miércoles, 24 de septiembre de 2014

El mal y lo siniestro como eje ficcional en Estrella Distante de Roberto Bolaño







GUADALUPE I CARRILLO TOREA






Estrella Distante es, posiblemente, una de las novelas mejor logradas de Roberto Bolaño. Concebida como novela corta, mantiene al lector en una constante tensión al narrar una historia en que el mal, y, más aún, lo siniestro se despliega a través de su protagonista: El joven Alberto Ruiz Tagle, más tarde  el teniente Alberto Wieder, miembro activo del ejército al mando del General Augusto Pinochet.

   Las acciones que realiza este personaje serán el hilo conductor de la novela. Si bien lo siniestro urde la trama en su totalidad, se pueden  apreciar tres partes bien definidas en las que, coincidiendo con Cristian Montes,  se hace presente el ritual del mal. Ya en el primer capítulo se muestra el verdadero rostro de aquel joven enigmático que asistía a los talleres literarios en la ciudad de Concepción. El hombre mesurado que no caía en provocaciones, no parecía experimentar pasión alguna y gustaba de escribir poesía, pasaba prácticamente desapercibido, de no ser por la atracción que su porte y buenos modales provocaban en  las mujeres que también iban al taller. Especialmente en las gemelas Garmendia, dos chicas que se habían convertido en las estrellas del grupo.

   La transformación del personaje, que aún utiliza su antiguo nombre, se presenta cuando visita a las hermanas Garmendia, que se han refugiado  en una casa de campo, herencia de sus padres, mientras pasan las primeras semanas  del vendaval social causado por la caída de Salvador Allende y el comienzo de la dictadura militar. Allí Ruiz Tagle mata a las jóvenes y a su tía con la destreza y la frialdad de un asesino consumado:

Unas horas después Alberto Ruiz-Tagle, aunque ya debería empezar a llamarle Carlos Wieder, se levanta. Todos duermen. Él, probablemente, se ha acostado con Verónica Garmendia…Lo cierto es que Carlos Wieder se levanta con la seguridad de un sonámbulo y recorre la casa en silencio. Busca la habitación de la tía. Su sombra atraviesa los pasillos en donde cuelgan los cuadros de Julián Garmendia y María Oyarzún junto  con platos y alfarería de la zona…Justo cuando se desliza al interior de la habitación escucha un ruido de un auto que se acerca a la casa. Wieder sonríe y se da prisa. De un salto se pone junto a la cabecera. Su mano derecha sostiene un corvo. Ema Oyarzún duerme plácidamente. Wieder le quita la almohada y le tapa la cara. Acto seguido, de un solo tajo, le abre el cuello. En ese momento el auto se detiene frente a la casa. Wieder ya está fuera de la habitación y entra ahora en el cuarto  de la empleada. Pero la cama está vacía. Por un instante Wieder no sabe qué hacer: le dan ganas de agarrar la cama a patadas, de destrozar una vieja cómoda de madera destartalada en donde se amontona la ropa de Amalia Maluenda. (1996: 32)

   Después del crimen, Wieder hace desaparecer los cadáveres;  meses más tarde, el cuerpo de Verónica Garmendia será encontrado en una fosa común. Este es uno más de los rostros que encarnan el mal: el desprecio hacia los cuerpos de los asesinados y la necesidad de ocultarlos como si se tratara de huellas fácilmente borrables. Sepultarlos en una fosa común, convertirlos en ceniza, arrojarlos al mar, serán algunas de las prácticas más recurridas por los regímenes dictatoriales a los que se hace alusión en la novela.

    Su siguiente aparición, considerada como la segunda parte de ese ritual siniestro,   será cuando Wieder se presente como militar, experto aviador que pilotea máquinas de la segunda guerra mundial. El narrador, que funge como testigo y en otras ocasiones como personaje secundario, reconoce a Wieder en el piloto que realiza vuelos rasantes sobre el cielo santiaguino. Alberto B, el narrador, está temporalmente preso y en el patio de la cárcel ve con pasmo que ese acróbata del aire es Ruiz-Tagle convertido en teniente. Wieder escribe versos bíblicos en latín. Ese recurso hiperbólico, muy propio del estilo de Bolaño, a través del cual Wieder se manifiesta públicamente como un individuo de gran erudición, aristocratiza el mal, ubicándolo dentro de una atmósfera de pureza, en la cual el exterminio humano es visto como un acto  de designio divino, que el ejecutor realiza con la más absoluta indiferencia, o incluso como una obligación imperante. Cristian Montes, especialista en la obra de Bolaño, nos explica a propósito de los versos escritos en el cielo:

