viernes, 17 de mayo de 2013

Huellas de la Xenofobia en algunas obras literarias en México


 

Guadalupe Isabel Carrillo T 

 

La Xenofobia suele ser percibida simplemente como el rechazo al extranjero por parte de la población de un país.  Generalmente se piensa que la xenofobia tiene como única manifestación la expresión de disgusto frente a los extranjeros que están de paso o que llegan a vivir a una nación, provenientes de otros países pero la realidad es que se trata de un fenómeno complejo que se concreta de muchas maneras; adopta formas variadas de expresión. En la ponencia reviso expresiones literarias en las que directa o tangencialmente se pueda percibir algún gesto de xenofobia interna o externa. De parte del extranjero hacia el nacional o de este con el que viene de fuera. Pues ambos casos son frecuentes.

 

    En la literatura no podría hablarse de una corriente de carácter xenófobo o, a la inversa, de un discurso que denuncie el fenómeno. En realidad encontramos tanto en poesía, en narrativa y en ensayos, expresiones que tangencialmente tocan el tópico. Según qué población hable de ello tendremos miradas desde distintos ángulos que nos permitirán hacernos una idea de conjunto más abarcadora. Así como se habla de literatura del exilio, no podría señalarse lo mismo en el caso de la Xenofobia.

 

   Los movimientos migratorios en México, aunque en ocasiones se presentaron masivamente, nunca desbordó –como ocurre hoy- la capacidad de recepción del país. Por ello podríamos establecer tres periodos de alta migración y  posterior producción literaria. Una primera la encontramos en la década de los cuarenta y aún de los cincuenta del siglo XX con la inmigración tanto de los Niños de Morelia como de los numerosos grupos de republicanos, muchos de ellos intelectuales de prestigio. Al respecto José Vicente Anaya apunta con precisión:

 

   “Entre los 20 mil asilados en México llegó un notable número de campesinos, obreros, artesanos, intelectuales, científicos, pedagogos y maestros de niveles medios  superiores. Más de cien intelectuales y científicos se incorporaron a las  universidades, centros de investigación y diferentes proyectos culturales.”[1]

 

   Entre los nombres representativos encontramos a Joaquín Xirau, María Zambrano, José Gaos que construyó el término “transtierro” para hablar de la condición de todos aquellos que, como él, se encontraban fuera de España. El transterrado es el que trajo consigo la tierra, por tanto no es el refugiado ni el exiliado.  El término acuñado por el filósofo apostaba por alentar en aquellos que ya habían construido hogares en estas tierras y aportaban al país, en este caso México, su trabajo y, en definitiva, su vida; un sentido de pertenencia que habían perdido al emigrar en condición de asilados a estas tierras.

 

   De los muchos refugiados encontramos los nombres  de 18 poetas, algunos de ellos aún adolescentes como es el caso de Tomás Segovia.  Se mencionan   entre otros a  Emilio Prados, Juan Larrea, Juan Gil-Albert, Lorenzo Varela, María Enciso, Juan José Domenchina, José Moreno Villa,  Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Ernestina de Champourcín, Enrique Díaz Canedo…y de las voces más escuchada y más representativa, el gran poeta León Felipe.

 

   Todos ellos desarrollaron una amplia producción literaria., con estilos y temáticas muy diferentes, en las que muchas veces está ausente la condición de exiliados. Sin embargo otros de forma directa o veladamente, levantan la voz para hablar de pérdidas, de derrotas; de sentimientos que emanan no sólo de su exilio sino del dolor por la tragedia que en ellos años vivía España.

 

   Si bien no hay expresiones  en la que se asomen quejas ante agresiones xenófobas, sí se expresa la terrible sensación de permanecer en lo ajeno,  en lo otro que no asumo como mío.  Uno de los poetas que con más insistencia expresa esta terrible pérdida en la que se ha sumido su vida es León Felipe. Su poema ¡Qué Lástima!, considerado de los iniciales, es uno de los más representativos:

 

¡Qué lástima

Que yo no pueda cantar a la usanza

De este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!

¡Qué lástima

que yo no pueda entonar con una voz engolada

esas brillantes romanza

a las glorias de la patria!

¡Qué lástima

que yo no tenga una patria!

Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa

desde una tierra a otra tierra, desde una raza

a otra raza

como pasan

Esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.

¡Qué lástima

que no tenga comarca

patria chica, tierra provinciana!

…...

Después... ya no he vuelto a echar el ancla,

y ninguna de estas tierras me levanta

ni me exalta

para poder cantar siempre en la misma tonada

al mismo río que pasa

rodando las mismas aguas,

al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.

¡Qué lástima

que yo no tenga una casa!

una casa solariega y blasonada,

una casa

en que guardara,

a más de otras cosas raras,

…….

¡Qué voy a cantar si soy un paria

que apenas tiene una capa!

