Guadalupe Isabel Carrillo Torea
“En este
land of the free nadie me conoce
Y
entonces hago lo que sea.
Rueda
libre, sin complejos.
Fregando
vasos con rouge”
Javier
Miranda Luque: “(Abs)tracto bilingüe”
La narrativa se contextualiza en la Venezuela
chavista vista desde dentro como
ciudadano que habita el país, o hacia afuera, como venezolano en el extranjero,
que no olvida su referente nacional.
En 2006 se publicó un libro de cuentos
titulado De la urbe para el orbe en
el que colaboran doce jóvenes escritores con la temática urbana como centro
argumental. Se trata de un ejercicio narrativo avocado a la vida citadina no
sólo como escenario, sino también como construcción ficcional o eje
argumentativo. Uno de ellos resulta
especialmente representativo como reflejo de la problemática de la migración.
Pretendo, mostrar alguno de los rostros
de la experiencia de la inmigración que, a modo de testimonio, se plasma en la
literatura; si bien se trata de un trabajo estético y de ficción, representa
muy claramente las patologías que podemos padecer como “venezolanos en el
extranjero”. Se trata del relato de Javier Miranda Luque titulado “(abs)tracto
bilingüe”. El yo que se manifiesta, más
que detenerse en la ciudad en la que se encuentra, Miami, nos habla de
cómo ve al mundo que lo rodea y de cómo se ve a sí mismo. Su introspección hace referencia a su
condición de inmigrante ilegal y al impacto que le causa el aventurarse a vivir
en una situación de inestabilidad e inseguridad.
A través de un ejercicio del lenguaje en el
que acude a expresiones propias del “espanglish” el autor construye un discurso
por demás escatológico mediante el cual
fluye en un tono de mordacidad que raya en amargura, no sólo el cuestionamiento
de la sociedad norteamericana y venezolana, sino la crítica de sí mismo. En un derroche de
frivolidad que encierra igualmente un hondo acento de honestidad, el yo apunta:
Renuncio
a las arepas, al ron, a los cigarros criollos y al oso. Que se pudran en
el microwave las hallacas de mi mamá.
Atrás dejo los culos vernáculos y su maraqueo. Me ladillan los coterráneos que
suspiran por el Ávila y los cachitos de jamón. La nostalgia del inmigrante es cursi y llorona.
Moquean escuchando gaitas pero venden su
alma por los billetes con la cara de Washington. En este land of the free nadie
me conoce y entonces hago lo que sea. Rueda libre, sin complejos. Fregando
vasos con rouge (2006: 78).
El párrafo anterior, cargado de tipicismos
–arepas, ron, hallacas, el oso (detalle
que alude a la cerveza más vendida en el país; la cerveza polar, cuyo emblema
es la imagen de un oso polar)- da paso a la descripción la nueva vida que
ejerce este antiguo “ejecutivo junior” como él mismo se califica, y que se
reduce a un rincón de la cocina de un restaurant en Miami Beach donde el joven
burgués se dedica a lavar platos en triple horario. De nuevo el retrato de una
sociedad que se remueve incómoda ante la nueva historia política que se relata en el país, se dibuja con
acentos cáusticos, que delatan el deseo de destruir lo que se denuncia. Así
leemos:
Aquí
no soy blanco de expectativas ajenas. Mis padres vegetan en Margarita con su
jubilación. Y me repiten, mail tras mail, que allá también hay playas. Y sol. Y
la familia, los panas, mi ex. Thanks, but no thanks. Puse mar de por medio y me
costó una bola hacerlo. Vender la moto, la tabla de surf, las demás vainas y la
liquidación disminuida en dólares. No olvido la cara de mis colegas cuando les
mostré mi renuncia irrevocable. Y me vine. Rapidito para no arrepentirme.
Todavía la visa no expiraba y entré como turista. No soy un espalda mojada,
pero ilegal estoy. I m a ghost. Como tantos (2006: 78).
