miércoles, 16 de octubre de 2013

EL HUMANISMO DERROTADO EN LA PRIMERA REPÚBLICA DE VENEZUELA



 

 

 
 Guadalupe I Carrillo T.

   La independencia de los países Latinoamericanos desarrollada en el siglo XIX perfiló de forma definitiva el rostro de una centuria. Podríamos dibujarlo a trazos irregulares, donde se pudiese apreciar no sólo los duros altibajos que padecieron los habitantes de nuestras naciones en aquel momento colonizadas, sino también que mostrasen la muerte, la discordia e, inevitablemente, la traición de los cercanos; la devastación que nuestro continente padeció y las rutilancias que más adelante quiso narrar a través de la literatura, del testimonio y del relato de una historia oficial que muchas veces ha evadido la realidad, nos dejan ver las complejidades sociales y políticas que rodearon el proceso de independencia y su posterior consolidación.

 

    Los protagonistas  de la independencia, los líderes que llevaron adelante una empresa inevitablemente admirada en la actualidad, se vieron envueltos en  huracanes de grandeza que muchas veces se traducirían en ambiciones de poder,  leyes que reflejaban autoritarismos exacerbados, posturas racistas, marginación y desigualdades escandalosas  o sueños irrealizables.

 

   Simón Bolívar, evidentemente, no se sustrajo de padecer todas estas posturas. Su liderazgo iba a la par de la inteligencia, tenacidad, y  de la grandeza que lo caracterizó incluso en el momento de su muerte. La pasión que lo impulsaba lo llevaría a realizar actos heroicos, muchos de ellos sublimes;  pero, igualmente,  como hombre veremos claro-oscuros que definen de una mejor manera el proceso de madurez que tuvo que experimentar para convertirse en el coloso que hoy admiramos.  Si nos acercamos a la historia veremos decisión y valentía; también dureza y radicalidad; “vacilar es perdernos” dirá el Libertador en los días de la primera república; La vida de Bolívar estuvo signada por la gloria más alta y la decepción mayor: verse desterrado de todo y de todos. “Aré en el mar”, dijo, expresando su fatal desconsuelo.

 

 

El humanismo ilustrado y romántico

El movimiento romántico que surgiría a comienzos del siglo XIX europeo tuvo como estandarte ideológico la consolidación de un humanismo de raíz greco-romana  centrado no sólo en la revalorización del hombre como individuo y en el respeto a sus derechos. Fue más allá; desarrolló el concepto y sentido del liberalismo que había impreso la revolución francesa en el lema que la precedió. “Libertad, igualdad y fraternidad” serían condiciones imprescindibles para quienes pretendían vivir el humanismo.

 

   El sentido libertario era acorde con las luchas que tanto en Europa como en las colonias americanas se estaban librando en el convulso siglo XIX.  Aunque como movimiento propiamente literario, el romanticismo se desarrolla tardíamente en Venezuela, no así sus ideas que se extendieron  a la centuria y que azuzó apasionadamente los ánimos, impulsó guerras suicidas y definió la libertad. Sin embargo, ese mismo romanticismo hiperbolizó con desmesura la valentía de unos, la cobardía de otros; fácilmente se perdían las proporciones y la sensatez terminaría siendo sinónimo de tibieza: el humanismo que entronizaban los actores de aquella centuria como bandera identitaria, padeció de terribles vaivenes.

 

   Los pensadores de la época enfocaban su atención en estrategias políticas y sociales que les permitiera, en primera instancia, tener una mayor intervención en los asuntos de la colonia, completamente centralizados en los enviados de la corona.  No había una literatura escrita; la oratoria se convirtió en alternativa artística y cobró pertinencia. Las reuniones públicas eran comunes en aquellos espacios que no contaban con otros medios para la comunicación entre unos y otros. La exhortación  fue instrumento para convencer y conciliar ideas. Más tarde se fabricó  la primera imprenta que permitió la elaboración de periódicos que se difundían con las ideas independentistas. Uno de los más célebres será  “El correo del Orinoco” [1] así como la Gaceta Oficial que en la actualidad publica decretos presidenciales y acuerdos de oficio.