 

¡Qué lástima

que no pudiendo cantar otras hazañas,

porque no tengo una patria,

ni una tierra provinciana,

ni una casa

solariega y blasonada,

ni el retrato de un mi abuelo que ganara

una batalla,

ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,

y soy un paria

que apenas tiene una capa...

venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia![2]

 

   Las carencias, los vacíos físicos se trasladan a lo familiar y lo personal. No hay patria, ni comarca, ni casa…y esta situación lo convierte, como él mismo anuncia, en “un paria”, esto es, en lo más bajo y lo más humillado.  Si bien el poema puede considerarse como inaugural de lo que será más adelante su vida.  El desarraigo lo invade todo. Aurora Arnaiz Amigo, doctora en derecho de origen español, en una conferencia suya titulada “Los Refugiados y el derecho” a propósito de León Felipe explica con serenidad:

 

   “…León Felipe, dijo de nosotros, lo que con tanto énfasis nos decíamos entonces republicanos españoles, que nosotros trajimos la voz. Nos dijo,, lo recuerdo, en una memorable velada, con esa voz que tenía, única. Nos lo dijo en una conferencia memorable en Bellas Artes: ¡Somos la voz, la voz ha venido con nosotros! El tiempo nos demostraría, que estos buenos deseos del gran y querido poeta no eran ciertos, porque la voz se quedó allá. Nosotros trajimos el eco, y por ello, al rebotar nuestra voz sobre los árboles, los muros, las calles, las casas, eran otros los sonidos lo que se nos devolvían, porque nosotros íbamos dejando de ser aquello que fuimos. Éramos otros, sin saberlo, o sin quererlo. ¿Qué éramos? ¿Qué somos?[3]

 

   Efectivamente, la sensación de desarraigo es una constante en la mayor parte de los intelectuales que permanecieron en México. El sentido identitario se busca incansablemente porque se sabe perdido irremediablemente.

 

   En otro tenor, no sin dejar de lamentar pérdidas y tristezas vemos a María Enciso con su poema “Madre América”; la gratitud de sentirse en tierra de adopción se deja ver en todo el poema. Transcribimos la última estrofa:

 

                        Yo hablo tu propio idioma; Madre América,

                        en lengua de tu pueblo he de cantarte,

cálido acento de cansadas sienes,

reclinadas en regazo suave,

los párpados clavados en los ojos,

agujas de dolor, cristal del aire,

Por la vida futura que forjamos,

has hecho tuyas nuestras soledades,

la amarga soledad del hombre libre,

que ha visto atrás su mundo derrumbarse.[4]

 

   Década de los Setenta: Suramérica mira hacia México

 

En la década de los setenta  estallan las dictaduras en gran parte de los países de Sur América. En el campo literario se sigue hablando de una literatura del exilio, del testimonio. Sin embargo encontraremos algunos autores que erradicados en México o utilizando al país como lugar de tránsito, escribieron sobre sus experiencias positivas o negativas dentro del territorio mexicano. Son los escritores argentinos, chilenos, uruguayos…que fueron expulsados de sus países y que permanecieron largo tiempo en México. Entre ellos encontramos a escritores como Alejandro Jodorowsky, chileno de origen judío, dedicado más que todo al teatro y a la cinematografía. El escritor vivió unos años en el país para radicarse más adelante en Europa.

 

   El argentino Juan Gelman, expulsado de su país en tiempos de la dictadura, ha desarrollado un prolífico trabajo intelectual, sobre todo en el género de la lírica.  Su experiencia biográfica, de trágicos alcances, hizo de su poesía un verbo desagarrado que invoca al dolor y la pérdida.  Su hijo y su nuera formaron parte del numeroso grupo de los desaparecidos.  Ella, embarazada, da a luz a  Macarena; la pequeña fue entregada a una familia en Uruguay.  Lo sorprendente, lo que nos lleva a entender cómo la realidad supera a cualquier ficción, ocurrió hace pocos años cuando la ya joven, nieta del poeta fue identificada y logró reunirse con su familia biológica. La añoranza y la pérdida sellan buena parte de su poesía. A continuación el poema “Mi Buenos Aires querido”:

 

                        Sentado al borde de una silla desfondada,

                        mareado, enfermo, casi vivo,

                        escribo versos previamente llorados

                        por la ciudad donde nací.

 

                        Hay que atraparlos, también aquí

                        nacieron hijos dulces míos

                        que entre tanto castigo te endulzan bellamente.

hay que aprender a resistir.

 

Ni a irse ni a quedarse,

a resistir,

aunque es seguro

que habrá más penas y olvido[5].

 

   El poema citado, perteneciente al poemario Gotán, fue escrito en 1968; época en que el mundo convulsionaba con lamentables sucesos como la matanza de Tlatelolco; el mayo francés y la guerra del Vietnam. Juan Gelman siempre ha escrito vinculando su poesía con una vida azarosa, de lucha política, pero más aún, de persecución y posterior exilio.  Miguel Correa Mujica, en su estudio “Juan Gelman y la nueva poesía hispanoamericana” [6]ubica al autor dentro de esa “poesía renovada” que parte de los sesenta y que se ha mantenido aún vigente. Es la llamada “nueva poesía” en la que lo cotidiano se entrelaza con lo humano: con el dolor y la ternura al mismo tiempo. El poema citado, con título de tango, alude también a la tradición, a lo popular, a lo de todos los días. La añoranza,  el dolor del exilio y de las pérdidas familiares serán el tenor de su poesía.

 

Si bien el poema citado no pertenece a su época de exilio en México, emula el tono y la línea que siempre ha caracterizado su poesía.

 

 

7.1  Roberto Bolaño: México en su narrativa

 

A pesar de su muerte prematura (2003, cuando tenía 50 años), Roberto Bolaño ha sido de los escritores más prolíficos en la narrativa latinoamericana.  Ya en 1968, su familia se traslada a vivir a México, aunque el escritor, joven e inquieto, regresa en 1973 a Chile para apoyar el movimiento de Salvador Allende.  En medio del caos de la caída del régimen es apresado durante 8 días.  Sale de Chile, visita El Salvador; allí tiene contacto con Roque Dalton y vuelve a México donde se instala por muchos años.

