martes, 24 de septiembre de 2013

EMERGENCIA DE LA NOVELA NARCO EN MÉXICO


 

 Guadalupe I Carrillo T

   Lo que hoy se conoce como la novela narco tiene características bien diferenciadas: la violencia de su mundo, la abyección en sus más variadas perversiones como atmósfera y recurso predominante y los hechos que protagonizan sus personajes: de  nobleza inusitada en ocasiones, las más de las veces de una terrible animosidad hacia la maldad por sí misma o por venganzas implacables, la emparentan con la llamada novela negra, con abundante presencia de las características propias de la novela policial.

   Ambos géneros[1] -o subgéneros, como también se le clasifica- poseen la célebre paternidad de Edgar Alan Poe, que elabora el perfil del hábil investigador Auguste Dupin, categoría recurrente en otros autores del género, como es el caso del famoso Sherlock Homes. Algunos críticos se remontan  a la novela gótica como  antecedente de lo que será la novela negra; en definitiva se trata de una misma raíz, el crimen –el mal, como consecuencia-  y diferentes matices en la elaboración argumental: en unas ocasiones la búsqueda de asesino –novela policial- en otras el interés por resolver asesinatos –novela enigma- y las más de las veces por la representación de la sordidez que se enquista en personajes, acciones y espacios: novela negra.

  En su  primera época la novela negra estuvo más  vinculada con la investigación de crímenes, propia del género policiaco; con los años ampliará sus fronteras a medida que se adentra en el siglo XX y su  modernidad, caracterizada especialmente por el crecimiento urbano. Ciudades grandes, unidas al abandono sistemático del campo, dan como resultado la sobrepoblación de las urbes y la pérdida de capacidad para resguardar el orden. La consecuencia inmediata es predecible: aumento de la delincuencia, mayor inseguridad ciudadana, expansión de la pobreza; todo ello entreverado por  la corrupción de los altos y bajos mandos, que ven en el poder la mejor arma para vivir de la impunidad. Luis Carlos Cano Velásquez explica la evolución de la novela negra clásica hacia la contemporánea, enfocando su atención en el nuevo escenario de la sociedad contemporánea que afecta en la metamorfosis que sufre el detective. El investigador apunta:
  Aunque la novela negra  conserva la visión maniquea de oposiciones contradictorias    características de la modalidad clásica, su protagonista asume una función (exitosa en cuanto a la solución del misterio, pero fallida en el control de la corrupción) de proveer la justicia que las instituciones son incapaces de proporcionar. En el proceso de investigación, el detective se sumerge en un mundo de alienación y anarquía, persigue la verdad e, infructuosamente, intenta erradicar el mal; las sutilezas del método deductivo, de capital importancia en la narrativa detectivesca clásica, son reemplazadas por la importancia asignada a la experiencia, por un agudo conocimiento del mundo y un profundo e incorruptible sentido moral. Como resultado la novela negra afirma  la noción de que el crimen no es una aberración temporal sino un rasgo definitorio del mundo contemporáneo, más específicamente del mundo urbano…[2]

   El rasgo que caracteriza a la novela narco es justamente la aberración que señala Cano Velásquez y que se encuentra tanto  a nivel personal, como  en cada uno de los estratos sociales; por ello los argumentos detectivescos que definen a la mayor parte de la producción novelística del narcotráfico se ven atrapados por la maraña que la abyección teje permanentemente. No solamente veremos historias de asesinatos en las que se debe encontrar a la víctima; el universo que se despliega al adentrarse en el detalle, en los giros argumentales, constatan que el eje centrar alrededor del cual gira lo demás es la abyección.

   Julia Kristeva en su obra Los poderes de la perversión explica:

 

Pero había que esperar a la literatura “abyecta” del siglo XX (aquella que continúa el apocalipsis y el carnaval) para comprender que la trama narrativa es una delgada película constantemente amenazada por el estallido. Pues cuando la identidad narrada es insostenible, cuando la frontera sujeto/objeto se quebranta, y cuando incluso el límite entre adentro y afuera se torna incierto, el relato es el primer interpelado. Si a pesar de ello continúa, cambia su factura: su linealidad se quiebra, procede por estallidos, enigmas, abreviaturas, incompletudes, enredos, cortes…En un estallido ulterior, la identidad insostenible del narrador y del medio que parece sostenerlo no se narra más sino que se grita o se describe con una intensidad estilística máxima (lenguaje de violencia, de la obscenidad, o de una retórica que enlaza el texto con la poesía. El relato cede  ante un tema-grito que, cuando tiende a coincidir con los estados incandescentes de una subjetividad límite que hemos denominado abyección, es el tema-grito de dolor – del horror.  En otros términos, el tema del dolor – del horror es el último testimonio de estos estados de abyección en el interior de una representación narrativa.[3]

