Guadalupe I Carrillo T
Hoy los
supuestos líderes políticos reprimen comportamientos, dictan directrices a seguir,
ejemplos dignos de sermones callejeros, pero les falta el ingrediente que le da
consistencia a aquello que podría sonar hueco: la autenticidad y la congruencia.
Nada legitima con mayor autoridad la vida de los seres humanos que la veracidad
de lo que viven, donde no se lastima al otro, donde la certeza es la consigna
inmediata que nunca se debilita, donde
podemos mostrar sin tapujos lo que somos o lo que queremos de nosotros.
El pueblo venezolano que hoy continúa en pie
de guerra me ha dado una gran lección. Pensé que los ideales terminaban cuando
tu vida o tu libertad corría peligro. Creí que hay límites para los riesgos;
que sobre todo se impone el instinto de supervivencia. Estaba equivocada. Mi
país está abarrotado de compatriotas blindados de convicción y de coherencia.
Hoy el TSJ de Venezuela rechazó la apelación
de los abogados de Leopoldo López quienes pedían su excarcelación inmediata.
María Corina Machado regresó de su viaje a Perú rodeada de diputados peruanos
que fungieron literalmente como escudos humanos para protegerla del
linchamiento que le ha urdido la Asamblea Nacional de mayoría chavista. Ambos
personajes son, o los han convertido, en héroes nacionales. De esa mitad de
nación que hace mes y medio grita con
ahínco su desesperanza entre avenidas y calles de todo el país. Sus voces son
heridas que supuran derrotas; hay una mueca generalizada que dice “hasta aquí”,
que no aguanta más.
Pero me detengo en estos héroes, los
visibles y los que han colocado en primera fila a pesar de su anonimato inicial.
Él preso; solitariamente preso. ¿Y el drama familiar? El niño de un año que
apenas tambalea sus primeros pasos; la pequeña que cree que su papá puede estar
de nuevo de gira; la esposa con el gesto irremediable de tristeza colmada. En
el chavismo no hay escrúpulos; Leopoldo López puede ser un nuevo Simonovis. La
eternidad empapela las paredes de las cárceles venezolanas.
María Corina todavía va y viene; ¿hasta
cuándo podrá hacerlo? ¿En qué segundo se detendrán las manecillas de ese reloj
que se llama “arbitrariedad chavista” para que su esperanza quede
confinada a cuatro paredes? Cualquiera
en su lugar habría impuesto la razón que avizora otros derroteros. Alternativas
como “me voy del país” o “la justicia es la gran ausente, buscaré otras
salidas, otros territorios libres; lucharé desde fuera”. No lo hacen. En ellos
no solo hay compromiso, hay una única opción y la tomaron hace ya años. Esa opción
se llama “futuro para Venezuela”. No han sido suficiente los golpes, las
descalificaciones públicas, la humillación machista que alguna vez dijo a María Corina que “águila no mata mosca”.
Ella irá al paredón de la injusticia con la frente en alto.
Lo mismo ocurre con nuestros estudiantes
caídos. O con esos que aún tienen aliento para decir: “no salgo de la calle;
prefiero luchar hasta morir”. Son muchachos que dejaron sus sueños derramados
en aceras y barricadas; sin atisbo de dudas, se mantendrá ahí quién sabe hasta
cuándo. La congruencia no solo tiene
trono hoy en Venezuela; tiene nombres y apellidos. Que nadie le amordace la
valentía; que esté ahí como un presente continuo, como un clamor sin fin.