La semana pasada estuve en un Congreso de Literatura. Los que todavía pensábamos que las bellas artes y las humanidades permanecían al margen de ambiciones económicas y mantenían un relativo altruísmo, propio de su condición elevada y prácticamente espiritual, ya habíamos entendido que el capitalismo a ultranza no permite tales deslices. Sin embargo éste último congreso en el que participé me ha mostrado abiertamente que nuestra profesión encaja descaradamente en el modelo neo-liberal más puro.
Llegas al congreso; haces una fila interminable porque los organizadores están realmente desorganizados y no logran agilizar los procesos de pagos y expedición de recibos. Entregas una cifra realmente alta para poder participar como ponente; es decir, pagas para poder mostrar a otros lo que has venido trabajando. Más adelante, además, debes reducir tu lectura a quince minutos. No importa desde cuál lugar del planeta te hayas trasladado: tienes sólo quince minutos para mostrar el producto de días o meses de investigación. ¿Eso es un congreso? ¿Dónde quedó la honestidad y la ética que debe acompañar a todo profesional, a todo estudioso que aprecie la Academia?