lunes, 18 de julio de 2011

Educación, sociedad y mujer en la Revista Pedagógica

Educación, Sociedad y Mujer en La Revista Pedagógica de Trujillo

Guadalupe Isabel Carrillo Torea y Edgar Samuel Morales Sales[1]

Conviene, así mismo, que se aconseje a las Niñas la bella elegancia

en el andar, como un principio de cultura elemental que es necesario

establecer en el seno, todavía incipiente, de nuestras sociedades

Pedro Carrillo Márquez

Texto dirigido a los Directores y Directoras de las Escuelas

Federales de los Estados Trujillo y Zulia

Trujillo, 1911. Capital de uno de los estados estimados dentro de los más pobres de la República de Venezuela. 2500 habitantes. En la capital se le percibe como un territorio lejano, montañoso, campesino y con escasa urbanización y pobladores poco instruidos. Dos calles principales y unas cuantas aledañas conforma su traza urbana. La sociedad es claramente masculina. El género femenino tiene poca participación en la toma de decisiones que atañen a la comunidad. Su espacio es fundamentalmente el hogar; a veces son matronas, otras tantas comerciantes en pequeño que concurren en el mercado para vender productos artesanales y agrícolas. Para los trujillanos de la época la mujer no tenía necesidad de asistir a la escuela, de adquirir formación educativa. Bastaba que supieran llevar adelante una casa, casarse en el seno de una buena familia y procrear muchos hijos. Si era buena cocinera adquiría notoriedad en su grupo social. Conocer otras lenguas, viajar al extranjero o aún a la capital del país no se consideraban valores prioritarios.

Acercarnos a la Revista Pedagógica que fundara Pedro Carrillo Márquez en 1911 nos ha permitido deambular por el Estado Trujillo, por la Venezuela de aquellos años en que un incipiente siglo XX se mostraba haciendo alarde de una modernidad que apenas esbozaba sus primeros rasgos. Al leerla nos hemos detenido en la mujer y el papel que, para entonces, desempeñaba. En esas líneas pretendemos, pues, seguir de qué forma se veía a si misma y de qué manera diseñaba su rostro el hombre como generador de un sistema irrefutable.

Las mujeres de posición económica desahogada solían participar en tertulias donde se conocían las noticias locales, se opinaba sobre aspectos de administración municipal o se comentaban las acciones gubernamentales sin que sus opiniones fueran trascendentes. La comunicación a nivel nacional transitaba por sendas difíciles y lentas. Un correo tardío, poco empleo del telégrafo para fines particulares; ausencia de carreteras asfaltadas y la reciente presencia del automóvil en la capital contribuían a hacer cada vez más contrastante las condiciones de vida entre el centro y la periferia, o como eufemísticamente se dice “la capital y el interior del país”.

Estas condiciones no impidieron que llegaran las novedades europeas desde décadas anteriores. En Trujillo fue célebre el almacén Tutilimundi a donde llegaban mercancía europea, norteamericana y al menos información oral de qué ocurría en otros lugares del mundo. Destaca particularmente la preocupación expresada en muchas sociedades de cambiar las condiciones de vida material de las mujeres, más aún en el rubro de la educación. Algo que Juan Bautista Carrillo Guerra percibió desde 1883 –según datos aportados por la Revista Pedagógica en su número ocho, página 73-78- cuando, con recursos propios, logró la creación del Colegio Federal de Niñas de Trujillo que comenzó a operar con un grupo reducido de pequeñas que condujo a al establecimiento del Reglamento del Colegio de Niñas de Trujillo en donde estatuyó como materias básicas para las señoritas la lectura, la escritura, la aritmética, la religión, la urbanidad, la economía doméstica y la costura. Si las alumnas lograban aprobar esas asignaturas podrían continuar su educación cursando gramática castellana, gramática francesa, geografía, historia e higiene.

