sábado, 25 de mayo de 2013

Los judíos del Mar Dulce: Picaresca y esperpento

Guadalupe Isabel Carrillo


“Toda escritura es un palimpsesto de escrituras previas”
Mario Szichman

Los Judíos del mar dulce, novela de Mario Szichman,  reapareció en versión de Ebook en el 2013[i]. Se trata de una reescritura de la primera versión, publicada en 1971, que el autor reelabora de manera atinada sin deformar la novela inicial. La familia Pechof, de origen polaco y judío, vive en la Argentina peronista que presencia atónita la agonía y muerte de uno de los ídolos políticos más aplaudidos del siglo XX: Eva Perón.
La estructura argumental que presenta situaciones muchas veces dolorosas, va de la mano del guiño de la ironía que desacraliza y desmonta los mitos sociales e incluso políticos a los que se enfrentan. El autor, de  manera implícita, se ríe de sus personajes; la solemnidad con la que actúan se tropieza con una realidad tragicómica que no excluye a ninguno de los extremos: ni a la tragedia ni a la comedia. Natalio, el hermano que pretende ser intelectual sin lograrlo, va a una biblioteca pública en busca de material para escribir un ensayo sobre la razón; allí intercambia ideas con el bibliotecario que tiene su estantería llena de ejemplares del célebre libro que supuestamente había escrito Eva Perón: La Razón de  mi vida[ii]:
–Nunca encontrará algo más filosófico que La razón de mi vida– dijo el bibliotecario.
–Estoy totalmente de acuerdo con usted– dijo Natalio, quien creyó oír en una habitación cercana un chirrido, como el de un grabador al ser puesto en marcha. –Pero más allá de Santo Tomás de Aquino, y de Hegel, autores que la primera dama maneja a la perfección, querría darle un sesgo hacia el lado de Kierkegaard.
–La Señora se conoce a Kierkegaard de memoria– dijo el bibliotecario. –Basta leer el tercer capítulo de La razón de mi vida.
–Pero la Señora se centra en los últimos cuadernos, cuando ya la filosofía de Kierkegaard estaba en su máximo desarrollo– dijo Natalio. –Yo querría trabajar los primeros cuadernos. Me interesa más la filosofía en pañales–. Aunque Natalio nunca había visto un libro de Kierkegaard ni por los tapas, estaba seguro que cuando los filósofos empezaban a escribir, su ontología estaba en pañales. Recién después avanzaban en sus disquisiciones. Ciertamente los últimos cuadernos debían estar más desarrollados que los primeros, a menos que Kierkegaard hubiese sido un minusválido que se la pasaba reculando en sus conocimientos. (Página 241)

   La burla no solo alcanza a los personajes, también opera en el ambiente social y político de la Argentina de los años cincuenta que les tocó vivir. Los hermanos Pechof luchan con todas las armas que encuentran para salir adelante: serán estafadores si es necesario, como le ocurre a Jaime; o querrán hacerse pasar por niños que no crecen y que viven en la deformidad, como  Itzik, uno de los personajes cuya vida roza con la abyección, y que nos recuerda a los bufones de las cortes de las viejas monarquías europeas, o seres al borde de la demencia, como Salmen, que vive en el disimulo de mostrar que trabaja en la construcción inmobiliaria, aunque pasa los días contemplando el trabajo de los demás.  El autor construye arquetipos que nos recuerdan a la picaresca española, poblada de seres empecinados en sobrevivir a toda costa.
   La tónica esperpéntica con la que constantemente se presenta a los personajes, las situaciones absurdas que ellos mismos construyen, o las vilezas que los adornan, no son gratuitas. Responden a un pasado atribulado y a un presente sumido en las discontinuidades del peronismo, que se critica con la fina presencia de la burla y muchas veces del sarcasmo.
       Se trata de una novela en la que prevalece el diálogo como estilo elocutivo a través del cual vamos conociendo a sus personajes: los patriarcas de la familia, sus hijos, y los nietos. El uso del idisch  que salpica  las conversaciones de la familia sumerge al lector en la atmósfera del mundo judío, que es la dominante argumental. Cómo un grupo de personas ajenas a un país, a su cultura e incluso a su religión viven la experiencia del desarraigo, de la otredad que los muestra como seres distintos. Esas diferencias marcan la cotidianidad. Constantemente observamos un contrapunteo entre lo que los hermanos Pechof desearían que fuera su vida y la realidad que los confronta: la llegada a un país que los rechaza haciéndolos padecer una doble xenofobia: por ser extranjeros y por ser judíos que huyen de las garras del letal nazismo. Esto último incluso los ubica en una condición aún más débil: ser refugiados. La mayor parte de sus experiencias lleva, pues,  el sello de la hostilidad:



