martes, 1 de octubre de 2013

APUNTES SOBRE LA LITERATURA DE PUERTO RICO DEL SIGLO XX


                                                Guadalupe I Carrillo T

   Este texto -parte de uno mayor en el que desarrollo, junto con Edgar Samuel Morales,  un estudio sobre la literatura de las Antillas Mayores- pretende ser una muestra, si bien precaria, de algunos esbozos literarios que nos dan un perfil del discurso ficcional puertorriqueño en el que, directa o indirectamente, los habitantes de la isla hablan de ellos mismos, de esa identidad maltrecha que aún no logran definir del todo. ¿Son norteamericanos de adopción? ¿Caribeños de nacimiento para enterrar entre sus playas un nacionalismo difuso e híbrido? Trataremos de despejar, en las líneas siguientes, algunas de estas dudas.

A lo largo del siglo XX la  literatura puertorriqueña ha estado profundamente marcada por temas que deriva de su sujeción neocolonial.  El status actual de Puerto Rico es el de Estado Libre Asociado de los Estados Unidos de América. Como quiera, este hecho proporciona a los puertorriqueños una marca de distinción frente a los demás pueblos del Caribe. De allí que gran parte de sus intelectuales se avocaran a estudiar y reflexionar sobre el tópico. Desde Luis Pales Matos, uno de los precursores de la negritud en la poesía, pasando por la generación de los cincuenta, también conocida como la “Generación desesperada”[1] por la angustia vital que expresaban en sus obras ante la incertidumbre nacional, buena parte de la producción literaria se ha ceñido al tema  y han apostado, la mayoría de ellos, a la lucha por la independencia insular. Quieren ser, pues, puertorriqueños en el más largo sentido de la palabra.

 

Algunos Nombres, algunas obras

Rosario Ferré escribió la novela Maldito Amor en que relata la vida de una familia puertorriqueña aristocrática a fines del siglo XIX, dueños de una finca azucarera; una época que significó la llegada del neocolonialismo norteamericano a la isla. Se trata de un texto en donde las pasiones e intereses de sus personajes giran en tomo a la finca, en el marco del progresivo e imparable adueñamiento del país por parte de los Estados Unidos:

   El Niño Ubaldino fue siempre un hombre digno, que se hubiese dejado cortar una mano antes de venderle una pulgada de tierra a los extranjeros. El Destino Manifiesto, la política del "garrote grande", el American Army Mule y hasta el jabón Palmolive y el cepillo de dientes, pasaron a formar parte del vocabulario de odio con que él imprecaba al cielo todas las mañanas. ..Nunca pudo comprender por qué el Cristo del Gran Poder nos habla enviado a aquellos extranjeros, más "jinchos que un corazón de palmillo en diciembre", a quitarnos lo nuestro.[2]

   Ferré señala en el prólogo de su novela que si bien Puerto Rico era un país de aproximadamente seis millones de habitantes hacia 1990, tres vivían en la isla y tres en el extranjero. Los que viven en la isla se harían representaciones de un lugar que sólo existe en su imaginación, y quienes viven fuera mueren añorando regresar algún día a la isla, o en un eterno viaje entre Nueva York y San Juan. En la literatura puertorriqueña, podemos observar además las propuestas de transformación del país, pues como anota Luís Rafael Sánchez:

 

Inmerso en el contexto colonial, saturado, contaminado, abrazado por él mismo, el dramaturgo, el poeta, el escritor puertorriqueño se ha colocado en el hecho creador en la actitud de la ofensiva abierta...Puesto al trabajo de crear, porque de trabajo dedicado se trata y no de una escurridiza e inoperante inspiración, el escritor, el poeta, el dramaturgo puertorriqueño debe aspirar a convertirse en un impugnador militante, en un aguafiestas, en un provocador...A partir del reconocimiento y acoso de esos demonios nacionales, podrá el escritor puertorriqueño insistir en la crisis de su nacionalidad, la modificación de su sensibilidad por la experiencia colonial, pulsar y constatar los peligros del unitema, abundar en el conocimiento de los lenguajes críticos que abracen todos los hechos de la lengua.[3]

 

   La literatura refleja una ética particular, pero también las premisas y dilemas que dan un sentido de colectividad a las experiencias históricas, tanto del pasado como del presente, e incluso en las que se constata la presencia de las constantes históricas y sociales caribeñas a que aludimos más arriba, talla de la emigración caribeña. Ileana Rodríguez señala a este respecto:

   Es pues ésta, una literatura de identidad histórica que se expresa en diversas lenguas; y esta búsqueda de la identidad es el primer encuentro de unidad que enfrenta al sujeto con la historia, con la recuperación del paisaje...las mismas estructuras que crean la dependencia económica y el imperialismo, expulsan por igual al trabajador y al intelectual, los que, al emigrar, transportan las contradicciones locales a los viejos o nuevos centros metropolitanos, ya que la población migratoria vive predominantemente en los guettos. La diáspora caribeña, que tiene sus raíces en la búsqueda del sustento, crea, irónicamente, condiciones para desarrollar el sentimiento de unidad, ya que en el extranjero, todos los isleños son vistos como iguales...todos son... caribes. Así, pues, el concepto de clase se confunde y funde con el de raza, nacionalidad.[4]

   Desde el punto de vista de Luís Rafael Sánchez existen cinco posibles problemas para el escritor puertorriqueño: la obsesión de su nacionalidad que propiciaría una literatura de culpa, en seguida, la modificación de su sensibilidad por la experiencia colonial. En tercer lugar, los peligros del unitemario; después, los lenguajes críticos y finalmente las descolonizaciones sucesivas.


   Otra novela particularmente interesante de Rosario Ferré es: La casa de la laguna, en la que describe muy detalladamente la alta sociedad puertorriqueña, con sus prejuicios raciales, sus pruritos frente a la limpieza étnica y sus costumbres avejentadas que contrastaban, en el Puerto Rico de inicios del siglo XX, con las prácticas sociales y culturales de los norteamericanos que día tras día se apoderaban del país y de su economía:

   Unas cuantas familias burguesas, sin embargo, las que realmente tenían mucho dinero, como los Mendizábal, se aferraron tercamente a las antiguas costumbres españolas, y les exigieron a sus hijos un código de comportamiento estricto. Les advirtieron que tuviesen mucho cuidado con sus nuevas amistades, y les aconsejaron que preguntaran por los apellidos antes de establecer relaciones serias, para así verificar la pureza de los linajes... El concepto de igualdad bajo la ley que el nuevo régimen democrático de los Estados Unidos había impuesto férreamente en la Isla, y que ellos habían abrazado con tanto ahínco porque querían ser buenos ciudadanos norteamericanos, se ponía en práctica de una manera muy distinta en el continente.[5]

   En esa misma obra se proporcionan datos interesantes sobre los movimientos independentistas de la década de los treinta, ante los cuales el senador Millard Tydings prefirió someter al Congreso de los Estados Unidos un proyecto para reconocer la independencia de Puerto Rico.  De Pedro Albizu Campos, uno de los líderes más conspicuos del nacionalismo puertorriqueño, la autora señala que era:



   El hijo de un hacendado de Ponce y una mujer mulata, era sin duda, un fenómeno interesante: Nadie entendía cómo había logrado estudiar leyes en Harvard, en donde combinó sus estudios legales con los de la ciencia militar, y se graduó a la cabeza de su clase. Allí se hizo amigo de los nacionalistas irlandeses, quienes acababan de lograr su independencia en 1916 gracias a los jóvenes martirizados durante el Domingo de Pascua Yo no le tengo tanto miedo a Albizu Campos como a Luís Muñoz Marín -dijo Arístides -.Ese joven es un listo; no pretende llevarnos a la independencia con balas, como Albizu, sino a lo sucu sumucu, de una forma taimada. Primero quiere lograr la autonomía y, más tarde, la República nacionalista.  En Irlanda sucedió lo mismo hace catorce años; no hay nada nuevo bajo el soI.[6]

   Además de esos textos, se debe subrayar la obra de Julia de Burgos, poeta e intelectual que mantuvo un compromiso social y político en la isla en los años de mayor desasosiego económico, en los que se confrontaban las tendencias nacionalistas frente a las que apoyaban la adhesión a los Estados Unidos como Estado Libre Asociado, eufemismo que en realidad trataba -y trata- de maquillar una dependencia absoluta frente al imperio del Norte. El nombre de Julia de Burgos se encuentra entre los más convocados tanto en los años de su mayor producción poética como en la actualidad. Sus obras completas fueron publicadas en una edición inglés-español preparada por Jack Agüeros para Curbstone Press, en Canadá, precedida por una muy completa introducción que habla de la vida y obra de la autora. La poesía de nuestra autora, desarrollada entre las décadas de los años treinta hasta los cincuenta, mantiene un estilo que se ha calificado de neo- romántico u otras veces moderno, donde prevalece el tono intimista del que brota un vínculo de inevitable solidaridad con sus convicciones de orden social y nacional.