En el ritual del mal activado, las frases bíblicas actuarán como una amenaza en sordina para todos los que no comparten la teoría de la pureza a la cual adhiere Wieder, misión que lo erige como un ángel, pero, como dice uno de los presos políticos: “el ángel de nuestro infortunio”. Wieder impondrá en los otros el poder que adjudica a las entidades superiores que nutren su radical megalomanía…La pureza conquistada y la eliminación de toda suciedad –en este caso los opositores al régimen militar- implica la superación de valores como la compasión, la piedad y cualquier límite que imponga la moral de los hombres. El poeta del aire que asesina, pero que también ama los crepúsculos y la belleza en sus múltiples formas, se comporta como un ángel exterminador que hace de la seducción el dispositivo visible de la maquinaria del mal. [2]

   La reflexión de Montes nos encamina hacia la expresión de lo siniestro en su más elevada posibilidad: el poder de la palabra que se emparenta con el arte y con la gloria misma.  El narrador explica: “Por entonces Wieder estaba en la cresta de la ola. Después de sus triunfos en la Antártida y en los cielos de tantas ciudades chilenas lo llamaron para que hiciera algo sonado en la capital, algo tan espectacular que demostrara al mundo que el nuevo régimen y el arte de vanguardia no estaban, ni mucho menos, reñidos” (1996:  86).

    Así lo veremos en el siguiente espectáculo que realizará Wieder en los cielos santiaguinos. Aquel estuvo signado por los malos augurios de un clima enrarecido, lleno de nubes y de inminentes chubascos. Sin embargo no impidió que el discurso lapidario de Wieber se hiciera presente. El primer verso que se dibujó decía: “la muerte es amistad”; para continuar con un segundo verso: “La muerte es Chile”, y otro más: “la muerte es responsabilidad”. De los nueve versos escritos en el aire la palabra muerte estuvo presente como sujeto indiscutible. Al final Wieder escribe: “La muerte es mi corazón”, para concluir: “toma mi corazón”.[3] La muerte se presenta no solo como la salida que cualquier régimen autoritario utiliza, va más allá. En este caso  involucra el sentido de pureza, que ubica al asesino como ese ejecutor sin vacilaciones, que no solo siente que cumple mandatos superiores, sino que banaliza el mal, convirtiéndolo en lugar común.

   La compleja elaboración del personaje nos lleva a reflexionar sobre lo que muchos autores se han planteado acerca de la formación intelectual de asesinos cuya erudición descollaba socialmente. Al respecto Steiner afirma: “Sabemos que algunos hombres que concibieron y administraron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y Goethe, y que no dejaron de leerlos” (Steiner, 2003: 19). Si bien el sentido ético de la vida no está reñido con la cultura, tampoco es su alma gemela; la novela será un ejemplo fehaciente de ello y de la manera en que el poder totalitario deviene en monstruosas expresiones de maldad. La literatura ha ido registrándolo a lo largo de la historia. De esa novela negra que se centraba en la investigación de crímenes propia del género policiaco, vemos que en el siglo XX el mal se diversifica en amplios modos: el que viene del caos urbano, de la inseguridad y la delincuencia, como podría verse en las novelas narcos, y aquel otro que describe la barbarie cometida por regímenes totalitarios. Es la perversión del poder que se enquista en sociedades enteras, impulsándolas a perpetuarse mediante actos de la más pura abyección. La segunda Guerra Mundial en Europa y las dictaduras en América Latina delinearán formas distintas de representar el mal en la literatura.