Al principio, los Pechof no tenían recuerdos tristes y creían que en el nuevo país habían abolido la melancolía de un domingo en la tarde, las siestas de las que uno  despertaba malhumorado, o los velorios de familiares muertos en progroms, sin las velas, sin las habitaciones prohibidas, o los deudos llorando en el suelo.
Pero al poco tiempo descubrieron que las burlas, morisquetas y nombres deformados no podían disolverse en la nueva lengua, o sonriendo con indulgencia, tratando de no entender. La hostilidad fue estrenada en segundo grado de la primaria, cuando la maestra informó que los judíos habían crucificado a Nuestro Señor y se fue refinando en las clases de reli­gión. Natalio y Jaime debían salir del aula cada vez que enseñaban religión y se la pasaban en el patio hasta la hora del recreo. Natalio era el más humillado. Espiaba con los ojos enrojecidos el aula de la cual había sido desalojado y se acordaba de la cara que ponía Itzik cuando los matones del grado le mojaban la oreja para desafiarlo. (p. 155)

La estructura novelística es otro de los grandes aciertos que encontramos en Los judíos del mar dulce. El prólogo y el final coinciden; Berele,  hijo de Natalio, está montando una película que represente la vida de los Pechof desde su salida de Polonia. Esta circularidad proyecta la sensación de continuidad, de vida que avanza  a pesar de los cambios, las pérdidas o los éxitos.
   Hay un trabajo de intertextualidad muy bien logrado: a la par de lo que ocurre en la novela, ésta se cuenta también a través del montaje de la película de Berele y de las notas a pie de página del diario de Natalio, que se descubre como una escritura paralela y fragmentaria. Más adelante encontraremos también un trabajo narrativo de la técnica de espejo cuando nos encontramos con  la otra familia Pechof, la pajuerana, que vive en el campo pero que,  a modo de espejo, se muestra con las mismas personalidades  de aquella que vive en la capital.
   El tono crítico que atraviesa la novela tiene la fortuna de mostrarnos a un autor de origen judío que se mira a sí mismo, a su entorno social y es capaz de señalar con honestidad sus fallas, sus derrotas y sus miserias. Como en el caso de Natalio, uno de los protagonistas, quien:

... podía entender fácilmente la culpa, porque vivía atragantado en ella, aunque era difícil descifrar ese rencor difuso que se transmitía por generaciones, y que afloraba en las situaciones más inesperadas. Esa había sido una de las grandes tragedias de la matanza nazi.. Todos esos rencores acumulados por una generación no habían podido disiparse debido a lo abrupto de esas millones de muertes. Las fosas comunes habían dejado demasiados rencores insepultos.

   La lectura de la novela nos arrastra al mundo judío, a su dolor, a su sufrimiento y a la suerte que corrieron muchos de sus miembros. Pero al mismo tiempo, la risa y la ironía pugnan por triunfar.
En el prefacio a su primera versión, el novelista argentino David Viñas escribió: “Szichman me hace pensar en otros escritores argentinos que trabajaron sobre el tema judío: Gerchunoff y Rozenmacher. Pero están las diferencias: porque si Gerchunoff se define por su lenguaje untuoso y espectacular cargado de arcaísmos sagaces y levemente irritantes (o Rozenmacher por su ademán elegíaco y crispado), Szichman se apoya en un rasgo mayor: su insolencia. No se queja Szichman, no. Agrede, se ríe, elude todo lo que suene a auto conmiseración, desacraliza mitos muy tiernos, densos, inhibitorios y va trazando una andadura narrativa ágil, lúcida y encarnada”.
Los Judíos del mar dulce es otra extraordinaria novela de Mario Szichman. La riqueza argumental se nutre de las técnicas narrativas novedosas. Y el sentido de humanidad, de comprensión hacia el hombre, conmueve y nos lleva a la reflexión.



[i] La novela circula en Amazon, Kobo, Barnes and Noble y Sony Reader.
[ii] La versión más plausible es que el libro fue escrito por el periodista español José María Penella da Silva, en base a apuntes proporcionados por Raúl Ménde, un funcionario peronista.