miércoles, 5 de junio de 2013

Ciudad Portátil: Miami en la imaginería del venezolano exiliado



 Guadalupe Isabel Carrillo Torea

“En este land of the free nadie me conoce
Y entonces hago lo que sea.
Rueda libre, sin complejos.
Fregando vasos con rouge”

                                                              Javier Miranda Luque: “(Abs)tracto bilingüe”


 La narrativa se contextualiza en la Venezuela chavista  vista desde dentro como ciudadano que habita el país, o hacia afuera, como venezolano en el extranjero, que no olvida su referente nacional.
 En 2006 se publicó un libro de cuentos titulado De la urbe para el orbe en el que colaboran doce jóvenes escritores con la temática urbana como centro argumental. Se trata de un ejercicio narrativo avocado a la vida citadina no sólo como escenario, sino también como construcción ficcional o eje argumentativo.  Uno de ellos resulta especialmente representativo como reflejo de la problemática de la migración. Pretendo,  mostrar alguno de los rostros de la experiencia de la inmigración que, a modo de testimonio, se plasma en la literatura; si bien se trata de un trabajo estético y de ficción, representa muy claramente las patologías que podemos padecer como “venezolanos en el extranjero”. Se trata del relato de Javier Miranda Luque titulado “(abs)tracto bilingüe”.  El yo que se manifiesta, más que detenerse en la ciudad en la que se encuentra, Miami,  nos habla de  cómo ve al mundo que lo rodea y de cómo se ve a sí mismo.  Su introspección hace referencia a su condición de inmigrante ilegal y al impacto que le causa el aventurarse a vivir en una situación de inestabilidad e inseguridad.
   A través de un ejercicio del lenguaje en el que acude a expresiones propias del “espanglish” el autor construye un discurso por demás  escatológico mediante el cual fluye en un tono de mordacidad que raya en amargura, no sólo el cuestionamiento de la sociedad norteamericana y venezolana, sino la  crítica de sí mismo. En un derroche de frivolidad que encierra igualmente un hondo acento de honestidad, el yo apunta:

Renuncio a las arepas, al ron, a los cigarros criollos y al oso. Que se pudran en el  microwave las hallacas de mi mamá. Atrás dejo los culos vernáculos y su maraqueo. Me ladillan los coterráneos que suspiran por el Ávila y los cachitos de jamón. La  nostalgia del inmigrante es cursi y llorona. Moquean escuchando gaitas pero  venden su alma por los billetes con la cara de Washington. En este land of the free nadie me conoce y entonces hago lo que sea. Rueda libre, sin complejos. Fregando vasos con rouge (2006: 78).

    El párrafo anterior, cargado de tipicismos –arepas, ron, hallacas,  el oso (detalle que alude a la cerveza más vendida en el país; la cerveza polar, cuyo emblema es la imagen de un oso polar)- da paso a la descripción la nueva vida que ejerce este antiguo “ejecutivo junior” como él mismo se califica, y que se reduce a un rincón de la cocina de un restaurant en Miami Beach donde el joven burgués se dedica a lavar platos en triple horario. De nuevo el retrato de una sociedad que se remueve incómoda ante la nueva historia política  que se relata en el país, se dibuja con acentos cáusticos, que delatan el deseo de destruir lo que se denuncia. Así leemos:

                              Aquí no soy blanco de expectativas ajenas. Mis padres vegetan en Margarita con su jubilación. Y me repiten, mail tras mail, que allá también hay playas. Y sol. Y la familia, los panas, mi ex. Thanks, but no thanks. Puse mar de por medio y me costó una bola hacerlo. Vender la moto, la tabla de surf, las demás vainas y la liquidación disminuida en dólares. No olvido la cara de mis colegas cuando les mostré mi renuncia irrevocable. Y me vine. Rapidito para no arrepentirme. Todavía la visa no expiraba y entré como turista. No soy un espalda mojada, pero ilegal estoy. I m a ghost. Como tantos (2006: 78).