   La tercera etapa del ritual del mal se da de manera inmediata. Wieder prepara una exposición de fotografías en la habitación que se le ha alquilado. Invita a diferentes grupos de amigos, casi todos militares, y después de una larga espera, permite que entren de manera individual. Dentro, y para pasmo de la mayoría, Wieder ha colocado en la pared fotos de cadáveres, de desaparecidos y, también, de conocidos: “Según Muñoz Cano, en algunas de las fotos reconoció a las hermanas Garmendia y a otros desaparecidos. La mayoría eran mujeres. El escenario de las fotos casi no variaba de una a otra por lo que deduce es el mismo lugar. Las mujeres parecen maniquíes, en algunos casos maniquíes desmembrados, destrozados, aunque Muñoz Cano no descarta que en un treinta por ciento de los casos estuvieran vivas en el momento de hacerles la instantánea”. (1996: 97). En  esta oportunidad se acentúa el sentido de lo siniestro, transformándose en una ceremonia de sadismo exacerbado. La maldad en estado puro se revela sin titubeos, sin un solo gesto de pudor.
   A pesar de que el evento fue denunciado y Wieder expulsado  del ejército, los militares en funciones dieron muestras de una débil sed de justicia. Fue citado en varias ocasiones a juicios a los que no asistió y nunca fue sentenciado.

   Hasta aquí podríamos establecer la evolución de esta singular presentación del mal. Hay, sin embargo, un último detalle de la sordidez que siempre acompañará a Wieder.  El personaje se exilia en Europa pero es buscado para que la justicia se concrete a través de la mano  de Abel Romero, “uno de los policías más famosos en la época de Allende” (P. 121), según palabras de Arturo B. Romero había aceptado la tarea de eliminar a Wieder por una suma de dinero millonaria.  En su pesquisa descubre que la perversión sigue siendo el gesto frecuente de Wieder: el ex teniente chileno trabajaba en España como fotógrafo de películas pornográficas; actores y actrices son encontrados muertos, días después,  por una mano desconocida. El narrador había sido contratado  por Romero para que confirmase  la identidad del sospechoso, a quien encontraría en  un bar semivacío de la costa española. Se omite el asesinato de Wieder por manos de Romero; solo se insinúa su veracidad.


Estrella Distante es la quinta novela publicada de Roberto Bolaño en 1996. Ese mismo año también publicó su libro de relatos La Literatura Nazi en América. En palabras de su autor, se trata de “una antología vagamente enciclopédica de la literatura filonazi producida en América desde 1930 a 2010…”. No son, pues, relatos y vidas de nazis como tal, sino de individuos o grupos cuyo comportamiento pareciera imitar el sadismo y la indiferencia con la que los grupos militares alemanes de la segunda guerra mundial hicieron uso de la maldad.

   El último relato de La Literatura Nazi en América  titulado “Carlos Ramírez Hoffman. Santiago de Chile, 1950-Lloret de Mar, España, 1998” cuenta lo que después se ampliará en Estrella Distante. La referencia a la génesis de la anécdota viene a cuento por la similitud -prácticamente un calco del anterior texto- de ambas historias. Podría hablarse de intertextualidad, que la hay. Sin embargo, las semejanzas, incluso los párrafos arrancados de un relato para trasladarlos al otro, aluden más bien a una copia extendida, quizás más trabajada a nivel argumental y con un mejor delineamiento  de sus personajes.  Pero copia al fin.

    Aunque el propio Bolaño mencionó los orígenes de la novela, sorprende que algunos críticos no mencionen este auto-plagio. Quizás la fama o el prestigio alcanzados en vida, y más aún en la memoria colectiva después de su muerte, ayuden a que esas fallas pasen de largo.



  

BIBLIOGRAFÍA

Bolaño, Roberto. 1996. La Estrella Distante. Editorial Compactos Anagrama. Barcelona, España. 157 Pp.
______________. 1996. La Literatura Nazi en América. 1996. Editorial Anagrama. Barcelona, España.
Steiner, George. 2003. Lenguaje y silencio. Ensayos sobre literatura, el lenguaje y lo inhumano. Barcelona, Gedisa.

Hemerografía
Cristian Montes. “La seducción del mal en Estrella Distante de Roberto Bolaño. Revista Mitologías Hoy. Volumen 7. Verano del 2013. Chile



[2] En el artículo “La seducción del mal en Estrella Distante de Roberto Bolaño.  Revista Mitologías Hoy. Volumen 7. Verano 2013. Página 91.
[3] Los versos arriba citados se encuentran en su totalidad entre las páginas 90 y 91.

1 comentario:

  1. NO hay autoplagio. Vea la mención a Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges, en el prólogo de la novela: allí explica Bolaño, para buenos entendedores, que se trata de una re-escritura a la manera de la de Menard.

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