El constante uso de venezolanismos, sumado a
frases escritas (o dichas) en inglés que se expresan en un insistente tono
coloquial van edificando un discurso que por sí mismo resulta evocador de identidades, formas de vida,
tradiciones. Se trata de ver –leer- lo que hoy sería clasificado como el
venezolano sifrino (entiéndase
burgués) que construyó, sin querer entenderlo, la Venezuela de las
desigualdades; durante décadas estas clases sociales aparentemente
desentendidas de lo que ocurría en su país fueron forjando el agotamiento de
una sociedad empobrecida en su mayoría y que hoy se conoce como la población
que aún cree en ese, fenómeno que es
Hugo Chávez Frías y su ahora “socialismo del siglo XXI”.El protagonista estaría
en el grupo de los “oligarcas” que tanto ha satanizado el chavismo.
La elaboración discursiva, el trabajo del
lenguaje de extraordinaria factura escatológica dan cuenta de una identidad
urbana asumida desde la inconsciencia; es la ciudad cosmopolita que se proyecta
como forma de ser, como distracción o rutina, como turismo y trabajo, como
expresión y lenguaje:
Allá en Caracas, yo era solo 1 más de
los ejecutivos junior de la oficina. Aquí, en Miami, soy mister dishwasher. De
sueldo mínimo. 3 turnos de 2 horas, 6 días a la semana. Un par de comidas
calientes gratis por jornada laboral, sin repetir, match your step, señor. Y
why not si me queda tiempo libre que jode. Para dormir hasta el mediodía y
tomar litros de café aguado maquillado con media docena de potecitos de half
and half (mitad leche y mitad crema ¿de qué?, dice en letras minúsculas el
empaque). Brunchear apple pies y cheese-burgers. Balbucear este espanglish,
castinglés, inglellano o ingleñol que me asquea. Pero beacheo todos los días
(2006: 78).
La postura de desgracia inevitable asumida
por el yo que padece su decisión de convertirse en un inmigrante más dentro de
ese macro espacio que viene a ser Estados Unidos de Norteamérica, es asumida
con amargo sarcasmo, con absoluta vacuidad; la vida se reduce a lavar platos,
dormir, comer y nadar; su proyecto, a todas luces, insensato lo reducirán a
formar parte de una sociedad llena de contradicciones y falsedades, que,
paradójicamente, también él rechaza. Se
trata de una resistencia al libreto de la cordura o a la solidaridad hacia una
causa digna de ser asumida. Esto se verbaliza mediante un registro lingüístico
desplazado, abundante en vulgaridades, y expresiones cargadas de abyección:
El
día que me descubran, en esta tierra de inmigrantes, de gente de todas partes y
de ninguna, me caso con una very old american lady. O dono esperma para el
banco de semen. Adopto un perro. Me afilio a una ONG que defienda causas
inobjetables. El servicio militar ni pensarlo, no vaya a ser que me manden
invadir territorios lejanos y arrasarlos. To search and destroy. Prefiero las
mamadas de Clinton a un mamandatario exterminador. Practiquemos el sexo oral y
no la guerra. Eyacular sobre el vestido de una pasante es menos escandaloso que
salpicar a civiles de sangre. Invoco el
espíritu de Whitman, aquel Walt que se pudrió gloriosamente bajo tierra,
ahorrándose la indignidad de ser congelado como
su tocayo megalómano, cursi y churrigueresco que mandó a construir
worlds y landias sobre pantanos y terrenos baldíos adquiridos por cuatro lochas
–only cash next window- and five cents (2006: 80)
El cinismo inicial se convierte en denuncia
hacia las incongruencias propias de la nación americana, reproducida en sus
mandatarios y en muchos de sus célebres personajes. El devaneo entre la
banalidad y la abyección puede leerse como antecedente de la estética del caos
y lógica del desorden, propia del lenguaje urbano actual. El sentido
apocalíptico que muchas veces brota en las ficciones urbanas de principios de
siglo XXI, en esta ocasión es sustituido por el ludismo que a través de la
frivolidad impregna todo el texto. El mismo título del relato escrito a modo de
anagrama revela el deseo, de ver
terribles realidades como juegos que resultan grotescas muecas de quien
se sabe traicionado por sí mismo: las tres primeras letras “abs” se encuentran
escritas horizontalmente en paréntesis;
“tracto” se colocan verticalmente para unirse a la última parte
“biblingüe” también anotadas horizontalmente.