   El constante uso de venezolanismos, sumado a frases escritas (o dichas) en inglés que se expresan en un insistente tono coloquial van edificando un discurso que por sí mismo resulta  evocador de identidades, formas de vida, tradiciones. Se trata de ver –leer- lo que hoy sería clasificado como el venezolano sifrino (entiéndase burgués) que construyó, sin querer entenderlo, la Venezuela de las desigualdades; durante décadas estas clases sociales aparentemente desentendidas de lo que ocurría en su país fueron forjando el agotamiento de una sociedad empobrecida en su mayoría y que hoy se conoce como la población que aún cree en ese,  fenómeno que es Hugo Chávez Frías y su ahora “socialismo del siglo XXI”.El protagonista estaría en el grupo de los “oligarcas” que tanto ha satanizado el chavismo.
   La elaboración discursiva, el trabajo del lenguaje de extraordinaria factura escatológica dan cuenta de una identidad urbana asumida desde la inconsciencia; es la ciudad cosmopolita que se proyecta como forma de ser, como distracción o rutina, como turismo y trabajo, como expresión y lenguaje:

Allá en Caracas, yo era solo 1 más de los ejecutivos junior de la oficina. Aquí, en Miami, soy mister dishwasher. De sueldo mínimo. 3 turnos de 2 horas, 6 días a la semana. Un par de comidas calientes gratis por jornada laboral, sin repetir, match your step, señor. Y why not si me queda tiempo libre que jode. Para dormir hasta el mediodía y tomar litros de café aguado maquillado con media docena de potecitos de half and half (mitad leche y mitad crema ¿de qué?, dice en letras minúsculas el empaque). Brunchear apple pies y cheese-burgers. Balbucear este espanglish, castinglés, inglellano o ingleñol que me asquea. Pero beacheo todos los días (2006: 78).

   La postura de desgracia inevitable asumida por el yo que padece su decisión de convertirse en un inmigrante más dentro de ese macro espacio que viene a ser Estados Unidos de Norteamérica, es asumida con amargo sarcasmo, con absoluta vacuidad; la vida se reduce a lavar platos, dormir, comer y nadar; su proyecto, a todas luces, insensato lo  reducirán  a  formar parte de una sociedad llena de contradicciones y falsedades, que, paradójicamente,  también él rechaza. Se trata de una resistencia al libreto de la cordura o a la solidaridad hacia una causa digna de ser asumida. Esto se verbaliza mediante un registro lingüístico desplazado, abundante en vulgaridades, y expresiones cargadas de abyección:

El día que me descubran, en esta tierra de inmigrantes, de gente de todas partes y de ninguna, me caso con una very old american lady. O dono esperma para el banco de semen. Adopto un perro. Me afilio a una ONG que defienda causas inobjetables. El servicio militar ni pensarlo, no vaya a ser que me manden invadir territorios lejanos y arrasarlos. To search and destroy. Prefiero las mamadas de Clinton a un mamandatario exterminador. Practiquemos el sexo oral y no la guerra. Eyacular sobre el vestido de una pasante es menos escandaloso que salpicar  a civiles de sangre. Invoco el espíritu de Whitman, aquel Walt que se pudrió gloriosamente bajo tierra, ahorrándose la indignidad de ser congelado como  su tocayo megalómano, cursi y churrigueresco que mandó a construir worlds y landias sobre pantanos y terrenos baldíos adquiridos por cuatro lochas –only cash next window- and five cents (2006: 80)

   El cinismo inicial se convierte en denuncia hacia las incongruencias propias de la nación americana, reproducida en sus mandatarios y en muchos de sus célebres personajes. El devaneo entre la banalidad y la abyección puede leerse como antecedente de la estética del caos y lógica del desorden, propia del lenguaje urbano actual. El sentido apocalíptico que muchas veces brota en las ficciones urbanas de principios de siglo XXI, en esta ocasión es sustituido por el ludismo que a través de la frivolidad impregna  todo el texto.  El mismo título del relato escrito a modo de anagrama  revela el deseo, de ver terribles realidades  como  juegos que resultan grotescas muecas de quien se sabe traicionado por sí mismo: las tres primeras letras “abs” se encuentran escritas horizontalmente en paréntesis;  “tracto” se colocan verticalmente para unirse a la última parte “biblingüe” también anotadas horizontalmente.
   En el primer párrafo, que se conectará con el cierre del relato, se enuncia  en primera persona una serie de consideraciones en torno al insomnio cuyo sentido escatológico se ve entreverado de un tono paródico mediante el cual el yo se hace parte de esa escatología que emula:

Yo no sé lo que es el insomnio. Ni el estreñimiento. Deduzco que un insomne es alguien estreñido del sueño. Y un estreñido, un insomne de heces. Ano en vigilia. Náufrago del baño. Culo en vela. Sin viento. ¿Existirán los exámenes fecales  del sueño? ¿Para sueños intestinos que son una mierda? ¿Poblados por lombrices parasitarias del inconsciente? Pesadillas húmedas y malolientes. Que estés con Jennifer Connelly o Liv Tyler, ambas desnudas y no se te pare. Por ejemplo. ¿Aún se practican los análisis oníricos de desechos digestivos? En la antigüedad, los oráculos leían las heces de sus amos. Escatología sin excusas ni arrepentimientos. Escritura esfinteriana que auguraba lo próximo. ¿Eres lo que sueñas o lo que comes? ¿Nuestros sueños son basura de la psique? (2006: 77)

   El relato concluye con la afirmación, estructurada muy coloquialmente en la que dice: “Por cierto, conmigo el pajúo de Freud estaría jodido. Jamás he logrado recordar mis sueños. Ni pesadillas.” (2006: 81). Iniciar el relato deteniéndose en elementos abyectos como los desechos humanos, las excrecencias, lo maloliente y vincularlos con lo onírico como parte de la misma basura, puede verse desde varias posibilidades interpretativas. Por una parte nos define claramente el rumbo a seguir en todo el texto: lo abyecto es parte de nuestra identidad. Más aún llamar a las cosas por su nombre, dejar de lado las simulaciones son la vía para establecer un distanciamiento de nosotros mismos con el que podremos crear una otredad que nos permitirá juzgarnos, desacralizar lo que nos rodea, e incluso clasificarnos como lo que somos: desechos sociales, sin ética, capaces de vender el alma o la patria o lo que sea necesario para satisfacer nuestros muy personales intereses. Esta es la postura del yo que, además, proyecta en muchos de los que cita, sea familia, personajes públicos o históricos,…
   En este sentido Julia Kristeva en su obra Los poderes de la perversión (1988) señala cuáles son las condiciones ulteriores que hacen abyectos los espacios o las personas; la escritora señala: “No es por lo tanto la ausencia  de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que  perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas. La complicidad, lo ambiguo, lo mismo.” (1988) 2004: 9). La cita enumera exactamente lo que ocurre al yo enunciador. Su identidad se ha visto perturbada producto de la situación política y social que vive su país de origen. El orden y el sistema en el que se desarrollaba su vida se han roto. Hay una consciencia de este rompimiento y un deseo expreso de no volver a lo que, para él, ya ha desaparecido, ya no vuelve. Esta conciencia de final, semejante a la sensación que podría experimentar un agonizante  ante la idea de la muerte trastoca lo interior y lo exterior, llevando inevitablemente al acabamiento personal.
   Javier Miranda construye su relato teniendo como asiento a la abyección, pero el tratamiento que desarrolla de la misma le concede un carácter excepcional. La voz protagónica adquiere relevancia pues es la que mostrará un panorama personal, social y cultural degradado; sin embargo el uso de la primera persona impregna de subjetividad  el discurso y nos muestra que la fealdad, la sordidez, los personajes configurados por su mediocridad se transforman en razón estética y, al mismo tiempo, en denuncia de un mundo que pareciera haberse instalado en la vileza de sus intereses personales por encima de cualquier bien comunitario.