 

   Narrador y poeta, empieza su trayectoria creativa con la poesía.  Es fundador del movimiento llamado “Infrarealismo”, junto a otros nóveles poetas como Mario Santiago Papasquiaro o Rubén Medina; estos jóvenes  escriben contra el discurso oficial y contra los poetas considerados ya sagrados, como es el caso de Octavio Paz. Tratándose de un movimiento de vanguardia, el  lenguaje se muestra desgarrado, acercándose a un realismo hipertrofiado. Con los años el escritor se inclina más a la narración y se va alejando  del  estilo infrarealista.[7]

 

   La narrativa de Bolaño está absolutamente vinculada con su vida, también azarosa, y con los permanentes cambios a los que se sometió. Cambios geográficos, políticos y también literarios. Ciudad de México, Acapulco, Chihuahua, Sonora…la mayor parte del territorio mexicano se encuentra en los recorridos de las páginas del escritor. Desde la novela Los Detectives Salvajes (1998) que lo proyectó internacionalmente y que se desarrolla en buena medida en Ciudad de México y Sonora, hasta la póstuma e inacabada 2666, que ocurre en Santa Teresa, seudónimo de Chihuahua, pasando por numerosos cuentos.  México es el referente ineludible.  Es, además, el país con sus exteriores, las calles, los cafés, el desierto; pero también  el de los giros dialectales, el humor y la trampa; el de la pobreza y los feminicidios nunca resueltos.

 

   De los libros de cuentos publicados consideramos el más representativo  Putas asesinas (2001).  De los trece cuentos, cinco de ellos ocurren en México: “El Ojo Silva”, “Gómez Palacio”; “Últimos atardeceres en la tierra”; “Dentista” y “Carnet de Baile”.  Desde una postura completamente biográfica, a pesar de tratarse de ficción; la dominante argumental suele ser la historia del chileno radicado en México que se encuentra con otros paisanos dispuestos a luchar por un trabajo en el país o animados también a encontrarlos en otros continentes y dejar México. Así es “El Ojo Silva” a quien el protagonista, chileno, conoce en las calles del DF y que reencuentra en Bélgica, país al que ha ido el protagonista por alguna actividad de orden literario.  Casi siempre el amigo chileno cuenta historias de vivencias sórdidas en mundos grises, y acabados por la pobreza extrema…

 

  En  “Gómez Palacio”, el protagonista realiza largos traslados por el país hasta llegar al  pueblo llamado Gómez Palacio, ubicado en el norte, en el Estado de Chihuahua, adonde acude por una cita laboral.  Dará un taller de escritura a un reducido número de jóvenes que viven en ese lugar perdido del desierto norteño:

 

   “…Fui a Gómez Palacio en una de las peores épocas de mi vida. Tenía 23 años y sabía que mis días en México estaban contados. Mi amigo Montero, que trabajaba en Bellas Artes, me consiguió un trabajo en el taller de literatura de Gómez Palacio, una ciudad con un nombre horrible. EL empleo acarreaba una gira previa, digamos una forma agradable de entrar en materia, por los talleres que Bellas Artes tenía diseminados en aquella zona.  Primero unas vacaciones por el norte, me dijo Montero, luego te vas a trabajar a Gómez Palacio y te olvidas de todo. No sé por qué acepté. Sabía que bajo ninguna circunstancia me iba a quedar a vivir en Gómez Palacio, sabía que no iba a dirigir un taller de literatura en ningún pueblo perdido del norte de México…”[8]

 

   En general, el panorama que se le ofreció de la ciudad, del edificio de Bellas Artes y hasta de los alumnos y la directora era  desolador. El desierto vacío frente a él, el calor sofocante de aquellas zonas; la decrepitud de la arquitectura sin atención ni mantenimiento.  La directora –quien se encargaba de llevarlo y traerlo del taller al motel- representa el estereotipo de la mujer madura, casada pero viviendo la soledad de los matrimonios mal avenidos.  Así la describe el protagonista:

 

   “…Al principio los dos observábamos la carretera en silencio. Cuando dejamos atrás el motel ella se puso a hablar de su poesía, de su trabajo y de su poco comprensivo marido. Cuando se quedó sin palabras encendió el radiocassette y puso una cinta de una cantante de rancheras. Tenía una  voz triste que siempre iba un par de notas por delante de la orquesta. Soy su amiga, dijo la directora…”[9]

 

   También los alumnos viven en la precariedad.  Sólo hay cinco: uno trabajaba de obrero en una fábrica; otro era mesero en un restaurante; dos iban a la prepa y la única chica ni trabajaba ni estudiaba.  Más que una actitud xenófoba hacia el país que visita, el protagonista tiene una mirada crítica que se manifiesta no sólo en la selección del lugar –ese norte tan golpeado y abandonado- sino también por el tedio que cubre el ambiente y que pareciera que contagia a quienes permanecen en él. Hablamos de Xenofobia del extranjero hacia el país porque esta también sería una de las formas del fenómeno.

 

   “Últimos atardeceres en la tierra” es uno de los pocos cuentos en donde se manifiesta de manera más clara la xenofobia del mexicano hacia el extranjero y a la inversa; debido muchas veces a la incomprensión de las costumbres o de las maneras de tratarse unos y otros.  La veremos, pues, en diferentes formas y a través de diversos recursos estilísticos.  Si bien el narrador habla en tercera persona, el foco desde el cual mira es el de uno de los protagonistas: B y el padre de B, ambos chilenos. Así serán lacónicamente llamados ambos a lo largo de todo el relato, en clara alusión al apellido del autor.