En el primer párrafo, que se conectará con
el cierre del relato, se enuncia en
primera persona una serie de consideraciones en torno al insomnio cuyo sentido
escatológico se ve entreverado de un tono paródico mediante el cual el yo se
hace parte de esa escatología que emula:
Yo
no sé lo que es el insomnio. Ni el estreñimiento. Deduzco que un insomne es
alguien estreñido del sueño. Y un estreñido, un insomne de heces. Ano en
vigilia. Náufrago del baño. Culo en vela. Sin viento. ¿Existirán los exámenes
fecales del sueño? ¿Para sueños
intestinos que son una mierda? ¿Poblados por lombrices parasitarias del
inconsciente? Pesadillas húmedas y malolientes. Que estés con Jennifer Connelly
o Liv Tyler, ambas desnudas y no se te pare. Por ejemplo. ¿Aún se practican los
análisis oníricos de desechos digestivos? En la antigüedad, los oráculos leían
las heces de sus amos. Escatología sin excusas ni arrepentimientos. Escritura
esfinteriana que auguraba lo próximo. ¿Eres lo que sueñas o lo que comes?
¿Nuestros sueños son basura de la psique? (2006: 77)
El relato concluye con la afirmación,
estructurada muy coloquialmente en la que dice: “Por cierto, conmigo el pajúo
de Freud estaría jodido. Jamás he logrado recordar mis sueños. Ni pesadillas.”
(2006: 81). Iniciar el relato deteniéndose en elementos abyectos como los
desechos humanos, las excrecencias, lo maloliente y vincularlos con lo onírico
como parte de la misma basura, puede verse desde varias posibilidades
interpretativas. Por una parte nos define claramente el rumbo a seguir en todo el
texto: lo abyecto es parte de nuestra identidad. Más aún llamar a las cosas por
su nombre, dejar de lado las simulaciones son la vía para establecer un
distanciamiento de nosotros mismos con el que podremos crear una otredad que
nos permitirá juzgarnos, desacralizar lo que nos rodea, e incluso clasificarnos
como lo que somos: desechos sociales, sin ética, capaces de vender el alma o la
patria o lo que sea necesario para satisfacer nuestros muy personales
intereses. Esta es la postura del yo que, además, proyecta en muchos de los que
cita, sea familia, personajes públicos o históricos,…
En este sentido Julia Kristeva en su obra Los poderes de la perversión (1988)
señala cuáles son las condiciones ulteriores que hacen abyectos los espacios o
las personas; la escritora señala: “No es por lo tanto la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto,
sino aquello que perturba una identidad,
un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las
reglas. La complicidad, lo ambiguo, lo mismo.” (1988) 2004: 9). La cita enumera
exactamente lo que ocurre al yo enunciador. Su identidad se ha visto perturbada
producto de la situación política y social que vive su país de origen. El orden
y el sistema en el que se desarrollaba su vida se han roto. Hay una consciencia
de este rompimiento y un deseo expreso de no volver a lo que, para él, ya ha
desaparecido, ya no vuelve. Esta conciencia de final, semejante a la sensación
que podría experimentar un agonizante
ante la idea de la muerte trastoca lo interior y lo exterior, llevando
inevitablemente al acabamiento personal.
Javier Miranda construye su relato teniendo
como asiento a la abyección, pero el tratamiento que desarrolla de la misma le
concede un carácter excepcional. La voz protagónica adquiere relevancia pues es
la que mostrará un panorama personal, social y cultural degradado; sin embargo
el uso de la primera persona impregna de subjetividad el discurso y nos muestra que la fealdad, la
sordidez, los personajes configurados por su mediocridad se transforman en
razón estética y, al mismo tiempo, en denuncia de un mundo que pareciera
haberse instalado en la vileza de sus intereses personales por encima de
cualquier bien comunitario.
¿Ciudades sin rostros?
