miércoles, 29 de enero de 2014

Gaudeamus Igitur


 

Guadalupe Carrillo Torea

Gaudeamus Igitur/ Iuvenes dum summus

La semana pasada nos extendieron una invitación a los profesores de la facultad de Humanidades: el director saliente rendía su último informe de actividades y nos convocaba al acto. Los informes suelen ser aburridos, complacientes; quienes los leen asumen logros de quienes estamos allí como si fueran personales. Sin embargo este fue diferente. La apertura del acto estuvo amenizada por un grupo de voces que, a capela, cantaron el himno universitario internacional: El Gaudeamus Igitur. Quizás mi ánimo estaba en buena sintonía porque al oír el himno me sentí realmente conmovida; no solo por la alegría literal de la que allí se habla, ni tampoco por la bella melodía que la sostiene, era algo más. El reconocimiento a la universidad desde su ángulo más noble: la juventud, la generación de conocimiento, el valor de la educación superior que forma desde su universalidad.

Vivat Academia/ vivant profesores

Tantas veces pensamos que lanzar vivas al cielo solo se hace en los estadios de futbol, o en los conciertos multitudinarios. En esta ocasión le tocaba a la Academia, a quienes la humanizan y la enaltecen. He disfrutado por catorce años la experiencia universitaria en el lugar que realmente la salva de no convertirse en una maquinaria de burocracias. En ese devorador mundo que se llama papeleo, oficios, idas y venidas en oficinas, búsqueda de constancias para archivar lo intangible: la convivencia con los estudiantes, la transmisión no solo del conocimiento, también de la experiencia de lo que hemos ido siendo. Verlos vivir su frescura, sus años espléndidos, es para mí un privilegio rotundo. Ellos pasean su inquietud,  pero también el desasosiego al enfrentarse a ese futuro que apenas empiezan a construir.

   No solo hay alegría en los chicos, de pronto la tristeza se les empoza en la mirada. Esos son los rostros de una universidad pública que no discrimina por razones económicas. Es abierta, y  enseña a  quienes la construimos día a día a que  también aprendamos a serlo.

Alma mater floreat/ quae nos educavit

   Quien educa puede ser calificado de madre, de padre.  Incidir positivamente sobre la vida de otros que apenas arrancan es más que una gran responsabilidad, es  también suerte y salud. Las pesadillas burocráticas a las que nos someten cada vez más en la universidad empaña su raíz: convertirse en Alma Mater.

 

   Afortunadamente en esta ocasión me había equivocado en mi apreciación. El informe del director saliente fue un discurso equilibrado, lleno de gratitud para todos los que lo acompañaron en estos años frente a la dirección de la facultad. Se habló de ese “humanismo que transforma”, lema escogido por la nueva administración de Rectoría para definir a la Universidad Autónoma del Estado de México. Quiera la historia mostrarnos que el humanismo se imponga como paisaje, como timbre de voz, como vida.