¿Ciudades sin rostros?
 Las referencias a la ciudad  en la que se encuentra, Miami, no se desarrollan con  descripciones geográficas o urbanas; la oquedad se impone como registro del paisaje citadino; es más bien la urbe sin dimensiones concretas que se construye con las formas  de vida de quienes la habitan. La identidad de Miami ubicada en Norte América pero poblada en su mayoría de hombres y mujeres de origen hispanoamericano, cubanos y venezolanos preferentemente,  le concede características culturales diseñadas desde el filtro de la hibridez y la globalización; de tal manera que la alusión y crítica de la ideología y formas de actuar del norteamericano medio, se expresan en una atmósfera de espesa disonancia; el extranjero  habla de una ciudad de otro país, pretendiendo asumirla como propia. Mediante la elaboración discursiva de un lenguaje que muestra raíces étnicas muy marcadas, ocurre lo opuesto a lo que aparentemente se pretende lograr: se  venozolaniza la ciudad  al enunciarla con el filtro de una identidad nacional inevitablemente arraigada. La pretensión de borrarse en ese territorio que se dispone a modo de micro-universo, apenas se asoma como deseo.

Ciudad espejo
   Miami escribe su historia de cotidianidad  anclada en la diversidad étnica; evocar sus costumbres, señalar cómo, en último término, fue diseñada  para acoger al turismo –o al inmigrante ilegal- que permanentemente la colma; decorada de hoteles, bares, restaurantes, la convierten en el gran teatro del mundo; allí desaparece lo conocido y se impone el anonimato; la presencia de la playa junto a los grandes centros nocturnos le concede a quien la habita la capacidad de evadirse y olvidar:

“Con una inteligencia mediana, aquí cualquiera pasa desapercibido. Viviendo su versión del american way que consiste en un único mandamiento: “no te involucres”. Dont get involved, honey. And thats it. Ya está, pues, y nada más. Este es el name of de the game. Gánate tus verdes, consume y cállate.” (2006: 79).

La ciudad Light es, estéticamente, el espejo de aquel antiguo “ejecutivo junior” que se empecina en seguir siendo Light, a pesar de las implicaciones que esto supone. Ciudad-personaje son uno mismo; ella lo representa y él se ve, efectivamente, reflejado en sus linderos de ensoñación y escapismos permanentes; no hay incertidumbres ni miedos.  Miami encarna el sueño americano desde el perfil más radical: la vacuidad. Ese gigante que mira de soslayo al resto del mundo, es, sin embargo, vacuo, de mirada estrecha,  en definitiva, el gran rastrero.
   Sin embargo, nuestro personaje quiere estar  allí, en sus espacios, regido por sus leyes, conviviendo con su gente. ¿Asimilación cultural? ¿Evasión permanente? ¿Íntimo deseo de aniquilamiento? ¿Desmemoria como actitud vital?: “Yo juego al bajo perfil. Catirito[1] y bronceado. Sin acento. Callado. Masivo. Una isla rodeada por un microclima confortable. Me divierto inventándome nombres y nacionalidades.” (2006: 78). No soy lo que soy, no soy nadie.
El imaginario que se presenta está impregnado del sentido de desarraigo y de voluntaria  exclusión social; todo ello va de la mano de la estructura del discurso a través del uso del monólogo, con un lenguaje  que ilustra con exactitud una tesitura interior desgarrada,  saturada de contradicciones y sinsentidos. Esto es, una vez más, otra cara de la migración, una de las más  comunes entre la venezolanidad que ve su traslado como una tragedia colectiva.



BIBLIOGRAFÍA
 Torres, Ana Teresa; Torres Héctor, compiladores. De la urbe para el orbe. Fundación para la cultura urbana. Caracas. 2006.

Kristeva, Julia. Los poderes de la perversión. Siglo XXI editores. (1988) 2004.