 

   La descripción de Kristeva sobre la narración sostenida por lo abyecto, detalla cada uno de los elementos que encontramos en la narrativa narco y que explica en buena medida la elaboración discursiva a través de un lenguaje que reproduce la jerga coloquial de sus personajes y  representa ese tema-grito que pretende atrapar subjetiva y objetivamente el dolor-horror que impregna al tópico. La oralidad se hace presente en gran cantidad de narconovelas, vinculándola con un realismo exacerbado en donde se pretende reproducir un mundo y unos hechos que parecieran inverosímiles y que superan los límites de lo posible en el comportamiento humano.

  El discurso de las narconovelas abunda en coincidencias entre unos autores y otros; por ello haremos uso de una taxonomía de orden estético a través de la cual podamos mostrar un panorama amplio de títulos que nos permita tener nociones de conjunto respecto a lo que hoy podemos clasificar como narconovelas; que no son solamente aquellas que se detienen en el narcotráfico como tema central; a esto se ha añadido la composición de un lenguaje desgarrado,  la presencia de protagonistas con perfiles conductuales semejantes, y el desarrollo de argumentos viciados de violencia, muerte y derrotas personales; tanto las acciones como el desenlace de las mismas se ven impregnadas permanentemente de la presencia del mal como rasgo definitorio, de allí que muchas veces nos encontramos frente a ambientes y situaciones exacerbadas y al borde de abismos interiores que rayan en la pérdida de la razón.

 

Realismo y voz

 Para establecer una mirada de conjunto que nos permita tener una visión clara y más completa de la producción narrativa sobre el narcotráfico, y previa lectura de un número abundante de novelas, podríamos clasificarlas en dos bloques. Uno, el más abundante, no sólo por la afluencia de las novelas sino por el éxito en su recepción y en sus dividendos editoriales, serían aquellas obras escritas y publicadas prácticamente todas en la primera década del siglo XXI por jóvenes promesas, o por escritores ya en su madurez. En su mayoría son intelectuales erradicados en los estados del norte de México (aunque también nos encontremos con otros que viven y laboran en el centro del país) que en definitiva pretenden mostrar el flagelo en el que viven cotidianamente el ciudadano común.

  El afán de denuncia –sin que por ello medie un tono moralizador- va de la mano de una inclinación hacia el realismo que en ocasiones podría tornarse desmedido. Lo vemos fundamentalmente en el uso de la oralidad muy apegada a como se concebía en las novelas regionalistas de mediados del siglo XX y ya en desuso. En aquel entonces se pretendía reproducir el habla campesina; ahora la del bato callejero, la del matón a sueldo que habla con vulgaridades, que es hijo de la ciudad y de sus bajos fondos, que pertenece a una zona del país asfixiada por la violencia.

 
   En este tenor leímos a uno de los más controvertidos autores; me refiero a Elmer Mendoza, escritor prolífico que ha recibido reconocimientos de carácter internacional. Su  novela, Un asesino solitario (1999) publicada por Tusquets Editores en 1999, fue la primera que salió al mercado editorial con el tópico del narco; sin embargo ella cuenta con un antecedente célebre, la novela Complot Mongol, publicada en 1969 y escrita por Rafael Bernal, considerada por la crítica como “la novel inaugural del género policiaco en México”[4] según palabras de Claudia Sánchez Quiroz en su reseña al libro de Bernal. La obra de Bernal se desarrolla en la Ciudad de México, en sus barrios céntricos. El protagonista, Filiberto García es un veterano de la Revolución mexicana; encarna al matón a sueldo, frío, implacable a la hora de matar y decidido a perder la vida si es necesario para cumplir con su cometido; el mundo del espionaje y de las drogas es el catalizador que mueve los hilos argumentales y configura el perfil de sus personajes.  La novela, editada por Joaquín Mortiz, agrupa estructuras semejantes, tipologías o argumentos que siguen el mismo esquema narrativo de la novela policial; además de la presencia de expresiones coloquiales llenas de tipicismos mexicanos que repetirán después Elmer Mendoza y muchos que siguieron esta línea estilística y argumental. En entrevista concedida al diario el País de España el 26 de septiembre del 2011, Mendoza reconoce la influencia que ha tenido la obra de Bernal en su narrativa y en el trabajo del lenguaje.

