GUADALUPE ISABEL CARRILLO TOREA
Foto Carmen Virginia Carrillo |
Enunciar la vida a través de la palabra actualiza nuestro presente, nos permite asirlo y comprenderlo. Ese acto mágico pertenece al mundo de la literatura, pero sobre todo al de la poesía, al verso.
Este año 2022 que transcurre y que nos deja de inevitable herencia de una pandemia aún en sus estertores, escritores y poetas se han dado a la tarea de reflexionar sobre nuestra realidad recientemente modificada y maltratada, no solo por enfermedades, reveses políticos, gobiernos malintencionados que expulsan a sus ciudadanos y, hoy, también, por guerras absurdas que habíamos pensado, eran ya anacrónicas.
En ese tenor nos encontramos con la antología de poemas de Carmen Leonor Ferro titulada Temporal. Se trata de aproximadamente 82 poemas distribuidos en distintos poemarios ya publicados y algunos más, inéditos. Aborda distintos temas, todos de una actualidad aplastante. El primero de ellos y uno de los más recurrentes en la antología es la experiencia del exilio y de las implicaciones personales que esto conlleva.
Carmen Leonor Ferro es venezolana de nacimiento. En 2005 se traslada a Italia, el país de sus ancestros y desde entonces habita esas tierras. El cambio geográfico va de la mano de la crisis política y ahora humanitaria que vive Venezuela desde hace casi dos décadas y que ha obligado a millones de sus habitantes a emigrar forzosamente. Entre ellos se encuentra nuestra poeta que sale de su país y se enfrenta a vivencias difíciles de asimilar.
El prólogo de la antología fue escrito magistralmente por Carmen Virginia Carrillo quien describe la acción liberadora de la poesía presente en los versos de Carmen Leonor. A propósito de sus poemas nos dice Carmen Virginia Carrillo:
Frente a la otredad -espacial, cultural y lingüística-, la poesía se convierte en el lugar del consuelo, el espacio que resguarda de la desgarradura del ser. Allí, el sentido de la pérdida y la carencia se resignifican y el poema se constituye en un horizonte de sentido en el cual se rescata la historia familiar y la pertenencia (página 8).
Si bien sobresale en los poemas lo autobiográfico (qué percibe quien ha vivido el desarraigo, por ejemplo) esta experiencia se amplifica y adquiere un carácter colectivo que le otorgan a sus poemas un sentido de universalidad, de mirada compasiva hacia una humanidad afligida por los avatares de la historia personal y general.
Sumado a las sensaciones de desarraigo y melancolía vemos que parte de la experiencia del exilio se une a la del viaje. Así encontramos el siguiente poema: “Esta vez es el barco/ mar congelado/del norte/ su capa fina de hielo/se quiebra/ a nuestro paso/ nos acompañan/aves que jamás hemos visto/ resisten la travesía/ mientras la nave se aleja desde el puerto/ aprendemos a despedirnos/ de los que hemos amado/ a sentir la compañía del agua/ como una salvación.” (página 19).
La siguiente faceta del que se muda de geografía a otra que no es suya, podría ser aquella en la que, inevitablemente, debemos cambiar nuestro código lingüístico, como le ocurrió a la poeta en Italia. En el poemario “En subjuntivo” se reflexiona en torno a las dificultades que, por el idioma, padece el yo poético. Se habla del silencio en el que se ve atrapada y de la mudez afectiva a lo que esto deriva:
Ahora las palabras no llegan voluntariamente
como si se opusieran a mis invocaciones
una mudez que no busco
signan mis encuentros y mi propósito de escribir
y un vacío que no es inexpresión se impone
a mi necesidad de ordenar
El yo poético humaniza movimientos lingüísticos descritos como herramientas para sobrevivir; así leemos que desea…”una gramática que me alivie/ más indiferenciada que exacta/ un alfabeto que me mantenga oscura/ pero que no me deje sola” (página 38).
Como otra experiencia de radicalidad del extranjero Carmen Leonor va más allá de lo cotidiano y enfrenta al lector a condiciones límites en las cuales el sucumbir lleva implícito el anonimato, como en el siguiente poema: “La muerte del que está de paso/ no dice nada a nadie/ no cuenta/ su existencia analógica/ sus rastros no esclarecen/ cómo llegó/ de qué huía/ y por que se ha ido”. (página 46). Y al anonimato se une, inevitablemente, una memoria desgajada, informe, maltrecha: “La memoria viaja por terrenos baldíos/ husmea el polvo/ se detiene/ inesperadamente/ en algún punto/ revolotea/ como una mariposa/ tratando de cumplirse/ escapar de lo que no tiene forma” (página 55).
Si bien en la selección de poemas encontramos más tópicos que se alejan de los recurrentes, percibimos que el colofón de la antología es el padecimiento del COVID y las consecuencias que en lo individual y en lo colectivo este nos hizo padecer. Así leemos:
Corrían los días de reclusión,
más que nunca la muerte aparecía en todas partes
las ventanas inocentes ya no lo eran
cualquier intromisión del aire inquietaba,
eran días en que el orden suplantaba el deseo
y contar los pasos que había entre la cocina y el
pasillo
podía considerarse una noble actividad. (página 79)
La pertinencia en lo temático de lo que hemos venido padeciendo lo ha rescatado Carmen Leonor con magistral tino. En sus versos percibimos una fusión de sensaciones y sentimientos contradictorios: la desgarradura junto a la nostalgia por lo perdido, lo entrañable que se convierte en consuelo dentro del corazón.