martes, 13 de enero de 2015

A Julio Scherer García, in memoria




Guadalupe I Carrillo Torea



La belleza del lenguaje no será para la filigrana narcisista,
Sino para la precisión, don supremo del periodismo escrito.
Julio Scherer García



No es hiperbólico decir  que el reciente fallecimiento de Julio Scherer García -periodista de larga data, director de la Revista Proceso, entre otras-  ha cimbrado a la sociedad mexicana en su conjunto. Desde el espectro periodístico –que era su epidermis-, pasando por los intelectuales comprometidos, y también el pueblo llano que supo admirar su luminoso espíritu.

   No hay queja posible cuando hablamos de la muerte de quien vivió 88 largos y fecundos años; pero si ese alguien ha tenido la altura de un titán y la coherencia como piel, es inevitable  percibir la  conciencia de haber perdido a un ser irrepetible.

    Reconozco sin falsa modestia que conocí en profundidad la obra escrita de Don Julio Scherer. En este blog hay algunos trabajos de análisis de varios de sus libros. Me hipnotizaba su prosa directa que no perdía ni un ápice de belleza y, sobre todo, que traslucía una sensibilidad arrolladora. Ahora que veo en fotos a ese hombre de gran altura, grueso de cuerpo, de cara muy ancha, anticipo lo intimidante que podría resultar una conversación con él, con su fuerte exigencia y su incapacidad de usar eufemismos para nombrar lo bueno y lo malo, no solo de quienes lo rodeaban, sino de sí mismo.

    Leo los testimonios de tantos que lo conocieron y convivieron con ese hombre en apariencia duro, pero dotado de la virtud mayor: ver al hombre desde su humanidad y tratar de entenderla. Pero no a cualquier hombre. Scherer García buscó a aquellos que habían caído en el abismo de su miseria: los capos de los carteles, los sicarios, los niños y adolescentes recluidos en cárceles para menores, las mujeres sumidas en el mundo del narcotráfico... Habló con ellos, y hurgó en busca de sus almas. Quería rescatarlos, traerlos a un espacio de luz.

   El compromiso social y político inquebrantable lo alcanzó hasta el final de sus días. La revista Proceso, que fundó y dirigió por décadas, dedicó su último número a la memoria de Scherer García. Ciento doce páginas de testimonios, de cartas de despedida; anécdotas que retratan el temple del director, del periodista, el padre amoroso y el ser humano que se enfrentaba a sus demonios sin temor. Uno de los artículos publicados, escrito por Scherer García y titulado “Morir a tiempo” es una desgarradora confesión del anciano que se reconoce frágil, a orillas de una muerte que él mismo requiere imperiosamente.  Cuenta su tragedia personal y concluye con asombrosa honestidad: “Cuento todo esto sin pesar. No me tengo lástima”.

   Fui a comprar el número de Proceso con el temor de que ya se hubiese agotado. Al acercarme pregunté al dueño, un señor de unos sesenta años: ¿Tiene el último número de la Revista Proceso? Me contestó: Sí, ahí abajo lo encuentra, es el último que me queda. Claro, respondí, como está dedicado a  Julio Scherer se habrá vendido mucho. Sí, contestó con pesar; perdimos a un gigante, no habrá otro como él. La convicción del vendedor de revistas me reveló, otra vez, la grandeza de don Julio Scherer García; el pesar de su pérdida y el compromiso de continuar tras sus pasos, siempre firmes, siempre honestos.