 En la primera novela de Mendoza –Un asesino solitario- , y  través de la voz del narrador protagonista, en un tono de oralidad urbana, haciendo uso de los modismos regionales de la zona norte del país –Culiacán, Sinaloa- vemos de forma indirecta, como si asistiéramos a una radionovela, y de la mano de una voz, parte de la vida de Jorge Macías, sicario a sueldo al que se le encarga el asesinato del candidato en turno.

   Con el tenue disfraz de cambios de nombres y lugares, al autor implícito permite que nos ubiquemos en el México de los políticos corruptos y de la supremacía de los cárteles de la droga en los espacios más poderosos.  La historia la desmenuza el protagonista de la novela desde una perspectiva vacua. Jorge Macías, asesino a sueldo y antiguo guarura del presidente, se le encarga que mate a Luis Donaldo Colosio, tarea que lleva a cabo con absoluta inescrupulosidad; sin remordimiento ninguno cuenta la historia de cómo realizó este asesinato y todos los que le pedían; es una confesión que adquiere visos de testimonialidad, pues sólo escuchamos su voz, su punto de vista, su vida desaliñada es el producto del contacto con la ferocidad y el horror. A través de  un único foco narrativo  se construye una atmósfera que va del cinismo al humor negro. Vemos el lenguaje de violencia del que habla Julia Kristeva líneas arriba traducido en un recurrente soliloquio; el interlocutor, siempre ausente, permite que el protagonista desarrolle su locuacidad que raya en la verborrea ramplona, propia de un individuo sin instrucción. Transcribimos algunas de sus intervenciones:

Tratando de entender a la pinche vida eché un lente por el lugar, que Cifuentes y sus compañeros ya habían inspeccionado, el guarura más guapo del mundo y el destripador eran una sola masa roja, estaban encimados, bien chilo; ¿Es cierto que murió el jefe H? pregunté, Los hombres como el jefe H no mueren, pendejo, gritó Jiménez bien encabronado.[5]

   El tono coloquial, con lenguaje soez logra esa condición de lenguaje horror- dolor; sin embargo éste se presenta a lo largo de toda la obra, convirtiéndose en un discurso tedioso e incluso redundante; esto explica la controversia que en intelectuales y críticos se ha venido presentando, con opiniones muchas veces encontradas. En la Revista Letras Libres, por ejemplo, con fecha de septiembre del 2005 el crítico Rafael Lemus arremete agriamente contra la narco novelas en un artículo intitulado “Balas de Salva. Notas sobre el narco y la narrativa mexicana”.  Lemus explica:

Una narrativa sobre el narco, una estrategia ordinaria: costumbrismo minucioso, lenguaje coloquial, tramas populistas. El costumbrismo es, suele ser, elemental. A veces excluye, casi completamente, la invención, como si la imaginación no pudiera agregar nada a la realidad. La prosa es, intenta ser, voz, rumor de calles. Hijos bastardos de Rulfo, sabemos que nada hay más artificioso que registrar literariamente el habla popular. Todos se empeñan en esa tarea, algunos entregados a un fin dudoso: recrear una prosa idéntica al lenguaje coloquial, aun si ésta no es literariamente pertinente. Las tramas son, suelen ser, convencionales. Una idea parece sedarlas: ya es demasiado perturbador el contexto, demasiado brutal la violencia, para aparte crear tramas delirante.[6]

   El tono despectivo que invade el comentario de Lemus, le resta seriedad o credibilidad, aunque la descripción de las categorías de la que echan mano los escritores no estén lejos de las que él registra; de allí que al mes siguiente hubiese una respuesta escrita por Eduardo Antonio Parra, uno de los novelistas del tópico, rebatiendo los planteamientos del primero. Con mayor decoro Parra trata de explicar el por qué del realismo, o de los coloquialismos de la narrativa narco; el autor detalla que la tendencia al tópico procede de una realidad padecida permanentemente, y no recibida a través de los medios de comunicación. Sin ir a los extremos, efectivamente, muchos de los recursos estilísticos y temáticos que emplean los narradores, responden al afán de recrear literariamente lo que rodea al universo narco. El mismo Mendoza, en la entrevista concedida al diario El País y ya comentada líneas arriba, reconoce: "Parto de un lenguaje callejero, del lenguaje que no tiene a veces mayor explicación que la arbitrariedad. Sin embargo, al principio me gustaba mucho desbocarme, ahora creo que me autoregulo lo suficiente."
 