 

    A través de B, que es un joven de unos 18 años con el que el padre puede compartir como si fuera un adulto de su edad, acudimos al viaje que hacen padre e hijo para el puerto de Acapulco.  La situación pareciera tranquila.  Un hotel de mediana calidad, salidas al mar, comidas, lecturas y algunos paseos.  Entre ellos a la tan famosa “Quebrada de la Virgen” donde los clavadistas diariamente dan muestras de su habilidad al lanzarse al mar.

 

   Sin embargo, será en este lugar donde arranca lo que más adelante se mostrará como gestos de clara xenofobia, que se puede interpretar de ambas partes, tanto de quien describe el lugar y lo que en él ocurre como de parte de los nativos. Al salir del restaurante que escogieron para ver el espectáculo se cruzan con un ex clavadista con el que dialogan hasta envolverse en una larga conversación que los lleva a irse juntos, B y su padre, con el ex clavadista:

 

   “…Sin saber cómo, de pronto B se encuentra caminando con su padre y con el ex clavadista hasta llegar a donde han dejado aparcado el Mustang y luego los tres se montan en el coche y B oye como si estuviera escuchando la radio las instrucciones que el ex clavadista le da a su padre. El coche durante un rato se desliza por la avenida Miguel Alemán, pero luego gira hacia el interior y pronto el paisaje de hoteles y restaurantes dedicados al turismo se transforma en un paisaje urbano ligeramente tropical. El coche sin embargo sigue subiendo, alejándose de la herradura dorada de Acapulco, internándose por calles mal asfaltadas o sin asfaltar, hasta llegar a una especie de restaurante o más bien casa de comidas corridas en cuya acera polvorienta se detienen…”[10]

 

   La situación de encontrar a un lugareño dos extranjeros, da pie a que se adentren a aquellas zonas donde el turismo no tiene prácticamente cabida.  Sin embargo, la descripción anticipa la posibilidad de que en aquellas zonas también acampe la delincuencia y el abandono a la ciudad.     Días más tardes el ex clavadista busca al padre de B para que vayan juntos a tomar unas copas.  El lugar era un prostíbulo donde, además de haber mujeres, los hombres jugaban a las cartas.  B, que acompaña a su padre, se excede en la bebida y en el consumo de marihuana, “mota”, que las mujeres le ofrecen.  Su padre se sienta a jugar con el ex clavadista y con dos desconocidos.  Va ganando el padre, cuando la situación se enrarece.  Pero dejemos al narrador que nos cuente:

 

  El padre de B termina de contar su dinero y mira a los tres hombres que tiene enfrente y a la mujer vestida de blanco.  Bueno, caballeros, nosotros nos vamos, dice.  Hijo, ponte a mi lado, dice…Ahora vamos a salir, piensa B.  Los dos desconocidos se plantan interfiriendo el paso…No me estorbes, susurra su padre, y B tarda en comprender que le está hablando a él.  El ex clavadista se mete las manos en los bolsillos.  El desconocido vuelve a insultar al padre de B, lo insta a volver a la mesa, a volver a jugar. Ya no se juega más, dice el padre de B…Después su padre camina un poco encorvado hacia la salida y B le concede espacio suficiente para que se mueva a sus anchas.  Mañana nos iremos, mañana volveremos al DF, piensa B con alegría.  Comienzan a pelear.[11]

 

   Con este final abierto nos muestran un posible desenlace trágico en el que el padre de B se enfrentará en franca desventaja a los tres hombres con los que ha jugado por horas; a esto se añade, como indicio el título del cuento “últimos atardeceres en la tierra”.  Previo a la pelea, una de las mujeres advierte a B que algo malo va a ocurrirles, que mejor se fuera.  Es evidente que en el lugar las prácticas del juego y la posterior agresión hacia los desconocidos o en este caso, al extranjero, eran común en aquellos lugares semipúblicos.

 

    La extensión del relato,  en el que ocasionalmente aparecía el ex clavadista en busca del chileno que desea jugar, divertirse y estar con mujeres da muestras de un posible acuerdo previo con lugareños que deseaban sacar provecho del desconocimiento del extranjero de los lugares y las personas con las que se relacionaba.  Hay un claro mensaje de hostilidad  del acapulqueño –probablemente el padre de B moriría en el enfrentamiento- y una denuncia hacia el mexicano que ocasiona situaciones de ventajismo.  Digamos que la victimización del extranjero es manifiesta.

 

   El cuento “Dentista” se desarrolla en Irapuato. Sin embargo, en este caso el protagonista que va a visitar a un amigo en esta ciudad se asume como mexicano, no como extranjero.

 

   Más revelador y completamente autobiográfico será el cuento “Carnet de Baile”. En él,

el narrador protagonista, que no señala su nombre, habla de su experiencia familiar; de lecturas.  Señala la llegada de él y su familia en 1965; su regreso a Chile y su posterior encarcelamiento producto del estallido de la dictadura de Augusto Pinochet.  Sin embargo, el texto, en general, es más que un cuento; es una serie de remembranzas familiares y sociales.  Para dejar más claro el carácter híbrido del discurso, el autor enumera en apartados lo que está relatando hasta desembocar en reflexiones literarias sobre gustos de unos y otros –mexicanos y chilenos- y de las filiaciones que se tienen hacia los escritores o poetas consagrados: “Los poetas mexicanos de entonces que eran mis amigos con quienes compartía la bohemia y las lecturas, se dividían básicamente entre vallejianos y nerudianos. Yo era parriano en el vacío, sin la menor duda”[12] . Se trata, pues, de un discurso más reflexivo que narrativo, aunque ambos se entrelazan.

