el mundo no solo como espectador; se involucra en él y lo representa con una mirada subjetiva y, en consecuencia, también comprensiva de lo que presenta a través de las palabras.  
   Puede recurrir a las entrevistas como instrumento de acercamiento a la historia y a sus protagonistas. Estas no son un método de rescate de la objetividad pues el periodista ignora si el entrevistado habla verazmente, pero sí permite que quien escribe se involucre en la experiencia y acerque a los lectores al asunto desde una variedad amplia de rutas.  Una de ellas sería el entrelazamiento de lo contidiano con el acontecimiento extraordinario que se está narrando. Es una manera de retratar la vida tal como ella es: lo banal va de la mano de lo trascendente. Tal combinación da pie a cierto grado de ficcionalización que el cronista se permite y que recrea las historias y a sus personajes.  Hace uso de lo que el escritor Mario Szichman llama “la mirada del narrador”.Es decir, se asume como narrador-escritor, no como mero comunicador de hechos o noticias.
   En este tenor revisé crónicas de dos escritores- cronistas- periodistas que se han dado a la tarea de escarbar en el mundo del narco:  Julio Sherer García y  Víctor Ronquillo. Ambos han dedicado buena parte de su obra escrita al tópico. Me llamó la atención  el protagonismos que han adquirido las mujeres vinculadas o inmersas en este mundo en ambos escritores.  Me centraré entonces en la figura polémica de Sandra Ávila Beltrán, mejor conocida como La Reina del Pacífico, detenida el 28 de septiembre del 2007 en un aparatoso operativo de seguridad del que se hizo alarde a través de los medios.  Los dos periodistas han dedicado su atención al personaje desde ópticas muy diferentes aunque ambos parecieran escribir sobre ella en el discurso con características propias de la crónica; nuestro interés será establecer en qué medida el género se desarrolla limpiamente y cuánta pertienencia tiene con el discurso literario.

