Gaudeamus Igitur/ Iuvenes dum
summus
La
semana pasada nos extendieron una invitación a los profesores de la facultad de
Humanidades: el director saliente rendía su último informe de actividades y nos
convocaba al acto. Los informes suelen ser aburridos, complacientes; quienes
los leen asumen logros de quienes estamos allí como si fueran personales. Sin
embargo este fue diferente. La apertura del acto estuvo amenizada por un grupo
de voces que, a capela, cantaron el himno universitario internacional: El
Gaudeamus Igitur. Quizás mi ánimo estaba en buena sintonía porque al oír el
himno me sentí realmente conmovida; no solo por la alegría literal de la que
allí se habla, ni tampoco por la bella melodía que la sostiene, era algo más. El
reconocimiento a la universidad desde su ángulo más noble: la juventud, la
generación de conocimiento, el valor de la educación superior que forma desde
su universalidad.
Vivat Academia/ vivant profesores
Tantas
veces pensamos que lanzar vivas al cielo solo se hace en los estadios de
futbol, o en los conciertos multitudinarios. En esta ocasión le tocaba a la
Academia, a quienes la humanizan y la enaltecen. He disfrutado por catorce años
la experiencia universitaria en el lugar que realmente la salva de no
convertirse en una maquinaria de burocracias. En ese devorador mundo que se
llama papeleo, oficios, idas y venidas en oficinas, búsqueda de constancias
para archivar lo intangible: la convivencia con los estudiantes, la transmisión
no solo del conocimiento, también de la experiencia de lo que hemos ido siendo.
Verlos vivir su frescura, sus años espléndidos, es para mí un privilegio
rotundo. Ellos pasean su inquietud, pero
también el desasosiego al enfrentarse a ese futuro que apenas empiezan a
construir.
No solo hay alegría en los chicos, de pronto
la tristeza se les empoza en la mirada. Esos son los rostros de una universidad
pública que no discrimina por razones económicas. Es abierta, y enseña a quienes la construimos día a día a que también aprendamos a serlo.
Alma mater floreat/ quae nos
educavit
Quien educa puede ser calificado de madre,
de padre. Incidir positivamente sobre la
vida de otros que apenas arrancan es más que una gran responsabilidad, es también suerte y salud. Las pesadillas
burocráticas a las que nos someten cada vez más en la universidad empaña su
raíz: convertirse en Alma Mater.
Afortunadamente en esta ocasión me había
equivocado en mi apreciación. El informe del director saliente fue un discurso
equilibrado, lleno de gratitud para todos los que lo acompañaron en estos años
frente a la dirección de la facultad. Se habló de ese “humanismo que transforma”,
lema escogido por la nueva administración de Rectoría para definir a la Universidad
Autónoma del Estado de México. Quiera la historia mostrarnos que el humanismo
se imponga como paisaje, como timbre de voz, como vida.
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