   Es difícil definir una prosa tan heterogénea como la que se ha publicado de Roberto Bolaño. La sensación de inacabamiento, de falta de revisión de los textos, muchas veces le dan al lector la sensación de encontrarse frente a un galimatías narrativo, donde algunos personajes entran en el argumento y desaparecen sin previo aviso, o historias muy diversas se entrelazan, como ocurre con la novela ya mencionada 2666, en cuyo prólogo el editor admite que el escritor había pensado que el documento fueran varias novelas, aunque la compactaron en una sola a petición del mismo editor y de la viuda de Bolaño.

 

    La lista de los numerosos escritores que estando en México hablan del país no termina, evidentemente, con Roberto Bolaño.  El tópico de la xenofobia se oculta o sencillamente se vela, pues en los claroscuros que nos conceden nuestras experiencias, permanecer en un país es muestra de que éste ha brindado acogida, abrigo y trabajo; ingredientes indispensables para permanecer en él y quererlo.

 

 



[1] Anaya, José Vicente: En la página web www.circuitodepoesia.com . “España, aparta de mí este cáliz. Poetas del exilio español en México. Revisado el 14 de marzo 2012.
[2] Cf: “La fiel Poesía de León Felipe”. La Jiribilla. Rodríguez Rivera, Gullermo. EN www.rebelion.org/noticia.php?id=33081. Consultado el 15 de marzo del 2012.
[3] “Los Refugiados y el derecho” Arnaiz Amigo, Aurora. En www.juridicas.unam . Consultado el 15 de marzo de 2012
[4] Cf: http://www.poema-de-amor.com.ar/mostrar-poema.pah?poema=5700 . Consultado el 16 de marzo de 2012
[5] Del poemario Gotán. Cf: www.sololiteratura.com/gel/gelpoelamento.htm . Consultado el 17 de marzo del 2012.
[6] Correa Mujica, Miguel.Cf: http://hometown.aol.com/correamcorrea/idex.html . Consultado el 17 de marzo del 2012.
[7] Cf: W http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bolaño . Consultado el 18 de marzo del 2012.
[8] Bolaño, Roberto. 2001. Putas Asesinas. Cuento: “Gómez Palacio”. Editorial Anagrama. Barcelona.
[9] Op. cit. Página 232
[10] Op cit. P. 250.
[11] Ídem. P.252.
[12] Op. cit. Página 401.

lunes, 13 de mayo de 2013

La creación literaria


Los talleres de Creación Literaria como instrumentos de Enseñanza, apropiación y enriquecimiento de las lenguas



 

Introducción

La enseñanza del idioma materno, aquel que usaremos a lo largo de nuestra vida para comunicarnos, pasa también por la experiencia de la escritura y de su uso correcto, que difiere considerablemente del lenguaje hablado, de lo coloquial. Es además un ejercicio complejo que involucra muchos factores de diversa índole: lingüística, social y cultural, entre otros.

   Una vez superada la enseñanza primaria, secundaria y preparatoria, donde los estudiantes deberían asentar las bases más firmes para desenvolverse con su idioma y manejarlo con mayor perfección, viene – aunque no para todos- la experiencia universitaria. En ella la educación se enfoca hacia la especialización; la universidad les dará a los jóvenes las herramientas para desenvolverse profesionalmente. Sin embargo, esta especialización no excluye el fomento permanente del uso del idioma. Los docentes que nos ocupamos de esta labor, nos encontramos con  un universo estudiantil diverso y disímil. Nuestro objetivo será no solo enseñarles a escribir correctamente, sino también atraerlos y estimularlos a que sean ellos mismos quienes se ocupen del fomento de la escritura adecuada e incluso estéticamente atractiva.

 

Los cambios que se han venido desarrollando en las universidades en la última década han alentado los intercambios de los estudiantes para asistir a distintas   facultades, a otras licenciaturas e incluso a diferentes  universidades. El llamado Curriculum Flexible, que tantos quebraderos de cabeza dio a los trabajadores de Control Escolar, ha ido superando sus limitaciones –aunque no todas las que desearíamos-, para conceder mayor ductilidad al proceso de selección de asignaturas y de espacios  donde serán cursadas. A raíz de la puesta en marcha de este Curriculum Flexible, los coordinadores de las licenciaturas se dieron a la tarea de orientar a los docentes para la transformación de las asignaturas ahora llamadas “unidades curriculares”.

 

   Entre las nuevas unidades de la licenciatura en Comunicación donde imparto la docencia desde hace más de una década,  estaría “Creación literaria”, diseñada con el ánimo de “presentar al alumno un panorama general de las principales categorías literarias y buscar abordar la lectura de obras de modo que el estudiante sea capaz de comprender, analizar y criticar textos desde una perspectiva tanto literaria como social”. Se trataba, pues, de establecer un acercamiento entre el alumno y la literatura, no sólo con la lectura y análisis de obras de ficción, de lírica y de drama, sino también  a través de una apropiación por parte de los estudiantes del ejercicio literario, esto es, de una escritura con características y rasgos literarios.

