“Nos
haces una falta sin fondo”
César
Vallejo
En
la madrugada del 25 de marzo -hace tres días- fallecía mi hermano Manuel
Antonio. Dos semanas atrás le habían celebrado sus 59 años de vida, en medio de
una situación de salud precaria, pero
sin pensar un desenlace abrupto. Sin embargo la velocidad alcanzó a la
esperanza. ¿Por qué madrugar para partir? ¿Por qué tan pronto el adiós? Son las
preguntas que repetidamente le hago a Manuel desde mi corazón.
Cuando muere un hermano, tan querido como
él, te das cuenta de lo que significa la fraternidad: compartir el reino del
afecto incondicional, habitar las coordenadas de la infancia, en esa misma
atmósfera donde padre y madre podrían ser el sol y la luna de tu vida. Forjar
la picardía juntos, en complicidad tácita, la que no necesita explicaciones.
Esas son algunas de las sensaciones que me brotan al pensar en él.
Manuel Antonio fue el líder de nuestros
juegos más remotos: el cantante del grupo que él mismo organizó, donde yo era
la bajista con mi raqueta de tenis y José María el baterista con cajas de
cartón y palitos extraídos de los ganchos de ropa. También fue el médico de
nuestras muñecas; yo la enfermera y José, el asistente.
La convivencia entre hermanos no solo
significa jugar o pelear. Va más allá; sin que te des cuenta, va perfilando tu
personalidad. Si el ríe a carcajadas, tú también. Si él es audaz, por qué tú
no. Si sabe trabajar en equipo, tú eres parte de ese gran grupo. A lo largo de
la vida tus gestos se parecen a los suyos; tu manera de amar coincide con él en la estridencia y en el deseo de
abrazar. Ser extrovertido, sociable, se convierte en forma de ser.
Fue un adolescente sano que lloraba a mares
frente a situaciones adversas, o pérdidas irreparables de otros, aunque se tratara
de películas. Cuando se publicó el filme “El Campeón” donde el niño pierde a su
padre boxeador en el cuadrilátero, Manuel lloraba desconsoladamente. Nos pedía
parar la película -que estaba en VHS- para desahogarse y luego continuarla; y
claro, seguir el llanto. Ser sentimental era inherente a su espíritu benévolo y
generoso.
Los años pasaron. Las hondas raíces que
hemos ido tejiendo entre los hermanos se convierten en nudos indivisibles. No
importa que vivamos en países distantes; tampoco que no nos veamos en años. Tu
hermano vive en ti; tu hermano es parte de ti.
Nos hicimos adultos, profesionales.
Construimos familias y quisimos continuar conversando la vida. Por ello
buscarnos se convirtió en consigna. Manuel y Carolina, su esposa, se fueron a San
Cristóbal y allí alargaron sus días, siempre juntos.
La personalidad de Manuel era un vendaval de
ternura, de alegría, de generosidad. Por ello cuando me hablaron de su muerte,
sentí que un trozo de mi pecho se desprendía. Recordé los versos de Miguel
Hernández, el gran poeta pastor, cuando le decía a su amigo Ramón Sijé: Hoy “…
siento más tu muerte que mi vida”. Esa es la descripción más exacta, más
contundente.
Recojo también los versos del gran maestro José
Martí cuando reflexionaba: “Yo quiero salir
del mundo/por la puerta natural:/En el carro de hojas verdes/a morir me han de
llevar/No me pongan en lo oscuro/a morir como un traidor/Yo soy bueno, y como
bueno/ moriré de cara al sol”. Sí, hermano, has muerto “de cara al sol”, con el
cariño profundo de todos los que te conocieron, con el recuerdo de tu
jovialidad infinita, con ese afecto avasallante que hoy abrazo conmovida.
Cuñada, me uno a los sentimientos por la partida de Manuel. También despedí a un hermano hace cinco meses y cuando un hermano muere una parte de uno mismo se ca con el. Y la vida juntos pasa como una película. He compartido mis últimos 34 años en esta familia y me siento parte de ella. Manuel sigue en nuestros corazones for éver
ResponderEliminarGuadalupe comprendo tus sentimientos por la trascendencia de tu hermano ha volado alto y de madrugada a la eternidad. Me hiciste recordar a María Inés. Hoy tuve su foto en mi mano.gracias por la vida de tu hermano. Un abrazo inmenso.
ResponderEliminarMe regocija tu sentir literario. Guao tremendamente profesional. Qué has leído Fhila Galo
ResponderEliminarQuerida Guadalupe, un abrazo cariñoso para tí y para mi querida Carmen Virginia.
ResponderEliminarSi amiga cuando se muere un hermano ae rompe un lado de los hermanos... yo lo pase con Aurelio hace 3 años ,que estudio con Manuel Antonio en los Salesianos... vuelvo a reiterar mi pesame a toda la familia que lo transmiti por medio de Carmen Virginia... un abrazo Guadalupe animo y a vivir de sus recuerdos... pues la pena no pasa nunca. Bsos Maria Eugenia
ResponderEliminarQue hermoso lo que escribes Guadalupe, te mando un abrazo y mi mas sentido pésame. Mejor descrito imposible, asi es el amor de hermanos!
ResponderEliminarQue linda la descripción “un vendaval de ternur, alegría y generosidad”. Así lo recordaremos todos. Bello escrito, fuerte motivo y lindos sentimientos. Dios lo tenga en la gloria. Catharina de Natale
ResponderEliminarUn beso querida "upe" .
ResponderEliminarHola Guadalupe, lo siento mucho. No sabía que estaba enfermo. Por favor, de parte de mi hermana Pili y mío recibir nuestro pésame y todo nuestro cariño. Sabemos lo que se siente al perder un hermano,ya que cuando falleció Aurelio, fue un verdadero golpe. Dale un abrazo a Carolina, que fue compañera mia en el colegio de las monjas. Un saludo para toda la familia.
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ResponderEliminarQuerida Guadalupe tus palabras, como diría Holderlin, brotan como flores de tu boca, la mejor ofrenda para despedir a tu hermano "bueno". Un abrazo sincero!!
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