Las referencias a la ciudad en la que se encuentra, Miami, no se
desarrollan con descripciones
geográficas o urbanas; la oquedad se impone como registro del paisaje citadino;
es más bien la urbe sin dimensiones concretas que se construye con las
formas de vida de quienes la habitan. La
identidad de Miami ubicada en Norte América pero poblada en su mayoría de
hombres y mujeres de origen hispanoamericano, cubanos y venezolanos
preferentemente, le concede
características culturales diseñadas desde el filtro de la hibridez y la
globalización; de tal manera que la alusión y crítica de la ideología y formas
de actuar del norteamericano medio, se expresan en una atmósfera de espesa
disonancia; el extranjero habla de una
ciudad de otro país, pretendiendo asumirla como propia. Mediante la elaboración
discursiva de un lenguaje que muestra raíces étnicas muy marcadas, ocurre lo
opuesto a lo que aparentemente se pretende lograr: se venozolaniza la ciudad al enunciarla con el filtro de una identidad
nacional inevitablemente arraigada. La pretensión de borrarse en ese territorio
que se dispone a modo de micro-universo, apenas se asoma como deseo.
Ciudad espejo
Miami escribe su historia de
cotidianidad anclada en la diversidad
étnica; evocar sus costumbres, señalar cómo, en último término, fue
diseñada para acoger al turismo –o al
inmigrante ilegal- que permanentemente la colma; decorada de hoteles, bares,
restaurantes, la convierten en el gran teatro del mundo; allí desaparece lo conocido
y se impone el anonimato; la presencia de la playa junto a los grandes centros
nocturnos le concede a quien la habita la capacidad de evadirse y olvidar:
“Con
una inteligencia mediana, aquí cualquiera pasa desapercibido. Viviendo su
versión del american way que consiste en un único mandamiento: “no te
involucres”. Dont get involved, honey. And thats it. Ya está, pues, y nada más.
Este es el name of de the game. Gánate tus verdes, consume y cállate.” (2006:
79).
La ciudad
Light es, estéticamente, el espejo de aquel antiguo “ejecutivo junior” que se
empecina en seguir siendo Light, a pesar de las implicaciones que esto supone.
Ciudad-personaje son uno mismo; ella lo representa y él se ve, efectivamente,
reflejado en sus linderos de ensoñación y escapismos permanentes; no hay
incertidumbres ni miedos. Miami encarna
el sueño americano desde el perfil más radical: la vacuidad. Ese gigante que
mira de soslayo al resto del mundo, es, sin embargo, vacuo, de mirada estrecha,
en definitiva, el gran rastrero.
Sin embargo, nuestro personaje quiere
estar allí, en sus espacios, regido por
sus leyes, conviviendo con su gente. ¿Asimilación cultural? ¿Evasión
permanente? ¿Íntimo deseo de aniquilamiento? ¿Desmemoria como actitud vital?:
“Yo juego al bajo perfil. Catirito[1]
y bronceado. Sin acento. Callado. Masivo. Una isla rodeada por un microclima
confortable. Me divierto inventándome nombres y nacionalidades.” (2006: 78). No
soy lo que soy, no soy nadie.
El
imaginario que se presenta está impregnado del sentido de desarraigo y de
voluntaria exclusión social; todo ello
va de la mano de la estructura del discurso a través del uso del monólogo, con
un lenguaje que ilustra con exactitud
una tesitura interior desgarrada,
saturada de contradicciones y sinsentidos. Esto es, una vez más, otra
cara de la migración, una de las más
comunes entre la venezolanidad que ve su traslado como una tragedia
colectiva.
BIBLIOGRAFÍA
Torres, Ana Teresa;
Torres Héctor, compiladores. De la urbe
para el orbe. Fundación para la cultura urbana. Caracas. 2006.
Kristeva,
Julia. Los poderes de la perversión.
Siglo XXI editores. (1988) 2004.
Artículos
de Internet:
http://www.mequieroir.com Revisado el 10 de junio del 2012.
http://www.venezolanosenelexterior.blogspot
Revisado el 9 de junio del 2012
http://www.producto.com.ve/280/notas/tendencias.html
revisado el 9 de junio del 2012
http://www.terra.com.mx/articulo.aspx?articuloID=218650
Revisado el 11 de junio del 2012
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Para
recuadro
El
exilio en cifras
Rastrear información
acerca de la inmigración venezolana es una tarea ardua. El fenómeno en pleno
ascenso impide el hallazgo de cifras oficiales pues éstas aún no existen. A
partir de la subida al poder de Hugo Chávez Frías la diáspora dio inicio; hoy
hablamos de “éxodo masivo”, más aún considerando que la mayoría de quienes
desean salir sienten que el tiempo está contado.