Es interesante observar que las niñas sólo podían ingresar a la educación elemental a partir de los siete años y que cubrían un horario de trabajo doble: el matutino, de las siete a las once de la mañana y el vespertino: de las doce a las dieciséis horas. Es igualmente destacado que el reglamento de referencia previera una serie de “correcciones” para las alumnas que pudieran incurrir en actos considerados de indisciplina. Las sanciones previstas podían ir de la amonestación privada a la pública, en caso de reincidencia; a la penitencia moral más o menos fuerte, según fuera la gravedad (algo que no aparece especificado como acto material) o hasta el encierro o clausura durante dos horas en localidades de buenas condiciones higiénicas. Para el caso de las alumnas internas se establecían condiciones que, en nuestros días, podrían estimarse de preocupación por la seguridad e integridad de las niñas; como estar impedidas de salir por su cuenta fuera del internado y sólo estaban habilitadas a hacerlo semanalmente y siempre en compañía de las directoras o las subdirectoras.

Para comprender los afanes de la sociedad de la época, frente a las mujeres, nos es imprescindible consultar los números de la Revista Pedagógica. Por ejemplo en el número seis de la Revista, en su página 55 se reproduce la conferencia del Dr. A. Baptista Quevedo pronunciada en una velada artístico-literaria dispuesta por la Superintendencia de Instrucción Popular celebrada el 19 de diciembre de 1911. El profesional decía:

…y la mujer, orgullo de la sociedad que esplendece en los campos de la vida como una luminosa flor de ensueño, cubre de rosas la vía dolorosa de los genios o derrama la ternura de sus plegarias sobre la tumba de los mártires, con aquella delicadeza exquisita con que teje la red de sus encantos puros en donde riela amorosa la aurora de sus ojos y caen cautivas y ahogadas las almas, entre la miel de una sonrisa y la música trémula de un beso. ( Revista Pedagógica, Número 6 pág 57)

Se trata de una concepción de la mujer socialmente generalizada, propia de una época, rural, de valores idealizados y de una condición femenina subordinada. Puesto que en el siguiente número de la Revista Pedagógica en su número siete, en el página 68 se expresa el autor Severo Catalina en un texto intitulado “Para las Damas” en donde expone:

Las mujeres, para hacerse verdaderamente amables, deben respeto al pudor, tenerlo muy arraigado e ignorar que lo tienen. Un alarde de pudor viene a ser, muchas veces, testimonio de malicia…Mujer que recibe sin precaución las frases y testimonios de la galantería es como un niño que juega con un cortaplumas: al fin se corta.

Semejante percepción no era exclusivamente propia en los trujillanos, pues en el mismo número de la revista, en su página 71 se reproduce una sentencia de Napoleón I en donde se indica: “Una mujer hermosa agrada a los sentidos; una honrada interesa al corazón; la primera es una alhaja, la segunda es un tesoro”.

Pese a lo anterior la Revista Pedagógica en su número 8 y a partir de la página 77 nos presenta un pensamiento considerablemente transformador y de profunda inspiración feminista para la época pues reproduce la conferencia de Luciana Luciani de Pérez Díaz intitulada “La educación de la mujer” de la cual nos interesa destacar los siguientes pensamientos:

La mujer venezolana [contrasta con] las europeas [que] son más libres, más instruidas, pero en Venezuela no sería necesario [que lo fueran] pues las mujeres siempre tienen hombres que las sustentan. Los venezolanos creen que su destino es el hogar y atender a los hijos y al marido. Si el marido es instruido y la mujer no, hay abismo entre ellos…ese espíritu atrasado si creen los hombres que las mujeres sean incapaces de aprender…la mujer debe saber tanto como el hombre i (sic) quizás más que él: porque sea hija, esposa o madre, soltera, viuda o casada, ella está llamada a representar un importante papel en el hogar, en la patria i (sic) hasta en el mundo.

Desde el punto de vista de nuestra autora la mujer es un ser considerablemente complejo y en él todo es contraste; en él existirían al mismo tiempo la sombra y la luz: “es un ángel i (sic) a veces una mezcla de ambos con variantes mil… la vemos más fiel que Penélope y la vemos más criminal que Fedra; la menos sufrida y resignada a todos los yugos y la vemos emancipada, y refractaria a todo freno” (página 84). La conferencia de nuestra autora fue reproducida en dos partes; la Revista Pedagógica del siguiente número que apareció el 16 de enero de 1912 publicó la segunda parte, en la que Luciani recuerda que en Europa el número de literatas ha sido muy amplio desde épocas históricas anteriores y en la que se revela como una mujer de refinada cultura pues cita también la participación de las mujeres en las mitologías griega y de varios pueblos del Medio Oriente. No obstante ello, consideraba que el lugar de la mujer debería ser el hogar, espacio que le permitiría formar buenos maridos, buenos hijos, buenos amigos y buenos cristianos. Una cita particularmente importante de su pensamiento se puede ver en la página 88 en la que afirma:

Tampoco se deberá dar a dos señoritas de la misma condición social pero muy distinta condición pecuniaria, una educación enteramente igual, sino cónsona con su género de vida pues así como la una gasta en lo superfluo lo que a la otra apenas alcanza para lo necesario, así mismo la rica puede complementar su educación con mil pequeñas gracias de salón y la pobre tiene que atender a la utilidad antes que al adorno…En Europa, por ejemplo, toda mujer instruida que desee vivir de su trabajo, no puede ser institutriz porque ya esas son legiones. Por eso la actividad femenina se ha buscado i (sic) se ha abierto allá, otros campos. Aquí una buena maestra tiene asegurado su trabajo. Pero tampoco debe, la mujer venezolana, dedicarse únicamente a la instrucción porque no tardaría en presentarse el conflicto de las competencias, además de que no todas tenemos iguales dotes para la enseñanza.

Desde su perspectiva abría muchas mujeres que con prolongar un poco sus estudios podrían obtener, a satisfacción el grado de maestras:

Para ellas mi aplauso, i (sic) para las demás mi deseo de que ese ejemplo sea provechoso porque hasta ahora la educación de la mujer ha dejado mucho que desear en Venezuela. Mi deseo es que la mujer venezolana reúna todas esas prendas: que como el ideal del francés sea exquisitamente refinada en su cultura y en sus talentos; que como la virgen del español se espejo de todas las virtudes; que como una flor en un jardín se perfume i (sic) adorno del hogar por sus amables atractivos y graciosos dones, i (sic) que también, como el ideal inglés, sea madre buena i (sic) perfecta señora de su casa.

Sobre la misma temática el número doce de la Revista Pedagógica aparecida en 1912 publicó un artículo intitulado “La instrucción de la mujer” de Yoli Teresa Murzi que presenta una mirada más conservadora pues señala

¿Y quién es, sino la madre la que con su poder influyente dirige al niño desde que se encuentra en su amoroso regazo? Ella es un límpido espejo en donde ven sus hijos reflejadas las virtudes que deben practicar, la que está obligada a inculcar al niño sentimientos religiosos formando así su tierno corazón. (Página 111).

Habría que subrayar el hecho de que en la sociedad trujillana de la época el hogar es el espacio vital para todos los individuos; es un lugar considerado prácticamente sagrado, pues allí se forjan las personalidades. Así vemos en el número 15 de la Revista Pedagógica, aparecida en septiembre de 1912 en cuya página 157 aparece un artículo intitulado “El ejemplo en el hogar” y subtitulado: “Poder de la familia” de S Smiles. En su texto se afirma:

El hogar doméstico es la primera i (sic) la más importante escuela del carácter. Hai (sic) es donde todo ser humano recibe su mejor educación, o la peor; porque hai (sic) es donde se penetra de los principios de conducta que le informan, i (sic) que cesan tan sólo con su vida. Hai (sic) un proverbio que dice: “El espíritu hace al hombre”. Porque la educación de la familia comprende no solamente las costumbres i (sic) el espíritu, sino también el carácter. Sobre todo en el hogar es donde el corazón se abre, los hábitos se forman, la inteligencia se despierta i (sic) el carácter se amolda para bien o para mal…”Una buena madre, dijo Jorge Herber, vale más por cien maestros de escuela”. En el hogar es un imán para todos los corazones, una estrella polar para todos los ojos. Se imita sin cesar, esa imitación la compara Bacon a un mundo de preceptos.