   Elmer Mendoza tuvo un éxito abrumador con la publicación de esa primera novela, de tal modo que en 2001 TusQuets Editores presenta El amante de Janis Joplin que según algunos críticos es considerada la novela en la que se “explora  el mundo de las víctimas sin redención”. Su protagonista, David, en clara alusión al bíblico joven David que lucha contra Goliat, es un serrano humilde  con una gran habilidad en el lanzamiento de piedras a gran distancia, su puntería es envidiable. Sin embargo comete el error de acercarse a la amante del capo Rogelio Castro, que lo agrede al verlo cerca de su novia. Para defenderse David le lanza una piedra que acaba con la vida del capo. Esto lo lleva a huir de su territorio; a partir de ese hecho los azares de David se presentan velozmente. Entre ellos tiene un encuentro sexual con la famosa cantante Janis Joplin, conocida por el gusto que tenía de tener relaciones con desconocidos a quienes no volvía a ver.

   La composición argumental va de la mano, de nuevo, de un lenguaje coloquial confuso, en el que David escucha una voz interior que constantemente lo reta a realizar actos desproporcionados; el lenguaje de los delincuentes se reproduce sobradamente. A continuación una pequeña muestra: ¿Qué bronca, carnal?, No voltees, síguete derecho hasta el Zapata ¿por qué ?No hables y no seas culón. El Cholo avanzó hacia el boulevard al tiempo que intentaba  reconocer al intruso pero sin fortuna: ¿Qué onda, carnal, quién eres? Cállate y sigue como te ordené. En cuanto llegaron al Zapata, y antes de que el Cholo pudiera impedirlo, el tipo se bajó y fue reemplazado por el Chato, que cargaba una maleta negra. Quiubo, pinche Cholo,¿te cagaste? El Chato vestía mezclilla  y sonreía bajo la sombra de una gorra beisbolera, Tú y tu socio me cagan lo que tengo entre las piernas, güey, y que sea la última vez que me haces este numerito”.

   El comportamiento del personaje que raya literalmente en el retraso mental, es sublimado cuando lo apresan y, pretendiendo matarlo previa castración, él se niega a semejante indignidad y se lanza al mar.  La ingenuidad del personaje es su redención. El antihéroe se transforma y cobra la fuerza necesaria para valorarlo.

   En 2004 le publican Efecto Tequila, la misma editorial que en 2007 le otorgan el premio Tusquets Editores de Novela a su obra Balas de Plata. La prueba del ácido, publicada en 2010, es uno de sus últimos títulos en el que se mantiene la temática narco, incluyendo la ingerencia del ya famoso detective Edgar, El Zurdo Mendieta, protagonista de la novela anterior,  a quien se le asigna el caso del asesinato de la bailarina Mayra Cabral de Melo; el estilo coloquialista de Mendoza, ya más atemperado, no pierde, sin embargo, el abuso de una oralidad abyecta y degradante.

   El éxito editorial explica en buena medida la prolífica publicación no sólo de Elmer sino de un sinnúmero de títulos. Entre ellos citamos algunos representativos: Malasuerte en Tijuana de Hilario Peña (2009); Tiempo de Alacranes de Bernardo Fernández, Premio Semana Negra de Gijón en 2005. Al otro Lado, de Heriberto Yépez,  publicado por la editorial Planeta en 2008. ¿Y     qué fue de Bonita Malacón de José Dimayuga, (2007). Jesús Malverde. El santo Popular de Sinaloa escrito por Manuel Esquivel y publicado en 2009 por la misma editorial Jus; la novela es una   épica de Malverde, convertido en una suerte de Robin Hood mexicano que luchará a brazo partido por ayudar a los más pobres, quitándoselo a los ricos.  El Cerco, de Juan Antonio Rosado, publicado por la editorial Jus en 2008.  La mayor parte de las novelas citadas utilizan la técnica de la heteroglosia generando una suerte de polifonía de voces que enriquecen el texto a nivel argumental y que hablan del énfasis por rescatar la vida de la gente de a pie y sus vicisitudes.