 

   El concepto de literatura como se concibe en la actualidad aún era incipiente; los ciudadanos que poseían instrucción en las artes liberales  preferían la lectura de filósofos e ideólogos europeos críticos con el sistema político y social que se había vivido hasta entonces en Europa, y en consecuencia, en la América. El romanticismo, por tanto, era más una vivencia, un impulso libertario. Décadas más tarde, hacia 1840 empezaron a publicarse  en Venezuela las obras escritas de corte romántico que relataban, a modo de crónica, las experiencias bélicas del proceso de independencia, intentando, también con ello, configurar una identidad nacional que aún no cristalizaba. Por ello, en este trabajo, me centraré más en los hechos que se desarrollaron en la Primera República y la manera en que el humanismo trascendía en las acciones y las ideas.

 

La Primera República: Algunos pasos del infortunio

   La coyuntura histórica de la invasión francesa impulsada por Napoleón Bonaparte y la posterior deposición de Fernando VII   favoreció a la mayor parte de nuestros países latinoamericanos, moviéndolos a realizar los primeros actos relevantes que dieran inicio a la configuración de Repúblicas constituidas por  patriotas. El 24 de noviembre de 1808 la oligarquía criolla presentó al Capitán General Vicente Emparan, representante de José Bonaparte, la petición  de establecer una junta independiente que seguiría fielmente las directrices de Fernando VII. Más que un acto de carácter revolucionario, el texto se tradujo en la defensa de la monarquía española; de tal suerte que fue negada de forma inmediata por los representantes de España, arrestando a los 45 caballeros firmantes.

 

   Hubo dos intentos más de separarse del régimen: el 14 de diciembre de 1809 y el 2 de abril de 1810; sin embargo, la noticia de la disolución de la Junta Central de Cádiz,  creada por los representantes del gobierno napoleónico fue publicada en la Gaceta de Caracas, primer periódico de la entonces capitanía general, y se convirtió en el detonante de la revuelta que llevaría a buena parte de los caraqueños de la época a reunirse en la plaza mayor de la capital para exigir la salida de Vicente Emparan. Era el 19 de abril de 1810. La nueva Junta que gobernaría la ciudad amparándose en la defensa de los atributos del depuesto rey español fue constituida por la dirigencia criolla compuesta en su mayoría por conservadores, algunos cuantos autonomistas y muy pocos independentistas radicales [2] Bolívar se mantuvo en contacto con los nuevos actores, pero distante de sus acciones, ya que las ideas de éste último estaban a favor de una separación definitiva del gobierno monárquico.

 

   Sin embargo, el 10 de junio fue nombrado, junto a Luis López Méndez, licenciado en administración y Andrés Bello, profesional de las letras,  embajador de una misión a Inglaterra que pretendía recibir el apoyo de los ingleses a la causa patriótica con ayuda económica y la adquisición de armamento. Allí los esperaba Francisco de Miranda, veterano luchador que participó en la Revolución Francesa y en la independencia norteamericana, y que sería quien les facilitaría los contactos del gobierno oficial inglés. Las reuniones con los ingleses no tendrían el fruto esperado: demasiado apasionamiento en el joven Bolívar, y previas alianzas con España llevaron a los ingleses a expresar su negativa de forma tajante.

 

   La decisión del regreso de la comisión venezolana, animaría a  Francisco de Miranda a acercarse nuevamente a su patria; arribó el 10 de diciembre de 1810 y fue  recibido por Simón Bolívar personalmente  quien promovería su aceptación por parte de la Junta de Gobierno que miraba con recelo al maduro militar, cosmopolita y libre pensador.  Miranda era tachado por muchos de anticlerical;  su experiencia en casi toda Europa y Estados Unidos; en las revoluciones y su preparación intelectual lo convertían en el ilustrado de mayor talla de la América colonizada y, por tanto, en un hombre con el liderazgo capaz de destituir a los que se encontraban en el poder.

