GUADALUPE
I CARRILLO TOREA
Estrella Distante es,
posiblemente, una de las novelas mejor logradas de Roberto Bolaño. Concebida
como novela corta, mantiene al lector en una constante tensión al narrar una
historia en que el mal, y, más aún, lo siniestro se despliega a través de su
protagonista: El joven Alberto Ruiz Tagle, más tarde el teniente Alberto Wieder, miembro activo
del ejército al mando del General Augusto Pinochet.
Las acciones que realiza este personaje
serán el hilo conductor de la novela. Si bien lo siniestro urde la trama en su
totalidad, se pueden apreciar tres
partes bien definidas en las que, coincidiendo con Cristian Montes, se hace presente el ritual del mal. Ya en el
primer capítulo se muestra el verdadero rostro de aquel joven enigmático que
asistía a los talleres literarios en la ciudad de Concepción. El hombre
mesurado que no caía en provocaciones, no parecía experimentar pasión alguna y
gustaba de escribir poesía, pasaba prácticamente desapercibido, de no ser por la atracción que su porte y buenos modales
provocaban en las mujeres que también
iban al taller. Especialmente en las gemelas Garmendia, dos chicas que se habían
convertido en las estrellas del grupo.
La transformación del personaje, que aún utiliza
su antiguo nombre, se presenta cuando visita a las hermanas Garmendia, que se
han refugiado en una casa de campo,
herencia de sus padres, mientras pasan las primeras semanas del vendaval social causado por la caída de
Salvador Allende y el comienzo de la dictadura militar. Allí Ruiz Tagle mata a
las jóvenes y a su tía con la destreza y la frialdad de un asesino consumado:
Unas
horas después Alberto Ruiz-Tagle, aunque ya debería empezar a llamarle Carlos
Wieder, se levanta. Todos duermen. Él, probablemente, se ha acostado con
Verónica Garmendia…Lo cierto es que Carlos Wieder se levanta con la seguridad
de un sonámbulo y recorre la casa en silencio. Busca la habitación de la tía.
Su sombra atraviesa los pasillos en donde cuelgan los cuadros de Julián
Garmendia y María Oyarzún junto con
platos y alfarería de la zona…Justo cuando se desliza al interior de la
habitación escucha un ruido de un auto que se acerca a la casa. Wieder sonríe y
se da prisa. De un salto se pone junto a la cabecera. Su mano derecha sostiene
un corvo. Ema Oyarzún duerme plácidamente. Wieder le quita la almohada y le
tapa la cara. Acto seguido, de un solo tajo, le abre el cuello. En ese momento el
auto se detiene frente a la casa. Wieder ya está fuera de la habitación y entra
ahora en el cuarto de la empleada. Pero
la cama está vacía. Por un instante Wieder no sabe qué hacer: le dan ganas de
agarrar la cama a patadas, de destrozar una vieja cómoda de madera destartalada
en donde se amontona la ropa de Amalia Maluenda. (1996: 32)
Después del crimen, Wieder hace desaparecer
los cadáveres; meses
más tarde, el cuerpo de Verónica Garmendia será encontrado en una fosa común.
Este es uno más de los rostros que encarnan el mal: el desprecio hacia los
cuerpos de los asesinados y la necesidad de ocultarlos como si se tratara de
huellas fácilmente borrables. Sepultarlos en una fosa común, convertirlos en
ceniza, arrojarlos al mar, serán algunas de las
prácticas más recurridas por los regímenes dictatoriales a los que se hace
alusión en la novela.
Su siguiente aparición, considerada como la
segunda parte de ese ritual siniestro, será cuando Wieder se presente como militar,
experto aviador que pilotea máquinas de la segunda guerra mundial. El narrador,
que funge como testigo y en otras ocasiones como personaje secundario, reconoce
a Wieder en el piloto que realiza vuelos rasantes sobre el cielo santiaguino.