Es incuestionable que la Revista Pedagógica mantuvo una actitud editorial abierta a muchas escuelas de pensamiento y que facilitó el espacio para la expresión femenina, sin establecer líneas editoriales únicas e intransigentes sino de confluencia de pensamientos variados. Así se puede constatar en el número 19 de nuestra Revista en cuya página 197 retomando un conjunto de principios de la educación inglesa bajo la columna DON’T, es decir, NO LO HAGAS, se indica: “La gimnasia de señoritas debe limitarse a todos los ejercicios que no sean de salto; la carrera; a todos aquellos que moderadamente desenvuelven las fuerzas i (sic) a los que están en ejercicio en todas partes”.

Destaca el conjunto de recomendaciones que aluden al trato hacia las mujeres, por ejemplo en el mismo número 19, en otro de los apartados del DON’T, subtitulado, Manual de Educación, En la sala de recibo, que se puede leer en la página 200, se indica: “En ningún caso ofrezcamos la mano a una señora; la iniciativa debe venir siempre de el”…”No presentemos las señoras a los caballeros, sino éstos a aquéllas, cualquiera que sea el rango de éstos”…[Para las mujeres]: “no usemos colorete” [Para los caballeros] “no hablemos con insistencia sobre la belleza de mujeres ausentes”.

Se trata, evidentemente, de normas de conducta inglesas que difícilmente podían tener pertinencia en un ambiente sumamente próximo al Caribe, donde las relaciones entre los géneros desde siempre han sido de mucha proximidad, de poca proclividad a la seriedad y de gran afección por los cosméticos. No obstante habría que comprender estas propuestas en su época pues se estimaba que la urbanidad tenía que ser construida desde lo más elemental. Así lo comprendió el venezolano Manuel Antonio Carreño, cuyo manual, en nuestros días suele percibirse como algo completamente anacrónico,

Pese a lo anterior las condiciones sociales y culturales de la mujer venezolana habrían de mantenerse en los cánones tradicionales al menos hasta la mitad del siglo pasado; situación que puede apreciarse meridianamente en obras las de Enriqueta Arvelo Larriva. La lectura detenida de su obra nos muestra un abanico de los estilos recurrentes de la época, desde los recuerdos del romanticismo tardío, que pasa por imágenes modernistas hasta la preponderancia de un telurismo frecuente en la época. La mayor parte de su vida transcurrió en un pueblo del llano venezolano donde los círculos literarios o culturales estaban notablemente ausentes. Ese era el ambiente de la mayor parte de la República, el del ruralismo que sufría las férreas dictaduras de principios de siglo. El dictador Juan Vicente Gómez continuó el régimen despótico iniciado por su compadre Cipriano Castro, haciéndose del poder desde 1908 hasta 1935. Como hemos sugerido en diverso trabajo,[2] en el área rural venezolana el estado de cosas estaba caracterizado por esa sensación de temporalidad vacía, del tiempo que transcurre lentamente y en donde poco a nada importante acontecía: los rostros eran siempre los mismos como las tradiciones y costumbres ancestrales se realizaban de manera mecánica y sin detenerse a pensar en su origen o justificación. El poema “Líneas de primera lluvia” de Enriqueta Arvelo dice:

Y me levanté temprano, con calofrío delicioso,

para ver caer el agua nueva sobre la tierra soflamada.

El chorro de la canal de la casa

me bañó con violencia graciosa

mi sangre y mi alegría

se rizaron bajo el agua desatada

que calmaba la angustia de la tierra.

He charlado del llover

con los chiquillos vecinos

todos los días pasarán perdidos y lentos[3]

Las primeras obras de Enriqueta Arvelo aparecieron en la década de los años 30; hasta entonces prevalecían para entonces las voces de la llamada “Generación del 18”; se conocían las vanguardias europeas y se admiraban especialmente las figuras de poetas masculinos. Años más tarde llegarían noticias de los escritores de la “Generación del 27” surgido en la España Republicana, donde nuevamente los poetas masculinos prevalecían sobre la presencia femenina.

La Revista Pedagógica enfatizaba la participación de la mujer en el arte y celebraba que entre sus integrantes hubiese mujeres comprometidas con la educación femenina. Destaca entre ellas la vida de Eloísa Fonseca quien en una época tan temprana como 1864 había asumido el cargo de Directora del Colegio de Niñas de Trujillo; función que volvió a repetir en 1870, 1877 y 1883; hoy aún se encuentra en pie el Colegio que lleva su nombre en la ciudad de Valera. En el número 23 de la Revista se rinde un sentido homenaje a la maestra que acababa de morir en 1913, año en que concluye la publicación de la Revista Pedagógica y en la que su director, Pedro Carrillo Márquez se despide gustoso de haber mantenido ininterrumpidamente su impresión y difusión por espacio de tres años.