 

Recorrido pedagógico

De todos es sabido la deficiencia que presentan los programas de la enseñanza de la literatura en la secundaria y la Preparatoria. En secundaria se le da un énfasis excesivo a la gramática, que, además, muchas veces ni los mismos maestros la comprenden a cabalidad, de tal forma que la trasmisión del conocimiento será deficiente y muy árida. Las lecturas son recopiladas en antologías; el estudiante apenas tendrá contacto con fragmentos de obras que podrían interesarle pero a las que no tiene acceso. Lo mismo ocurre en la Preparatoria. De nuevo el uso de las antologías da un panorama incompleto de las corrientes literarias a estudiar y de las obras escogidas. No hay pues un contacto ameno e interesante del estudiante con la literatura. La impresión que se llevan, en general, es la de asociar literatura con aburrimiento, con solemnidad, con incomprensión. Es la misma impresión que se tiene respecto a la lectura.

 

  Según un estudio difundido en Diciembre de 2002  por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), intitulado Programa para la Evaluación de Estudiantes Internacionales, PISA, por sus siglas en inglés, México ocupó el penúltimo lugar en lectura y conocimientos de matemáticas y ciencia.  Ese mismo programa elaboró una escala de aptitud para la lectura a fin de conocer el desempeño de los estudiantes a través de varios aspectos de la misma con una puntuación promedio de 500 puntos, que se dividió en cinco niveles de dominio.  En lo que toca al nivel promedio de desempeño en lectura -e inequidad relacionada con el entorno socioeconómico- es igualmente ilustrativo que en el promedio de la OCDE de 500 puntos se ubicaban países como los Estados Unidos, Francia y Dinamarca, pero rebasando ese promedio en 50 puntos más, o muy cerca de él se encontraban Finlandia, Canadá y Corea.  Nuestro país se ubicaba poco más arriba de los 400 puntos, en un nivel similar al de Argentina, Bulgaria y Tailandia.[1] 

   Naturalmente, no puede desconocerse que el problema del acceso y aprendizaje de la lectura, su mantenimiento como habilidad, su fomento y su desarrollo están relacionados con un conjunto amplio de factores socio culturales, económicos y hasta políticos, lo que le da una particularidad singular según sea el caso considerado. Otros fenómenos culturales también deben tomarse en consideración; por ejemplo, los hábitos de consumo alimentario, pues de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática[2], los Censos Económicos de 1999 mostraban que el consumo de libros por vivienda en promedio anual era de 215 pesos, erogación que se consideró muy baja si se toma en cuenta que se estableció como base de comparación el valor de la producción de libros sin pasar por el sector comercial.  En cambio, la compra anual de refrescos por vivienda, con la misma base de comparación, representaba un gasto de 1 826 pesos.

   Un fenómeno que destaca en esta problemática es que la mayoría de los estudios se han enfocado a conocer la problemática de la lectura en los estudiantes de los niveles educativos: preescolar, elemental, medio, y medio superior, mientras que para el nivel licenciatura son significativamente menores.  Esto parece derivar de una lógica particular. 

   No se puede negar que en el medio universitario se lee; pero tampoco se puede afirmar que se trata de un hecho homogéneo o que la lectura sea siempre abundante y de calidad.  En varias carreras universitarias la lectura es practicada como una obligación más que como una afición.  En ciencias sociales y humanidades se exige una lectura constante, pero frecuentemente ésta se limita a los libros de texto del curso considerado, o a los apuntes proporcionados por los profesores, aunque es significativamente parcial: la que se limita a un solo libro de texto, a las antologías, a las fotocopias de capítulos de libro, o peor aún, a los fragmentos de libros; un poco más adelante insistiremos sobre estas prácticas.

 

   En cambio, en áreas como las Ingenierías, Las Ciencias Agrícolas o las Biológica, la lectura se vuelve todavía más selectiva y los procesos de enseñanza aprendizaje enfatizan sobre actividades prácticas, de manera que fuera de los textos indispensables, no hay mayor lectura.  Algunos universitarios expresan que el problema radica en la falta de tiempo para hacerlo y llegan a justificar su alejamiento de los libros señalando que prefieren otros entretenimientos como escuchar música o practicar algún deporte. 

   Esto es, igualmente, otro hecho de la realidad; practicar la lectura exige que se dedique tiempo a ello y en esta materia nos enfrentamos a hábitos muy variados.  Hay quienes leen solamente por las mañanas; otros, en el transcurso del día.  Algunos prefieren hacerlo por las tardes, cuando las actividades principales han concluido.  Otros más escogen la noche, antes de dormir; incluso, leer en la cama, con lo que la lectura se toma y se le transforma en soporífero; y todavía hay quienes prefieren hacerlo cuando a mitad del reposo nocturno se despiertan.  No tomaremos en consideración aquellos casos en que se opta por leer sólo los fines de semana, o cuando se viaja, o durante los periodos vacacionales, etc., porque eso nos llevaría a variables profundas, pero es evidente que el factor tiempo es clave en los fenómenos de la lectura.  Joëlle Bahloul, etnóloga francesa y profesora de antropología social en la Universidad de Indiana, señala al respecto:

 