Alberto B, el narrador, está temporalmente preso y en el patio de la cárcel ve
con pasmo que ese acróbata del aire es Ruiz-Tagle convertido en teniente. Wieder
escribe versos bíblicos en latín. Ese recurso hiperbólico, muy propio del
estilo de Bolaño, a través del cual Wieder se manifiesta públicamente como un
individuo de gran erudición, aristocratiza el mal, ubicándolo dentro de una atmósfera de pureza, en la cual el
exterminio humano es visto como un acto
de designio divino, que el ejecutor realiza con la más absoluta indiferencia,
o incluso como una obligación imperante. Cristian Montes, especialista en la
obra de Bolaño, nos explica a propósito de los versos escritos en el cielo:
En
el ritual del mal activado, las frases bíblicas actuarán como una amenaza en
sordina para todos los que no comparten la teoría de la pureza a la cual
adhiere Wieder, misión que lo erige como un ángel, pero, como dice uno de los
presos políticos: “el ángel de nuestro infortunio”. Wieder impondrá en los
otros el poder que adjudica a las entidades superiores que nutren su radical
megalomanía…La pureza conquistada y la eliminación de toda suciedad –en este
caso los opositores al régimen militar- implica la superación de valores como
la compasión, la piedad y cualquier límite que imponga la moral de los hombres.
El poeta del aire que asesina, pero que también ama los crepúsculos y la
belleza en sus múltiples formas, se comporta como un ángel exterminador que
hace de la seducción el dispositivo visible de la maquinaria del mal. [2]
La reflexión de Montes nos encamina hacia la
expresión de lo siniestro en su más elevada posibilidad: el poder de la palabra
que se emparenta con el arte y con la gloria misma. El narrador explica: “Por entonces Wieder
estaba en la cresta de la ola. Después de sus triunfos en la Antártida y en los
cielos de tantas ciudades chilenas lo llamaron para que hiciera algo sonado en
la capital, algo tan espectacular que demostrara al mundo que el nuevo régimen
y el arte de vanguardia no estaban, ni mucho menos, reñidos” (1996: 86).
Así lo veremos en el siguiente espectáculo
que realizará Wieder en los cielos santiaguinos. Aquel estuvo signado por los
malos augurios de un clima enrarecido, lleno de nubes y de inminentes
chubascos. Sin embargo no impidió que el discurso lapidario de Wieber se
hiciera presente. El primer verso que se dibujó decía: “la muerte es amistad”;
para continuar con un segundo verso: “La muerte es Chile”, y otro más: “la
muerte es responsabilidad”. De los nueve versos escritos en el aire la palabra
muerte estuvo presente como sujeto indiscutible. Al final Wieder escribe: “La
muerte es mi corazón”, para concluir: “toma mi corazón”.[3] La
muerte se presenta no solo como la salida que cualquier régimen autoritario
utiliza, va más allá. En este caso
involucra el sentido de pureza, que ubica al asesino como ese ejecutor
sin vacilaciones, que no solo siente que cumple mandatos superiores, sino que
banaliza el mal, convirtiéndolo en lugar común.
La compleja elaboración del personaje nos
lleva a reflexionar sobre lo que muchos autores se han planteado acerca de la
formación intelectual de asesinos cuya erudición descollaba socialmente. Al
respecto Steiner afirma: “Sabemos que algunos hombres que concibieron y
administraron Auschwitz habían sido educados para leer a Shakespeare y Goethe,
y que no dejaron de leerlos” (Steiner, 2003: 19). Si bien el sentido ético de
la vida no está reñido con la cultura, tampoco es su alma gemela; la novela será
un ejemplo fehaciente de ello y de la manera en que el poder totalitario
deviene en monstruosas expresiones de maldad. La literatura ha ido
registrándolo a lo largo de la historia. De esa novela negra que se centraba en
la investigación de crímenes propia del género policiaco, vemos que en el siglo
XX el mal se diversifica en amplios modos: el que viene del caos urbano, de la
inseguridad y la delincuencia, como podría verse en las novelas narcos, y aquel
otro que describe la barbarie cometida por regímenes totalitarios. Es la
perversión del poder que se enquista en sociedades enteras, impulsándolas a
perpetuarse mediante actos de la más pura abyección. La segunda Guerra Mundial
en Europa y las dictaduras en América Latina delinearán formas distintas de
representar el mal en la literatura.