Es evidente que la influencia de la Revista Pedagógica transcendió las fronteras de Trujillo e influyó para transformar las condiciones socioculturales de la mujer venezolana. Tal es el caso de Luz Machado, nacida en 1916; si bien tuvo un origen rural, en tanto que nació en la entonces pequeña Ciudad Bolívar, no obstante tuvo la oportunidad de vivir en Caracas y en otras ciudades del país, alcanzando el estatus de Agregada Cultural en Chile. Mantuvo contacto con el mundo intelectual de la época; colaboró en publicaciones de México, Chile y Costa Rica. Su obra, sin embargo, vuelve a reflejar la condición sociocultural de la mujer venezolana pues en ella enfatiza el valor de la casa como espacio para la cotidianidad. En su poema “En mi habitación” nos dice:

Aquí están mis zapatos, con la forma

De los pasos y el pie que los dispone.

Aquí están mis vestidos, mis blusas y mis faldas

Y mi ropa interior,

Liviana y sencilla como una campánula silvestre ya marchita

espejos, libros, memorias de los viajes…

la música viniendo desde lejos

su posada mariposa libérrima,

un lecho donde el sueño sólo es más un sueño[4]

El panorama socio cultural de la mujer venezolana no habría de empezar a cambiar sino hasta la segunda mitad del siglo pasado. La mujer venezolana alcanzó el derecho a participar en las elecciones tanto nacionales como regionales. Pudo acceder a cargos políticos. Hizo sentir su presencia en las diversas instituciones de la educación superior, alcanzó licenciaturas universitarias, realizó estudios de posgrado tanto en el país como en el extranjero, demostrando en todos los casos grandes capacidades y talento para los estudios. En nuestros días no son pocas las académicas venezolanas que se desempeñan con éxito en prestigiosas universidades de América Latina, de los Estados Unidos, de Europa e incluso de Asia. A esa transformación contribuyeron tanto los directivos como los colaboradores de la Revista Pedagógica y eso debe ser motivo de orgullo para los trujillanos que con su granito de arena contribuyeron y aportan su talento para alcanzar la transformación de nuestra patria.

Conclusiones

A finales del siglo XIX y principios del XX la condición social de las mujeres venezolanas era profundamente asimétrica en relación con los varones. Resulta admirable que un visionario se haya preocupado por dar educación primaria a las niñas trujillanas; que buscara la transformación de su status quo, para que adquirieran información, habilidades manuales y que se acercaran mediante la lectura y la escritura a la cultura tanto nacional como universal. Contrario al sentir generalizado de su época, Carrillo Márquez promovió la participación femenina en espacios antes reservados al mundo masculino; se trata de un pensador liberal y esto tiene importancia vital si tomamos en consideración que en la época en casi toda América Latina el analfabetismo de la población rural era altamente significativo. Pero aún es más importante la empresa de Carrillo Márquez frente a las mujeres si se piensa que, ubicadas en una posición subordinada, las tasas de analfabetismo eran aún más graves.

La obra de Pedro Carrillo Márquez y sus colaboradores, volcada fundamentalmente en las páginas de la Revista Pedagógica, es de un valor educativo destacado. No podemos olvidar que la ideología de Carrillo Márquez, avanzada y progresista, fue una clara herencia de la acción y de las obras de su padre Don Juan Bautista Carrillo Guerra, quien instaló en Trujillo una de las primeras imprentas para la expresión de pensamiento libre y comprometido. La inconformidad de Carrillo Márquez frente a la dictadura de Juan Vicente Gómez lo llevó incluso a la prisión en el Castillo de San Carlos, en un acto de venganza desmedida del dictador. Encerró su cuerpo entre los muros de una prisión, pero fue incapaz de evitar la difusión de sus ideas. Gómez trascendió como un tirano y Carrillo Márquez como un gran educador, labor que continuaron sus hijos y gran parte de su descendencia.

