Guadalupe I Carrillo
Torea
La revisión de
exámenes y la lectura de los avances de las tesis de posgrado son de las
actividades más pesadas que realiza un académico. Lo reconozco, nos sentamos
frente a los documentos y miramos el reloj cada dos minutos; pasamos las hojas
y contamos cuántas nos faltan, para confirmar que aún quedan muchas páginas sin
ser leídas, corregidas, asimiladas. Sin embargo este fin de semana tuve la
fortuna de leer una tesis de maestría sobre el cine documental, el cortometraje
de financiamiento alternativo que me proporcionó información valiosa que deseo
compartirles.
Me encanta el cine pero he leído poco sobre
sus entrañas, sobre los procesos de producción, financiación y edición. Por
ello la sorpresa fue mayor al encontrarme con los vínculos que se han creado
entre periodistas, cineastas del cortometraje documental y la sociedad. En el
año 2007 la periodista Marcela Turati, colaboradora de la revista Proceso y
autora de varios libros entre los que cuenta Fuego Cruzado inicia un
proyecto al que titula “Periodistas de a Pie”. Se trata de una organización que
ha logrado agrupar a unos 87 periodistas – el noventa por ciento mujeres- que
pretenden, según palabras de la misma Turati “Buscar la dimensión social en
cualquier tipo de suceso noticioso y ponerle rostro humano a la noticia”.
En su deambular como reportera que cubre
eventos muchas veces considerados “indeseables” por su raíz trágica, por su
vinculación con el narco o de la violencia social, Turati se convenció de
que ese mundo que debe denunciarse queda siempre en segundo plano. Los
titulares son acaparados por los políticos y los empresarios; lo que se
denuncia porque afecta a la sociedad con menos recursos, irá siempre en las
páginas interiores.
Cuando eres “periodista de a pie” y te has
tropezado una y otra vez con el dolor de muchos, la sensibilidad se va
convirtiendo en epidermis; eso ha pasado con Turati y su organización que
pretenden “enfocar la información desde la perspectiva de derechos humanos”. En
ese tenor, el grupo financió un documental de apenas 7 minutos y 25 segundos
titulado “Geografía del dolor” (http://youtu.be/kfWfkjBY12U) El
documental fue realizado por Mónica González Islas y presentado en la Revista
Milenio. Con él ganó el Premio Nacional de Periodismo en 2011, en la categoría
de Fotografía. Allí el espectador conocerá a Adela Alvarado, que trabaja como
payasita y cuya hija Mónica desapareció el 14 de diciembre del 2004. Todavía
está buscándola. También se encontrará con la desolación en la mirada de
Salvador, que en 2008 desaparecieron a dos de sus hijos, Raúl y Salvador,
a quienes le escribe pancartas y postales viajeras; palabras que
pretenden, con la evocación, traer al hijo, al hermano, al padre perdido en el
marasmo de la violencia y la impunidad.
Esos seres queridos, esa familia es ahora fotografía, es memoria tenaz,
adolorida. No hay diálogos, solo imágenes, palabras y una música de fondo que
se percibe como una caricia que acompaña al desconsuelo. Mónica González Islas
logra urdir historias que, empozadas en la tragedia, no muestran la abyección
que las genera, sino la tristeza de una humanidad a quien pocos le tienden la
mano. Un trabajo de extraordinaria factura documental, cuya realización no es
solo denuncia, también, como ella lo señala, “homenaje y memoria”. El
espectador sentirá la atmósfera de respeto y solidaridad; ese duelo que se llama
ausencia, ese deseo incumplido y desgarradoramente presente.