Los periodistas:
Víctor Ronquillo tiene formación universitaria; hizo su licenciatura en la UNAM, Facultad de Filosofía y Letras,  en Filología, sin embargo ha dedicado casi toda su carrera profesional al periodismo. Se le define como cronista, periodista y literato. Esto último dicho por él mismo en entrevista concedida al periódico La Jornada el 3 de Junio del 2009, a propósito de la publicación del tercer libro de una trilogía en la que se incluye la obra que acá analizaremos, La Reina del Pacífico y otras mujeres del narco publicada por la editorial Planeta en 2008. A esta se añaden en 2009 Sicario, diario del Diablo y Un corresponsal en la guerra del narco .
   Ronquillo ha trabajado e investigado no solo el mundo del narcotráfico sino todo aquello que tiene que ver con violencia social, y que se convierte en verdaderas epidemias de muerte y destrucción.  El libro señalado está divido en capítulos independientes pues en cada uno se estudia a una mujer distinta; el punto tangencial estará en que todas emergen de escenarios  turbulentos donde campea la delincuencia o la pobreza extrema, que a su vez será la causa de los trágicos desenlaces de sus vidas. El escritor habla de compromiso social, la denuncia pretende de alguna manera rescatar lo humano de quienes han caído o han sido calificados de antisociales.
   Estas afirmaciones explicarían un poco el tono del texto que vamos a comentar. Con el títúlo de “La caída de la reina” el escritor  sitúa el relato en el momento en que es aprehendida Sandra Ávila Beltrán, conocida mundialmente como la Reina del Pacífico.  Ubica el escenario en la mansión que le ha sido incautada; el foco de atención estará en la descripción del personaje:
Si el lugar donde vivimos nos retrata, la imagen de quien erigió la fastuosa Quinta Las Delicias es el de una mujer madura, de sofisticada belleza, producto de cirugías, tintes y los más caros afeites. De largo cabello negro, una quimera ensortijada para sus amantes. Tiene la piel trigueña, suave al tacto, y el rostro trastocado por una operación de nariz que convierte lo que fue una dulce expresión en una mueca torcida. (2008, 14)
Los adjetivos con los que describe físicamente a la mujer están impregnados de una atmósfera ficcional en la que se pretende dibujarle un tono entre exótico e impositivo. Al final del artículo, el periodista aclara que conoció a Sandra Ávila a través de las pantallas de televisión, nunca tuvo una entrevista directa con ella y sin embargo, es capaz de relatar:
Es de noche, el tiempo transcurre con lentitud. Nunca se ha sentido tan sola, tan incomunicada, inmóvil en la vana espera de que esto termine pronto, preguntándose por qué la vida le ha dado el más desafortunado de los reveses. (2008, 16)
 El relato no solo habla de la estadía en la cárcel de la implicada; el narrador retrocede a los días previos en que el único hijo de Sandra Ávila fue secuestrado; los delincuentes pidieron un rescate millonario,  5 millones de dólares, según el autor. Las gestiones que realizó la reina del Pacífico la exibieron frente a las autoridades que le tendieron una emboscada para su captura final.  A pesar que Ronquillo insinúa[1] que tuvo que investigar con fuentes fidedignas la información, -fuentes a las que además debió por lo menos ofrecer una comida- es decir, que está dando datos fehacientes, el elemento ficcional prevalece sobre lo aparentemente objetivo y convierte el relato en un pastiche que no es ni crónica ni  ficción. Tratándose de figuras de la actualidad,-Sandra Ávila sigue presa, evitando la extradición a Estados Unidos- el uso de la ficción debe aplicarse con sutiliza y con honestidad.  Cuando la ficción se impone, y no se advierte que es un texto de esta índole, el documento se convierte en un híbrido de difícil definición.
   El estilo que presenta Ronquillo en el libro que nos ocupa no es una novedad en su prosa. En un artículo publicado por José Manuel García García  el miércoles 23 de marzo del 2005, intitulado “Las muertas de Juárez de Víctor Ronquillo: el morbo de la razón cínica”, a propósito de la publicación de un libro de Ronquillo sobre las muertas de Juárez, el crítico  acusa al escritor de inventar, literalmente, datos e incluso entrevistas a los familiares de las muertas. Según el autor , para su investigación había pasado cinco años viviendo en Ciduad Juárez, cosa que José Manuel García cuestiona e incluso acusa de falsedad:
La editorial Planeta recién publicó una nueva edición de “Las muertas de Juárez” de Víctor Ronquillo. El libro es un buen ejemplo del periodismo snuff o la pornoviolencia descriptiva. Ronquillo omite nombres, apellidos, se equivoca en las cifras, los datos, las fechas. Y ha mentido a la prensa: no ha estado en Ciudad Juárez por espacio de 5 años, no ha enrevistado a 187 familias de las desaparecidas, no le dio crédito a muchos de los reportajes tomados de Diario- Internet  y sí consultó fuentes oficiales.

Esta información que de nuevo salió publicada el día 25 de abril del 2013, retoma el artículo  de 2005 por el periódico ALMARGEN, periodismo de Investigación, Medios y Literatura. Las críticas al poco profesional modo de investigar de Ronquillo no están ahora en discusión en este texto, sin embargo son un aviso de la posible desconfianza que, en nuestro caso, y a propósito de la reina del pacífico, nos constituye. El uso de lo ficcional opaca la credibilidad de la información vertida.  Esta sería pues un ejemplo de crónica-ficción poco recomendable.
   Al otro extremo tenemos a Julio Sherer García; veterano profesional del periodismo, dueño de una prosa fluida con abundantes expresiones estéticamente hermosas. Sherer sí entrevistó a Sandra Ávila. De las largas horas de entrevista saldría el libro La Reina del Pacífico: es la hora de contar  publicado en 2008 por la editorial Grijalbo Actualidad. En la obra se trascriben no solo las conversaciones entre periodista y reclusa, se narran también situaciones difíciles y agradables vividas en esas horas y se hace un recuento más o menos extenso de la vida de la detenida. De los vaivenes de violencia y fatalidad a los que se vio sometida desde niña por proceder de una familia con raigambre en el narcotráfico. Padres, abuelos, tíos, primos han formado parte de cárteles con décadas de existencia.  Julio Sherer no esconde su admiración por Sandra Ávila. Así describirá el primer encuentro:
Vestida con el obsesivo color de las internas en proceso, café claro, se adentró en el salón, pausada, los pasos cortos. Tomó la iniciativa y nos saludó de mano, uno a uno. La miré a los ojos oscuros, brillantes, suave la avellana de su rostro. Me miró a la vez, directa, sus ojos en los míos…El cabello, carbón por el artificio de la tintura, descendía libremente hasta media espalda y los labios subrayaban su diferencia natural: delgado el superior, sensual el de abajo. Observada de perfil, la cara se mantenía fiel a sí misma. De frente y a costa de la armonía del conjunto, un cirujano plástico había operado la nariz y errado levemente en la punta, hacia arriba. (2008, 12)