   A la par de estas novelas, a las que podríamos clasificar de la nueva narrativa popular urbana que coinciden en la oralidad, en los argumentos, en la presentación de personajes anti heroicos y en la descripción en profundidad del mundo de sicarios, capos o consumidores consuetudinarios de la droga; encontramos el segundo grupo de novelas, en ellas observamos un mayor  apego a técnicas tradicionales en la construcción espacial y temporal y en una mirada omnisciente de los sucesos; entre ellas encontramos a la ya célebre  La Reina del Sur[7]  de Arturo Pérez Reverte, autor español que estudió a detalle los hechos del narcotráfico en México y que ha tenido un éxito editorial incuestionable.   Aborda con mayor detalle el tema de la sorpresa, del misterio de las tramas

   Crimen de Estado escrita por Gregorio Ortega Molina, en el que se revela las implicaciones de la cúpulas de poder en la fuerza del narcotráfico y sus cárteles; la obra fue publicada en 2009 por Plaza y Janés sigue esta misma línea estética, así como el libro de relatos La Santa Muerte (2003) y Sicarios  (2007) escritos ambos por Homero Aridjis  y publicados por Alfaguara; La esquina de los ojos rojos (2006)  -publicado también por Alfaguara- de Rafael Ramírez Heredia, escritor de fama nacional. Los trabajos del Reino de Yuri Herrera, que ganó el I Premio Otras voces, otros ámbitos, fue publicado por primera vez en 2004; la novela fluctúa entre el despliegue de un lenguaje más bien poético, las más de las veces,  y  la presentación de la simpleza y bajeza de muchos de los personajes que abundan en el narcotráfico. 

   Como podemos apreciar cada vez se van sumando más editoriales de prestigio a la publicación de novelas narco. Planeta, Plaza y Janés, Tutsquet…muestran abiertamente la política que hoy tienen las editoriales: el lema es vender, vender y vender. Incluso vemos más escritores con alto nivel intelectual que se interesan en escribir acerca de la temática, aunque no sea en el género novelístico. Un ejemplo lo vemos con la obra de  Sergio González Rodríguez, prestigioso periodista mexicano escribió El hombre sin cabeza en 2009. Encontramos en su texto la hibridez de géneros entre el documental y el tono muchas veces lírico que imprime el autor a algunas de las anécdotas narradas, y el carácter protagónico con que se ubica al contar  testimonios personales; el texto es un estudio muy bien documentado de las últimas prácticas que los grupos delictivos han llevado a cabo para dar fin a la vida de sus víctimas: la decapitación, la tortura, el desollamiento, entre otros, muestran la cara más perversa que invade al mundo del narcotráfico y que se ha impuesto como práctica común.

  Aunque establecimos categorías en el estudio de las novelas con temática narco como una medida pedagógica y analítica, considero que la calidad estética, los procedimientos narrativos y el esfuerzo literario deben verse en  cada uno de los textos de manera individual.  No podemos descalificar o redimir masivamente.  La época de los dictámenes dogmáticos ha caducado y  estas obras nos muestran otra vez la versatilidad que se desprende de la literatura como expresión artística.  Las coincidencias nos ayudan a tener una mirada de conjunto, sin perder por ello el valor de cada una.

                                                          BIBLIOGRAFÍA

Dimayuga, José. 2007. Y qué fue de Bonita Malacón. Editorial Jus. México.

Esquivel. Manuel. 2009. Jesús Malverde. El santo popular de Sinaloa. Editorial Jus. México.

González Rodríguez Sergio: 2008. El hombre sin cabeza.  Anagrama.  Crónicas, México.

Fernández, Bernardo. 2005 Tiempo de Alacranes. Editorial Joaquín Mortíz. Premio Semana Negra de Gijón. México DF.

Hernández, Anabel. 2010. Los señores del narco. Editorial Grijalbo. México.

Kristeva, Julia. (1988). 2004. Los poderes de la perversión. Siglo XXI Editores. Argentina.

Mendoza, Elmer. 1999. Un asesino solitario. Fabula. Tusquets Editores, México.

