Guadalupe I Carrillo Torea
La belleza del
lenguaje no será para la filigrana narcisista,
Sino para la precisión,
don supremo del periodismo escrito.
Julio Scherer
García
No
es hiperbólico decir que el reciente
fallecimiento de Julio Scherer García -periodista de larga data, director de la
Revista Proceso, entre otras- ha
cimbrado a la sociedad mexicana en su conjunto. Desde el espectro periodístico –que
era su epidermis-, pasando por los intelectuales comprometidos, y también el
pueblo llano que supo admirar su luminoso espíritu.
No hay queja posible cuando hablamos de la
muerte de quien vivió 88 largos y fecundos años; pero si ese alguien ha tenido
la altura de un titán y la coherencia como piel, es inevitable percibir la conciencia de haber perdido a un ser
irrepetible.
Reconozco sin falsa modestia que conocí en
profundidad la obra escrita de Don Julio Scherer. En este blog hay algunos
trabajos de análisis de varios de sus libros. Me hipnotizaba su prosa directa
que no perdía ni un ápice de belleza y, sobre todo, que traslucía una
sensibilidad arrolladora. Ahora que veo en fotos a ese hombre de gran altura,
grueso de cuerpo, de cara muy ancha, anticipo lo intimidante que podría
resultar una conversación con él, con su fuerte exigencia y su incapacidad de
usar eufemismos para nombrar lo bueno y lo malo, no solo de quienes lo
rodeaban, sino de sí mismo.
Leo los testimonios de tantos que lo
conocieron y convivieron con ese hombre en apariencia duro, pero dotado de la
virtud mayor: ver al hombre desde su humanidad y tratar de entenderla. Pero no
a cualquier hombre. Scherer García buscó a aquellos que habían caído en el
abismo de su miseria: los capos de los carteles, los sicarios, los niños y
adolescentes recluidos en cárceles para menores, las mujeres sumidas en el
mundo del narcotráfico... Habló con ellos, y hurgó en busca de sus almas. Quería
rescatarlos, traerlos a un espacio de luz.
El compromiso social y político
inquebrantable lo alcanzó hasta el final de sus días. La revista Proceso, que
fundó y dirigió por décadas, dedicó su último número a la memoria de Scherer
García. Ciento doce páginas de testimonios, de cartas de despedida; anécdotas
que retratan el temple del director, del periodista, el padre amoroso y el ser
humano que se enfrentaba a sus demonios sin temor. Uno de los artículos
publicados, escrito por Scherer García y titulado “Morir a tiempo” es una
desgarradora confesión del anciano que se reconoce frágil, a orillas de una
muerte que él mismo requiere imperiosamente.
Cuenta su tragedia personal y concluye con asombrosa honestidad: “Cuento
todo esto sin pesar. No me tengo lástima”.
Fui a comprar el número de Proceso con el
temor de que ya se hubiese agotado. Al acercarme pregunté al dueño, un señor de
unos sesenta años: ¿Tiene el último número de la Revista Proceso? Me contestó:
Sí, ahí abajo lo encuentra, es el último que me queda. Claro, respondí, como
está dedicado a Julio Scherer se habrá
vendido mucho. Sí, contestó con pesar; perdimos a un gigante, no habrá otro
como él. La convicción del vendedor de revistas me reveló, otra vez, la grandeza
de don Julio Scherer García; el pesar de su pérdida y el compromiso de continuar
tras sus pasos, siempre firmes, siempre honestos.