DOCTORADO
HONORIS CAUSA A LA POESÍA. DOLORES CASTRO
La Universidad Autónoma del Estado de
México, a petición del Centro de Investigación donde laboro, le concedió el
Doctorado Honoris Causa a una de las poetas más longevas del país que posee una lucidez impecable, la maestra Dolores Castro Varela. Dos semanas
atrás tuve la fortuna de conocerla. La habíamos invitado a nuestro centro para
hablar de su poesía, de su trabajo creador y sus grandes anécdotas.
Esa
anciana venerable nos enriqueció dos días con la presencia y el testimonio de
quien se sabe afortunada no solo por su talento y sensibilidad, también por su trabajo creador, a pesar de grandes adversidades, como fue
una temprana viudez y el sacar adelante a 7 hijos muy jóvenes. Con la voz
quebradiza por los años, repasó los recuerdos bienaventurados, recitó versos
suyos y de poetas que nos han deslumbrado con su verbo.
Sin embargo, lo mejor vendría el viernes 24
de noviembre cuando un Aula Magna llena de gente, de autoridades universitarias
y familiares cercanos a la poeta, ovacionó esa figura frágil que daba las gracias
sonriendo, a un público desconcertado por tanta ternura a cuestas.
Dolores Castro habló de viva voz, sin
titubeos, y agradeció el valor universal que aportan las universidades a la
sociedad. La importancia real de la poesía está en su capacidad de escribir la historia del mundo bellamente; desde las anécdotas diminutas, sorprenderse frente al viento, a la luz, a la naturaleza. “Algo le duele al
aire” es uno de los poemas seleccionados para mostrar su hermosa y sensible
poesía. Dirá la poeta: “Cómo sopla y aúlla/ como que canta/ pero algo le duele”.
Bordar la poesía fue su destino y
lo ha hecho, honrándola. De nuevo pensando en el aire nos dice: “Cuando
doliente aún/entra por las rendijas/de mi ventana, /de cuando él se duele/algo
me duele a mí/algo me duele”. La palabra es también música, y ella la persigue, indomable. Por ello arrancó
aplausos, ovacionamos a la belleza encarnada en esta artífice honorable cuya compañía nos trae aire fresco de una anciana de 94 años.
En el público se encontraba un buen número de alumnos a los que dedicó horas y días de su sabiduría; estaban conmovidos. También me sentí arrastrada por su espíritu elevado y creo que este acto de reconocimiento es hacer honor a la verdad.
Los invito a leer su poesía prolífica, y a
admirarla como mujer, como poeta, como digna representante de la buena
literatura.
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