_______________. 2001. El amante de Janisn Joplin. Colección Andanzas. Tusquets Editores. México.

_______________. 2004. Efecto Tequila.  Colección Andanzas. Tusquets Editores. México.

_________________. 2008.  Balas de Plata. Premio Tusquets Editores de Novela. México.

_________________. 2010. La prueba del Ácido. Editorial Tusquets Editores. México.

Pérez –Reverte, Arturo: La Reina del Sur.  Punto de Lectura, México, Quinta reimpresión, 2008.

Ravelo, Ricardo. 2007. Los Narcoabogados.  Debolsillo,, Primera reimpresión, México.

_____________. 2009. Osiel.  Vida y tragedia de un Capo. Grijalbo, México.

_______________.2007. Crónicas de Sangre.  Cinco historias de los Zetas.  Debolsillo, México, 2007.

 

_______________. 2008. Los capos.  Las narco-rutas de México. Debolsillo. Cuarta Reimpresión, México.

 

Reyna, Juan Carlos. 2011. Confesiones de un sicario. Editorial Grijalbo. México.

 

Ronquillo, Víctor: La Reina del Pacífico y otras mujeres del barco. Planeta, Colección Temas de Hoy, México.

Rosado, Juan Antonio. 2008.  El cerco. Editorial Jus. México.

Rotker, Susana. 2005. Bravo Pueblo. Editorial La Nave Va. Caracas.

Scherer García, Julio: La Reina del Pacífico: es la hora de contar. Grijalbo, México, 2008.

________________: Máxima Seguridad. Almoloya y Puente Grande. Editorial De Bolsillo. 2009.

________________:. 2011. Historia de muerte y corrupción. Calderón, Mouriño, Zambada, El Chapo y la Reina del Sur. Editorial Grijalbo. México.

Turati, Marcela. 2011. Fuego cruzado. Editorial Grijalbo. México.

HEMEROGRAFÍA

 

Cervantes, Sergio, “La narcoviolencia en Sinaloa”, en Historia de la violencia, criminalidad y narcotráfico en el noreste de México, Memoria del XVII Congreso de Historia >Regional, versión internacional, Culiacán, Instituto de Investigaciones Sociales/ Universidad Autónoma de Sinaloa, 2002.

Heau, Catherine: “Poder y corrido. Una reseña histórica”. Publicado en la Revista Comunicación y Política. En su versión 16. UAM: México.

---  y Jiménez, Gilberto: “La representación social de la violencia en la trova popular mexicana” publicado en la Revista  Mexicana de Sociología. Año 66, N°  4. Oct-dic . 2004.

 

Cano Velásquez, Luis Carlos: “Novela negra, modernismo y revolución en Sombra de la Sombra, de Paco Ignacio Taibo II. Artículo publicado en la Revista Co-herencia. N°5. Vol 3. Julio – Diciembre.

Lemus, Rafael. “Balas de salva. Notas sobre elnarco y la narrativa”. En la página http://www.letraslibres.com/index.php . Página consultada el 9/09/2009

 
Nota: Una parte de este texto fue publicado por la Revista Arenas, de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Número 23.
 

 

 

 

 

 

 

 




[1] No pretendemos en estas líneas discutir en torno a la noción de género o subgénero; preferimos emplear el término primero por considerar que tanto la novela policial como la novela negra poseen suficiente consistencia literaria y estética.
[2] Cano Velásquez, Luis Carlos: “Novela negra, modernismo y revolución en Sombra de la Sombra, de Paco Ignacio Taibo II. Artículo publicado en la Revista Co-herencia. N°5. Vol 3. Julio – Diciembre. Páginas 76-77.
[3] Kristeva, Julia. (1988). 2004. Los poderes de la perversión. Siglo XXI Editores. Argentina. Página 186.
[4] En la página web: http://www.literaturamexicanasigloxx.blogspot.com/elcomplot-mongol-reseña revisada el 24 de septiembre del 2013
[5] Mendoza, Elmer. 1999. Un asesino solitario. Fabula. Tusquets Editores, México.
[6] Lemus, Rafael. “Balas de salva. Notas sobre el narco y la narrativa”. En la página http://www.letraslibres.com/index.php . Página consultada el 9/09/2009.
[7] Cf. Pérez –Reverte, Arturo: La Reina del Sur.  Punto de Lectura, México, Quinta reimpresión, 2008.