La tercera etapa del ritual del mal se da de
manera inmediata. Wieder prepara una exposición de fotografías en la habitación
que se le ha alquilado. Invita a diferentes grupos de amigos, casi todos
militares, y después de una larga espera, permite que entren de manera
individual. Dentro, y para pasmo de la mayoría, Wieder ha colocado en la pared
fotos de cadáveres, de desaparecidos y, también, de conocidos: “Según Muñoz
Cano, en algunas de las fotos reconoció a las hermanas Garmendia y a otros
desaparecidos. La mayoría eran mujeres. El escenario de las fotos casi no
variaba de una a otra por lo que deduce es el mismo lugar. Las mujeres parecen
maniquíes, en algunos casos maniquíes desmembrados, destrozados, aunque Muñoz
Cano no descarta que en un treinta por ciento de los casos estuvieran vivas en
el momento de hacerles la instantánea”. (1996: 97). En esta oportunidad se acentúa el sentido de lo
siniestro, transformándose en una ceremonia de sadismo exacerbado. La maldad en
estado puro se revela sin titubeos, sin un solo gesto de pudor.
A pesar de que el evento fue denunciado y
Wieder expulsado del ejército, los
militares en funciones dieron muestras de una débil sed de justicia. Fue citado
en varias ocasiones a juicios a los que no asistió y nunca fue sentenciado.
Hasta aquí podríamos establecer la evolución
de esta singular presentación del mal. Hay, sin embargo, un último detalle de
la sordidez que siempre acompañará a Wieder.
El personaje se exilia en Europa pero es buscado para que la justicia se
concrete a través de la mano de Abel
Romero, “uno de los policías más famosos en la época de Allende” (P. 121),
según palabras de Arturo B. Romero había aceptado la tarea de eliminar a Wieder
por una suma de dinero millonaria. En su
pesquisa descubre que la perversión sigue siendo el gesto frecuente de Wieder:
el ex teniente chileno trabajaba en España como fotógrafo de películas
pornográficas; actores y actrices son encontrados muertos, días después, por una mano desconocida. El narrador había
sido contratado por Romero para que
confirmase la identidad del sospechoso,
a quien encontraría en un bar semivacío
de la costa española. Se omite el asesinato de Wieder por manos de Romero; solo
se insinúa su veracidad.
Estrella Distante
es la quinta novela publicada de Roberto Bolaño en 1996. Ese mismo año también
publicó su libro de relatos La Literatura
Nazi en América. En palabras de su autor, se trata de “una antología
vagamente enciclopédica de la literatura filonazi producida en América desde
1930 a 2010…”. No son, pues, relatos y vidas de nazis como tal, sino de
individuos o grupos cuyo comportamiento pareciera imitar el sadismo y la
indiferencia con la que los grupos militares alemanes de la segunda guerra mundial
hicieron uso de la maldad.
El último relato de La Literatura Nazi en América titulado “Carlos Ramírez Hoffman. Santiago de
Chile, 1950-Lloret de Mar, España, 1998” cuenta lo que después se ampliará en Estrella Distante. La referencia a la
génesis de la anécdota viene a cuento por la similitud -prácticamente un calco
del anterior texto- de ambas historias. Podría hablarse de intertextualidad,
que la hay. Sin embargo, las semejanzas, incluso los párrafos arrancados de un
relato para trasladarlos al otro, aluden más bien a una copia extendida, quizás
más trabajada a nivel argumental y con un mejor delineamiento de sus personajes. Pero copia al fin.
Aunque
el propio Bolaño mencionó los orígenes de la novela, sorprende que algunos
críticos no mencionen este auto-plagio. Quizás la fama o el prestigio
alcanzados en vida, y más aún en la memoria colectiva después de su muerte,
ayuden a que esas fallas pasen de largo.
BIBLIOGRAFÍA
Bolaño,
Roberto. 1996. La Estrella Distante.
Editorial Compactos Anagrama. Barcelona, España. 157 Pp.
______________.
1996. La Literatura Nazi en América.
1996. Editorial Anagrama. Barcelona, España.
Steiner,
George. 2003. Lenguaje y silencio.
Ensayos sobre literatura, el lenguaje y lo inhumano. Barcelona, Gedisa.
Hemerografía
Cristian
Montes. “La seducción del mal en Estrella
Distante de Roberto Bolaño. Revista Mitologías Hoy. Volumen 7. Verano del
2013. Chile
NO hay autoplagio. Vea la mención a Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges, en el prólogo de la novela: allí explica Bolaño, para buenos entendedores, que se trata de una re-escritura a la manera de la de Menard.
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