 

   Gracias al apoyo de Bolívar y a sus habilidades bélicas y de gobierno, Miranda fue nombrado Teniente General de los Ejércitos de Venezuela el 31 de diciembre de 1810. Junto con Bolívar impulsa la instalación de la Sociedad Patriótica, que a juicio de John Lynch, biógrafo y analista de la vida y obra del futuro Libertador, se convierte en un “club político y en un grupo de presión independentista que defendía, tanto en el ámbito político como en el militar, la adopción de unas medidas más audaces y que controlaba la Gaceta de Caracas, a la que usaba para promover sus ideas” (Lynch, 2006: 74).

 

   Los esfuerzos por consolidar a la primera república se ven reflejados en diferentes maniobras que pretendían dar forma a las instancias de gobierno. Miranda se incorpora como diputado al Congreso en 1811, hecho que permite un mayor diálogo entre los independentistas radicales y los conservadores monárquicos; se redacta  la  primera constitución  en diciembre de ese año. La propuesta de un poder ejecutivo débil que concedía derechos a las provincias y la imposición de valores jerárquicos aún muy radicalizados, tuvieron como consecuencia el rechazo no sólo del documento sino de su puesta en marcha en la cotidianidad de los grupos en cuestión. Entre sus líneas se lee: “Los ciudadanos se dividirán en dos clases: unos con derecho a sufragio, otros sin él…Los que no tienen derecho a sufragio son los transeúntes, los que no tengan propiedad que establece la Constitución, y éstos gozarán de los beneficios de la ley, sin tomar parte en su institución”[3] El documento oficial que establecía “la libertad, la igualdad y la propiedad y la seguridad”, en la práctica  ejercía fehacientemente lo opuesto. John Lynch reflexiona al respecto:

 

La desigualdad legal fue reemplazada por una desigualdad real basada en el sufragio, que limitaba el derecho al voto y, por ende, la ciudadanía plena a los propietarios. Para los pardos, por consiguiente, la igualdad constitucional era una igualdad ilusoria. Y los esclavos siguieron siendo esclavos. La constitución confirmó la supresión de la trata de esclavos, pero mantuvo la esclavitud…El mensaje de los criollos era inequívoco, y llegó pronto a los negros y a los pardos. La imposibilidad de votar y las barreras sociales les hicieron desconfiar de las políticas de los republicanos, lo que les llevó a buscar otros modos de promover su causa. (2006: 76)

 

   Efectivamente, el descontento de los grupos marginados abrió una brecha entre éstos y los patriotas que se hizo efectiva en los diferentes levantamientos de pardos y negros, así como en la adhesión de los mismos a Domingo Monteverde, representante del gobierno realista que había dominado  la ciudad de Coro fácilmente. Insurrecciones de unos y otros así como el esfuerzo por controlarlos debilitó peligrosamente las filas patriotas que perdían adeptos. Por su parte, la oligarquía criolla, atemorizada ante la derrota cercana, da los primeros pasos hacia una capitulación que oteaba en el horizonte de sus intereses.

 

   Los últimos zarpazos vendrían de fuentes muy diversas: una, procedente de los azares de la naturaleza que el 26 de marzo de marzo de 1812 removería sus raíces más profundas, ocasionando uno de los terremotos más devastadores sufridos en tierras venezolanas. Era jueves santo y la coyuntura religiosa llevó al clero, inclinado a la monarquía española, a afianzar sentimientos de culpa en los feligreses que veían el terremoto como castigo divino. Para enmendar los pecados cometidos era necesario volver a las filas monárquicas. La siguiente, la pérdida de Puerto Cabello al mando de Simón Bolívar. Esto permitió el avance definitivo de Monteverde a la ciudad de Caracas, a la que ya había arribado Francisco de Miranda con el ánimo derrotado y la razón perdida en marañas de capitulaciones y acuerdos finales. El Generalísimo, a quien se le había concedido el título como una manera de expresar su carácter dictatorial, consideró pertinente negociar, ceder, aceptar; exigió únicamente el derecho a la vida de los patriotas y la salida del territorio sin mancillar ni sus pocas pertenencias ni su libertad.  El 30 de julio de 1812 se desplaza al puerto de la Guaira con la decisión de embarcarse en el Sapphire que lo llevaría a Cartagena (Lynch, 2006).