   “…En realidad, el tiempo que se consagra a tal o cual entretenimiento es considerado como tiempo activo si se inscribe en la lógica de la socialización de los lectores; la “poca lectura” parece residir en el aspecto no rentable, no beneficioso del tiempo que se le dedica.  La lectura no se considera una actividad de acumulación de ganancia simbólica o social, no puede ser objeto de una programación de tiempo específico.  La lectura es “poca” porque no se sostiene en interacciones que ella misma no está en  condiciones de reproducir.  El tiempo que se le asigna es un tiempo marginal en relación con el dedicado a la reproducción de los vínculos sociales habituales…”[3]

 

   Para algunos autores, como Emilia Ferreiro, el problema de la educación y las prácticas de lectura en el nivel universitario presenta igualmente muchas discontinuidades:

 

   “…El problema es complejo: sabemos que los países no se desarrollan si la proporción entre universitarios y estudiantes de educación básica no mejora.  Con la proporción actual es impensable que tengamos la cantidad de técnicos y científicos que este país necesita.  Pero además, si la educación básica no es de calidad, luego tendremos que poner “parche sobre parche” y generar prácticas tan abyectas como los talleres de redacción en las universidades.  Esto es aún más alarmante porque los que llegaron a la universidad son la selección de la selección de la selección; si los universitarios no saben leer y escribir correctamente, ¿cómo estarán los que se quedaron en el nivel de la educación básica?...”[4]

 

   Llamar “abyecto” a la formación de talleres para una mejor redacción creo que va en demérito de una práctica muy útil y muchas veces necesaria para cubrir las deficiencias que, desafortunadamente, se van arrastrando desde la escuela primaria y que deben ser superadas. De allí la importancia que ha venido cobrando la asignatura de Creación Literaria.

 

Metodología y práctica en Creación Literaria

   Aunque se trataba inicialmente de un acercamiento más bien teórico de la literatura, con la práctica se le dio más énfasis a la escritura de ficción, sin dejar de lado los conocimientos teóricos acerca de la literatura, y, sobre todo, la lectura de novelas, cuentos, poemas y obras dramáticas, atractivos para los estudiantes.

   Cuatro horas a la semana fueron divididas en actividades muy diferentes. Las primeras dos horas se daban la teoría literaria, el estudio de la historia de la literatura y de algunos teóricos que tratan de definirla y comprenderla. Las otras dos horas los estudiantes leen sus textos previa explicación del docente. El uso de manuales o libros especializados en la materia es muy útil para el docente que pretende enseñar con la práctica. En particular uso el texto El arte de la redacción profesional. Teoría y Práxis. De Basilio Tejedor, publicado por la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Venezuela, en el año 2000. Se trata del resultado de la experiencia docente universitaria que el autor ha desarrollado a lo largo de décadas con estudiantes que recién se incorporan a la vida universitaria. El libro aborda una serie de consideraciones sobre la redacción expositiva para más adelante explicar no solo los usos adecuados de los signos de puntuación; también se detiene en la ortografía, la acentuación;  en usos sintácticos incorrectos y en las conjugaciones verbales. Añade ejercicios ortográficos, de acentos y de signos complementarios de la escritura (guiones, paréntesis, comillas, interrogación y exclamación…).

 

   Basilio Tejedor recomienda que el docente deje muy bien definidos los estilos elocutivos –narración, descripción, diálogo y ensayo- a los estudiantes. Para ello no solo se tomará en cuenta la explicación sino, sobre todo, que ellos describan, narren y desarrollen diálogos y ensayos. Aunque pareciera una actividad muy obvia, muchas veces he encontrado que los  estudiantes confunden  estilos elocutivos muy diferentes, por ello es necesario que se dedique más de un mes a cada uno de ellos. Redactar cuatro narraciones o cinco, desarrollándola en una cuartilla es experiencia suficiente para superar las confusiones que puedan enfrentar. Los jóvenes escriben sus cuartillas en casa y en clase se leen en voz alta a sus compañeros para, acto seguido, hacer comentarios sobre las impresiones que nos ha dejado el texto que escuchamos.

 

   Las opiniones de los compañeros deben ir encaminadas a exaltar lo literario por sobre lo demás. Por ello, una vez terminada la actividad el docente dedicará también tiempo para explicar figuras literarias que, más tarde, los estudiantes incorporarán a sus textos. Por ejemplo en las descripciones se les pide que haya dos sinestesias, dos o tres metáforas; otras veces hacemos ejercicios en clase, escribiendo, por ejemplo, en asíndeton (oraciones yuxtapuestas) o en polisíndeton (oraciones enlazadas por las conjunciones y, o).En el caso de la poesía, ejercicio de mayor dificultad, puede practicarse la escritura de “el cadáver exquisito” que tanto utilizaron los poetas surrealistas. Siempre debe haber por parte del docente actividades motivadoras en las que, más adelante, los estudiantes verán los frutos.

 

Los argumentos:

Entre las mayores dificultades que se encuentran en una asignatura donde la creación es lo primordial, estaría la estimulación al alumno para realizar un trabajo de creación adecuado, evitando los plagios. La clave muchas veces se encuentra en ofrecer ideas novedosas. Se cuenta, por ejemplo, que Julio Cortázar tenía una plancha de corcho en la que colocaba titulares de periódicos con noticias insólitas, de las que después era capaz de escribir sus famosos cuentos de literatura fantástica. Los finales inesperados, el uso de la intertextualidad, es decir, la influencia de otros textos en el relato que estoy desarrollando y que logro re-apropiarlo, es un bueno motivo para que los jóvenes no sientan la aridez de la búsqueda obstinada de la originalidad.