Para señalar
cifras aproximadas debemos acudir a la red pues los estudios acerca de
esta inmigración son realmente escasos por no hablar, en la práctica, de un
vacío total. Según la página web “Producto online” en marzo del 2007 se
calculaba que la emigración de
venezolanos sobrepasaba el 1,5 millones de personas. “Sólo en USA –señala la
revista- se encuentran unos 300 mil y en Australia ya se cuenta con más de 10
mil”. Si rastreamos en las fuentes de Internet encontramos infinidad de páginas
o sitios de agrupaciones de venezolanos en el extranjero, opinando, dándose
apoyo entre sí; así vemos direcciones como TALVEN (Talento venezolano) o el blog
“venezolanos en el exterior” que añade links de unos veinte países o bien la
“venecomunidad” y “CECIVEX (resistencia civil venezolana) de corte más bien
político y, claro está, antichavista.
“Mequieroir.com” es uno de los blogs más
exitosos relacionado con la migración. Creada en el 2001, recibe al día más de
60 mil usuarios. En ella encontramos links de ayuda al interesado en saber las
condiciones legales que deben enfrentar en caso de decidir una salida
definitiva del país; ofrece las alternativas más comunes: Estados Unidos,
Canadá, Australia, Panamá –muy atractiva para la inversión venezolana-, Costa
Rica y, recientemente, han incluido a otros del cono Sur: Chile, Argentina o
Perú. El perfil del futuro inmigrante, señala la editora de la web Esther Bermúdez,
ha variado: inicialmente eran jóvenes profesionales; hoy se habla de familias
con un rango de edad de los progenitores
entre los treinta y cuarenta años. Son también estos profesionales con
experiencia laboral o con una capacidad de inversión relativamente holgada; se
trata, pues, de “fuga de talentos” que inevitablemente dejan al país a la
deriva en lo que se refiere al capital humano. Ese país, caracterizado por su
capacidad de recepción de emigrantes; en los años cincuenta y sesenta de gallegos,
portugueses o italianos y en los ochenta de chilenos, argentinos y uruguayos,
ahora ha provocado la expulsión
compulsiva de quienes lo habitan.
El presente artículo es una reelaboración del publicado en la Revista Arenas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Número 31, intitulado "Venezuela: Sociedad, cultura y migración. 2012.
El presente artículo es una reelaboración del publicado en la Revista Arenas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Número 31, intitulado "Venezuela: Sociedad, cultura y migración. 2012.
No sé si llamarla la literatura del exilio. Digamos, por ahora, que es la literatura de los venezolanos que viven fuera de Venezuela. Y uno de esos escritores, Javier Miranda Luque, escribió un relato titulado “(abs)tracto bilingüe”. Afortunadamente, la profesora Guadalupe Isabel Carrillo rescató el texto para su blog. Y aunque una golondrina no hace verano, el texto de Miranda Luque augura a un gran escritor que no come cuentos, y que sabe lo que es realmente vivir en el exilio. El relato trabaja una ubicuidad bilingüe que es la obra de un excelente narrador.
ResponderEliminarPadecí durante un año la vida en Miami. Es una ciudad alucinante y totalmente despreciable. Para decirlo con un título de Adriano González, es una combinación de asfalto y de infierno. Nunca pude entender cómo una ciudad con sol tan abundante, puede ser tan mezquina, tan hostil, tan triste. Creí que estaba solo en esa malhumorada apreciación. Gracias a Miranda Luque descubro que no estaba solo. Gracias a Guadalupe Isabel Carrillo, que me descubrió el texto de Miranda Luque, que hizo tan inteligentes evaluaciones del texto, hoy podré ir a dormir tranquilo. Ojalá que Miranda Luque siga escribiendo sobre el infierno maiamero. Ojalá que Guadalupe Isabel Carrillo siga escribiendo en su blog textos tan precisos, con una información tan bien documentada.
No hay muchos textos que puedan emerger del estereotipo de Miami, aunque hay dos autores anglosajones que recomiendo: el Charles Willeford de Miami Blues, y el Carl Hiassen de Skin Tight. Ellos han contribuido a mostrar la Miami que yo deploro haber conocido. Gracias, Guadalupe, por tu texto. Gracias a Miranda Luque por su afiebrada imaginación.