No podemos sino repetir lo que hemos expresado en otros trabajos: “Fue un hacedor incansable. “Criatura humana que tuvo fe en el hombre”, expresión muy acertada de Gilberto Quevedo Segnini en su obra Pampán y sus Gentes, pues sólo aquellos que tienen fe en el hombre, pueden darlo todo para obtener como recompensa la superación de los demás que también merecen. No se trata de mera filantropía, es la exaltación más clara de los hombres de alma grande, de los que pueden dormir tranquilos luego de haber vivido en perpetua armonía consigo mismo, brindando a los demás lo mejor de sí…Pedro Emilio Carrillo en el Prólogo a la revista Pedagógica reeditada, dice acerca de nuestro personaje: “Era un hombre íntegro en el sentido largo de la palabra, sus amigos, sus empleados, los peones de su hacienda, le profesaban profundo aprecio que en los humildes rayaba en veneración”… si la sencillez era una de sus características y pudo ponerla tenazmente en obra podríamos estar tranquilos, pues como señaló el Libertador “la felicidad consiste en la práctica de la virtud.”[5]

La educación es una noble tarea siempre perfectible pero especialmente valiosa para la formación de los individuos. Nos hace más humanos y tolerantes. Nos proporciona sociabilidad, amistades, admiración por los académicos comprometidos y deseos de superación.

La herencia que la Revista Pedagógica deja para la educación trujillana debe ser ejemplo del aliento para la continuación de este tipo de publicaciones. Los maestros de hoy en día deberían retomar la estafeta educativa para realizar investigación en la materia, para difundir los logros alcanzados en otros espacios educativos tanto nacionales como internacionales; para motivar a la juventud a que realice estudios superiores. Para que los nuevos educadores que tendrán que formarse, aprendan de las enseñanzas de la historia y de los que promovieron una sociedad más justa, mejor informada, culta, solidaria y con el espíritu del gran Andrés Bello.

No perdemos de vista que los actos educativos son profundamente discontinuos. Lo que puede muy bien funcionar en una escuela, en una institución de educación superior, en otras llevaría al fracaso del proceso enseñanza aprendizaje. Como educadores sabemos que hay grupos de alumnos excelentes y otros con deficiencias marcadas en una sola institución. Otro caso similar se presenta en las diferencias generacionales y, por supuesto, en los ambientes educativos rurales que contrastan con los urbanos.

Existen instituciones educativas que gozan de prestigio porque se han ganado su calidad a pulso. En otros la laxitud marca su operación y socialmente son rechazadas. Para el caso de la educación superior universitaria ocurren situaciones semejantes. En nuestros días se acostumbra evaluar a estas instituciones en un ranquing mundial que si bien es perfectible y algunos de los factores a evaluar son equívocos, al menos son indicativos.

Ese es el gran reto y compromiso de la educación en todos sus niveles. Solamente en las tiranías se busca mantener desinformada a la población para su fácil manejo. Existen en la actualidad regímenes que no otorgan a la educación y a la investigación científica recursos suficientes para su mejoría y la generación de nuevos conocimientos. Esto nos debe hacer ver que la educación exige nuevas investigaciones porque cada caso es específico. Esto lo comprendieron los impulsores de la Revista Pedagógica que hoy, a cien años de su edición, nos siguen dando enseñanzas.



[1] Doctora en Letras; Doctor en Antropología Social y Etnolingüística.

[2] Confróntese Guadalupe Isabel Carrillo Torea: Lo doméstico y lo cotidiano en la poesía: cuatro voces femeninas venezolanas. UAEM, México. 2001.Págs 61- 87.

[3] Confróntese: Arvelo Larriva, Enriqueta: Obras Completas. Tomo I, Poesías. Barinas, Fundación Cultural Barinas. 1987. Página 111.

[4] Cf. Machado, Luz: La casa por dentro, Caracas. Editorial Sucre. 1965, página 109

[5] Cf Carrillo, Guadalupe: “En este momento el rostro de Pedro Carrillo es endulzado por el beso del recuerdo” En Centenario del natalicio de Pedro Carrillo Márquez .Publicación del Centro de Historia del Estado Trujillo, Trujillo 1984. Pág 14-15