   Transcribo algunos párrafos de un estudiante que, en ejercicio intertextual, tomó la figura del gran escritor Edgar Alan Poe:

 

Ese día se levantó más temprano que de costumbre, se lavó el rostro tan bien como sus manos se lo permitieron, se vistió con la camisa blanca, obsequio de Virginia, quien yacía recostada en la cama, se colocó el sombrío yugo de Hell, y con la nostálgica capa negra del cadete salió a la calle. Las sombras en sus ojos se pronunciaban aún más en sus prolongada frente, signo de la ausencia de sueño y descanso, su cuerpo pesado, tendido sobre la gravedad le rozaban el hombro derecho contra las paredes y ornamentas de la ciudad, los árboles bailaban con tristeza un tango luctuoso, susurrando entre sus ramas “Eddie”.

El bello texto del joven estudiante es una muestra de las grandes habilidades que poseen y que no siempre se sabe explotar. Así también copio un párrafo de otra estudiante que en su ejercicio de intertextualidad tomó la historia de Alicia en el País de las Maravillas:

                            

Alicia, nuestro viaje al casino te afectó. Jugaste a las cartas toda la noche y decías que te hablaban, pero eras tú la que hablaba con ellas, decías que te perseguían, que te harían un juicio y te llevarían ante una reina. Ay, Alicia, no creo que no recuerdes todo el dinero que ganaste con tus “cartas parlantes”. Te olvidas de que con ese dinero comimos en el mejor restaurante. Fuiste sumamente exigente al pedir conejo al horno, conejo blanco y gordo, dijiste, y no estuviste contenta hasta que te llevaron a la cocina a verificar que el conejo fuese blanco y no de cualquier otro color…Me asustó tu obsesión por los conejos blancos y peludos. Eres rara, Alicia. Eres muy rara.

 

 Los inicios suelen ser los más difíciles, por ello, cuando comienzan a ejercitarse en la descripción, se les sugiere describir a alguien muy importante en sus vidas; que lo físico vaya entreverado con la personalidad o con sus virtudes y defectos; igualmente con el ensayo se les anima a que el primero sea una reflexión sobre lo que para ellos es la vida, desde una perspectiva filosófica personal.

Una vez adquirida la destreza de distinguir los estilos elocutivos, se les anima a escribir un cuento  donde puedan incluirlos todos.

 

Conclusiones

 

   En materia de educación superior se han identificado cuatro condiciones para que se produzca el aprendizaje significativo: en principio la motivación, es decir, el hecho de que el alumno tenga real y verdadero interés por estudiar una materia determinada o formarse en una disciplina particular.  Esta condición puede nacer del propio alumno, pero también puede ser inducida exteriormente por factores diversos, como el ejemplo que para el educando puede representar un académico, los ánimos de familiares o amigos para que un alumno se oriente en determinada dirección, etc.  En seguida, debe tomarse en cuenta la comprensión del material de estudio.

 

    Cuando no hay formas de que la comprensión de ese material se produzca, es evidente que el alumno no podrá formarse adecuadamente.  Por ello es importante dosificar los contenidos de las asignaturas bajo el principio de conocimientos antecedentes y conocimientos consecuentes.  No hay peor manera que propiciar el caos, permitiendo que se avance sin orden ni concierto en los currículos escolares.  La tercera condición es que el alumno tenga participación activa no sólo en el aula sino también en la toma de decisiones.   Como se ha visto a lo largo de estas páginas en el desarrollo de la asignatura Creación Literaria.

 

   Finalmente, la cuarta condición es que los conocimientos, habilidades y destrezas que adquiere el alumno en la escuela puedan aplicarse, o que se pueda utilizar la información acumulada en la solución de problemas reales. Creo que el sistema y la metodología que se impone en la asignatura así lo permiten.

 

   A lo largo de la década en que impartí la asignatura, he tenido la satisfacción de ver los avances que los jóvenes alcanzan al escribir no solo mucho mejor sino incluso con estilos adquiridos y muestras de expresiones bellas, literariamente bien logradas; con un trabajo del lenguaje de nivel superior. Es además, una experiencia que permite ver la necesidad de la participación activa de los jóvenes. Que no sean meros espectadores, sino el centro de atención, para que, el docente de alguna manera se borre y prevalezca la mirada orientadora, no el gesto del “Magister dixit”.

 

Lo aprendido en la escritura permite la mejoría en la oralidad y despierta el entusiasmo del estudiante hacia la literatura, disociándola de la sensación de aburrimiento o de inutilidad que tantas veces erróneamente se ha trasmitido. Es pues una experiencia única que no me canso de ejercitar.

 

 

 

 

 

 

  

 

 



[1] Cf. Base de datos del Proyecto PISA de la OCDE 2003; cuadros 2. 1ª;  3.3 y 6.10.  En dirección electrónica en Internet: http://www.planlectura.es/01desarrolllo-del-plan.html
[2] Cf. INEGI: Censos Económicos 1999.  En página electrónica en Internet: http://www.inegi.gob.mx
 
[3] Bahloul, Joëlle: Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre los “poco lectores”. FCE, México, 2002, Colección Espacios para la lectura, Primera edición en español, México, (Primera edición en francés: 1998), p.86. 
[4]  Quinteros, Graciela (Ed.): Cultura escrita y educación.  Conversaciones con Emilia Ferreiro. FCE, México, 1999, Colección Espacios para la lectura, pp. 224-225.