Es evidente la fascinación que la mujer despierta en el periodista, verdaderamente impresionado por su imponente figura y su aplomo personal. Hay pues una veta de narrador que sobresale y prioriza en el discurso el tono subjetivo que también es legítimo mostrar y que hacen de la crónica, de la entrevista un discurso más cercano al literario.      
   Igualmente en su libro  Historias de muerte y corrupción publicado por la misma Grijalbo e n 2011, retoma experiencias ya vertidas en libros anteriores pero con matices aún no contados. Algunos de ellos son los claro oscuros de la vida de Sandra Ávila en el reclusorio Santa Martha Acatitla en el que aún se encuentra. De nuevo en esas líneas habla más el ser  humano que el periodista riguroso. Sherer nos dirá:
La Reina del Pacífico  y yo conversábamos en la sala de juntas de la cárcel femenil de Santa Martha Acatitla. Nuestras reuniones ocurrían los viernes y en ocasiones agregábamos un día, los martes. Crecía entre nosotros una buena relación, de las que se sienten. A mí me interesaba su vida y ella estaba dispuesta a contarla
Gracias a la cercanía que propiciaron las horas de entrevistas, se abrió un fluido de simpatía y admiración que se tradujo en palabras de amabilidad y admiración hacia una mujer que ha convivido con los narcotraficantes más sanguinarios y más buscados del país.
   El libro de Sherer dio voz a Sandra Ávila en casi todas sus páginas; hay pues una obvia defensa de la protagonista sobre su vida y los por qués de sus acciones. Sea premeditado o inconscientemente se establece  con el lector un fino hilo que empuja  a sentir empatía con la acusada, llevando a una suerte de inversión de los valores. De victimario se convirtió en víctima de un sistema arbitrario que la acusó pocas horas después de su aprehensión.




Conclusiones
El presente trabajo se desarrolló desde una doble vertiente. Por una parte demostrar de qué manera la selección de un personaje controvertido para hablar de èl, estudiar su vida y comprenderla nos puede llevar, las más de las veces, a modificar la mirada que nos habían proyectado los medios y la sociedad. Sin afán de engañar, el autor que escribe sobre otras personas lanza vectores diferencias para que desde diversos ángulos entendamos muchos de sus actos. En consecuencia muchas veces se corre el riesgo de lo que titulé “la inversión de los valores”. No habiendo intencionalidad, el fenómeno ocurre y nos afecta. De cualquier modo, ver lo humano es también una manera de hacer lo humano.
   Otra de las motivaciones de la ponencia se centró en el estudio de textos que podrían clasificarse de crónicas y si estas podrían insertarse en el espectro literario. Obviamente que todo depende del discurso como tal. Creo que la primera conclusión a la que podemos llegar es a la necesidad de evitar generalizaciones. La crónica posee condiciones extraordinarias para plasmar lo inmediato, para hacerlo más perecedero. Puede urdir a través del lengaje tramas apasionantes y no por ello falsas. Sin embargo creo que el uso de la ficción en un discurso que no abandona lo periodístico debe estar atemperado y cuidadosamente dosificado para no perder el sentido de lo veraz, elemento esencial de un buen cronista.



  
  



[1] La Reina del Pacífico y otras mujeres del narco. 2008. Página 30.

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