   En toda su poesía podemos leer entrelíneas la presencia inamovible de su Puerto Rico natal a la que tantas veces evocó, al extremo de que en la actualidad se habla de ella como una suerte de icono nacional, elocuente palabra de aquellos que han quedado sin voz.  En varios de sus poemas la temática social está muy presente, como en sus poemas: Una canción a Albizu Campos, Himno de amor a Rusia y Canto a Martí.  El famoso poema "Himno de sangre a Trujillo" es muy representativo de su posición ideológica frente alas discontinuidades del dictador Trujillo, del que cito algunas de estrofas:

   Que ni muerto ni las rosas del amor te sostengan / General de la muerte para ti la impiedad / Que la sangre te siga, General de la muerte / Hasta el hongo, hasta el hueso, hasta el breve gusano condenado a tu estiércol.../ Que las flores no quieran germinar en tus huesos / Ni la tierra te albergue: que nada te sostenga, General, que tus muertos / te despueblen la vida y tú mismo te entierres.[7]


   La calidad de su poesía se vio estruendosamente vinculada a su vida personal, que para la sociedad de la época fue considerada no sólo de absolutamente excéntrica, sino que además se apreció como escandalosa. Fue de las pocas mujeres graduadas en la universidad por aquellos años de 1930; sabía varios idiomas, dominaba el inglés como segunda lengua y se dio la libertad de casarse en varias oportunidades e incluso de establecer una relación adúltera con el hombre que le arrebataría algunos de sus mejores versos.  Su participación en la política del país y en concreto en el partido nacionalista la llevó a un compromiso de por vida del que no se sustrajo tampoco su poesía.  El poema "Puerto Rico está en ti" es una elocuente manifestación de ello, de él solo cito algunas estrofas:


   Puerto Rico depende de tu vida y tu nombre, / Colgando en ti van millones de esperanzas / Para resucitar en lo que nos fue robado / y hacer valer de nuevo el honor de la Patria. / La voz de Independencia que contigo seguimos / Los que vivos de honor limosna rechazan / De un Puerto Rico "estado asociado y ridículo"... / De tus hermanos libres que en "New York" te acompañan / Y sigue tu camino con la luz de una estrella, / Gilberto Concepción de la Gracia y de batalla.[8]

 

   Se ha documentado que la soledad y el alcohol acabaron con sus últimas energías en la ciudad de Nueva York. Internada en un hospital psiquiátrico se le preguntó cual era su profesión, y pese a contestar: poeta, en el expediente se anotó: amnésica. Su vida terminó en la misma ciudad, en la que murió abandonada en una calle para ser luego enterrada en una fosa común.

 



[1] Entre ellos encontramos a escritores como René Marqués, Pedro Juan Soto, Luis Rafael Sánchez, conocido autor de la novela La Guaracha del Macho Camacho, entre otros.
[2] Ferré, Rosario. Maldito Amor. Ediciones Huracán. 1991. Puerto Rico.
[3] Sánchez, Luís Rafael: Cinco problemas al escritor puertorriqueño.  En Revista Vórtice, II números 2-3 , 1979, Pp. 120-121.  
[4] Rodríguez, Ileana et al.: Lectura Crítica de la Literatura Americana.  Actualidades fundacionales.  Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1997, Pp. 559-560.
[5] Ferré, Rosario: La casa de la Laguna. Emecé, Buenos Aires, 1997, Pp.36-37.
[6] Ídem. Pp. 132-133.
[7] Agüeros, Jack: Song of the simple truth.  Obra poética completa de Julia de Burgos.  Curbstone Press, Canadá, 1997, P. 392.
[8] Ídem. P. 500.

2 comentarios:

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  2. Hola, he encontrado de casualidad tu ensayo, buscando "hashtags" del tema de la "Generación Desesperada" en la literatura puertorriqueña. Es agradable ver que compañeros de otro espacio del continente latinoamericano se acercan a nuestra historia y quehacer literario. Precisamente, estoy haciendo un trabajo sobre Lenguaje y Violencia en la obra de Pedro Juan Soto, autor puertorriqueño perteneciente a esta generación del 50. Resido en México hace ya muchos años y sería agradable mantener comunicación. http://obolodeamor.tumblr.com/; https://obolodeamor.wordpress.com/; https://www.facebook.com/pages/Myrtha-San-Fer-%C3%93bolo-de-Amor/246133938901349?fref=tsºº Te deseo todo el éxito. Myrtha San-Fer

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