Artículos de Internet:
http://www.mequieroir.com Revisado el  10 de junio del 2012.
http://www.venezolanosenelexterior.blogspot Revisado el 9 de junio del 2012
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Para recuadro
El exilio en cifras
Rastrear información acerca de la inmigración venezolana es una tarea ardua. El fenómeno en pleno ascenso impide el hallazgo de cifras oficiales pues éstas aún no existen. A partir de la subida al poder de Hugo Chávez Frías la diáspora dio inicio; hoy hablamos de “éxodo masivo”, más aún considerando que la mayoría de quienes desean salir sienten que el tiempo está contado.
 Para señalar  cifras aproximadas debemos acudir a la red pues los estudios acerca de esta inmigración son realmente escasos por no hablar, en la práctica, de un vacío total. Según la página web “Producto online” en marzo del 2007 se calculaba  que la emigración de venezolanos sobrepasaba el 1,5 millones de personas. “Sólo en USA –señala la revista- se encuentran unos 300 mil y en Australia ya se cuenta con más de 10 mil”. Si rastreamos en las fuentes de Internet encontramos infinidad de páginas o sitios de agrupaciones de venezolanos en el extranjero, opinando, dándose apoyo entre sí; así vemos direcciones como TALVEN (Talento venezolano) o el blog “venezolanos en el exterior” que añade links de unos veinte países o bien la “venecomunidad” y “CECIVEX (resistencia civil venezolana) de corte más bien político y, claro está, antichavista.
    “Mequieroir.com” es uno de los blogs más exitosos relacionado con la migración. Creada en el 2001, recibe al día más de 60 mil usuarios. En ella encontramos links de ayuda al interesado en saber las condiciones legales que deben enfrentar en caso de decidir una salida definitiva del país; ofrece las alternativas más comunes: Estados Unidos, Canadá, Australia, Panamá –muy atractiva para la inversión venezolana-, Costa Rica y, recientemente, han incluido a otros del cono Sur: Chile, Argentina o Perú. El perfil del futuro inmigrante, señala la editora de la web Esther Bermúdez, ha variado: inicialmente eran jóvenes profesionales; hoy se habla de familias con un rango de edad  de los progenitores entre los treinta y cuarenta años. Son también estos profesionales con experiencia laboral o con una capacidad de inversión relativamente holgada; se trata, pues, de “fuga de talentos” que inevitablemente dejan al país a la deriva en lo que se refiere al capital humano. Ese país, caracterizado por su capacidad de recepción de emigrantes; en los años cincuenta y sesenta de gallegos, portugueses o italianos y en los ochenta de chilenos, argentinos y uruguayos, ahora ha  provocado la expulsión compulsiva de quienes lo habitan.

El presente artículo es una reelaboración del publicado en la Revista Arenas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Número 31, intitulado "Venezuela: Sociedad, cultura y migración. 2012.




[1] “Catirito” término diminutivo  que se emplea en Venezuela para nombrar a la persona rubia.


1 comentario:

  1. No sé si llamarla la literatura del exilio. Digamos, por ahora, que es la literatura de los venezolanos que viven fuera de Venezuela. Y uno de esos escritores, Javier Miranda Luque, escribió un relato titulado “(abs)tracto bilingüe”. Afortunadamente, la profesora Guadalupe Isabel Carrillo rescató el texto para su blog. Y aunque una golondrina no hace verano, el texto de Miranda Luque augura a un gran escritor que no come cuentos, y que sabe lo que es realmente vivir en el exilio. El relato trabaja una ubicuidad bilingüe que es la obra de un excelente narrador.
    Padecí durante un año la vida en Miami. Es una ciudad alucinante y totalmente despreciable. Para decirlo con un título de Adriano González, es una combinación de asfalto y de infierno. Nunca pude entender cómo una ciudad con sol tan abundante, puede ser tan mezquina, tan hostil, tan triste. Creí que estaba solo en esa malhumorada apreciación. Gracias a Miranda Luque descubro que no estaba solo. Gracias a Guadalupe Isabel Carrillo, que me descubrió el texto de Miranda Luque, que hizo tan inteligentes evaluaciones del texto, hoy podré ir a dormir tranquilo. Ojalá que Miranda Luque siga escribiendo sobre el infierno maiamero. Ojalá que Guadalupe Isabel Carrillo siga escribiendo en su blog textos tan precisos, con una información tan bien documentada.
    No hay muchos textos que puedan emerger del estereotipo de Miami, aunque hay dos autores anglosajones que recomiendo: el Charles Willeford de Miami Blues, y el Carl Hiassen de Skin Tight. Ellos han contribuido a mostrar la Miami que yo deploro haber conocido. Gracias, Guadalupe, por tu texto. Gracias a Miranda Luque por su afiebrada imaginación.

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