 

   Sin embargo, los reveses se desencadenaron trayendo consigo la mayor de las desgracias: la incomprensión disfrazada  de justicia, la venganza sin contemplaciones y la derrota de un humanismo apenas incipiente y mal asimilado. Cuando Bolívar y otros generales cercanos a él se enteraron de la capitulación firmada por Miranda, fueron en su búsqueda con la decisión de arrestarlo y no dejarlo partir. Francisco de Miranda se había convertido en el traidor de la patria que lejos de luchar hasta la muerte prefirió perder lo alcanzado y, para ellos, echar por la borda años de sacrificio, de vidas humanas y de esperanzas libertarias. Fue acusado de dilapidar el tesoro del estado. Los que acudieron en su búsqueda lo arrestaron en el castillo de San Carlos para que, supuestamente, se enfrentara a Monteverde y le exigiera el cumplimiento total de las condiciones de la capitulación. Al día siguiente, sin embargo, lo embarcaron con destino final al puerto de Cádiz, donde fue encerrado en la cárcel de la Carraca, el último de sus destinos.

 

Reflexión Final

   La pérdida de la Primera República no supuso para los actores de la época y también para los observadores posteriores, la derrota y caída de una colonia que pretendía dejar de serlo, paulatina o rápidamente. Los acontecimientos ocurridos, las pérdidas humanas y la actuación de muchos de sus protagonistas nos llevan a reflexionar en torno a la necesidad de orientar todos los actos de nuestra vida a través de las directrices de un humanismo que apenas se esbozaba como convicción y motor de vidas. En el siglo XIX, como señalamos líneas arriba, el humanista tiene como metas la libertad, la igualdad y  la fraternidad. El humanista que busca la emancipación de sí mismo y de su sociedad, lo hace en aras de un compromiso consigo mismo en el que la virtud y la honestidad se entrelazan con la grandeza y el sacrificio.

 

      En la Primera República si bien participaron grupos de deplorable sentido del honor, o bien hombres sanguinarios, traidores de toda calaña, también lo hicieron individuos que hoy permanecen en la historia como héroes  provistos de genialidad y nobleza intachable.  Francisco de Miranda fue un adelantado de su época; las ideas de corte liberal, la erudición que lo caracterizaba, el conocimiento directo de lugares, personas y condiciones políticas o sociales de diferentes culturas y naciones lo colocaban en una posición privilegiada.  El ideario de la América total que años después distinguiría la meta última del Libertador, la propuso Miranda décadas antes y la mantuvo por muchos años. Para él América arrancaba del Mississipi y se extendía hasta el Cabo de Hornos. Se llamaría Colombia y nos uniría como el territorio con mayor riqueza y potencia conocidos. De estas ideas surge la estrofa más bella del himno nacional venezolano: “unida con lazos que el cielo formó, la América toda existe en nación”.

 

   Al pisar tierra venezolana en 1810 trajo consigo la primera bandera que lleva los colores –amarillo, azul y rojo- de tres países en la actualidad: Venezuela, Colombia y Ecuador. Su firma se encuentra en el acta de Independencia y su nombre está inscrito en el Arco de Triunfo en París. Ese hombre a quien Napoleón tildó de “Quijote que tiene fuego sagrado en el alma” y al que Bolívar pretendía fusilar  aquel 31 de julio de 1812 para después, ya maduro  llamarle “el más ilustre de los colombianos”, murió en la soledad de una cárcel de Cádiz y fue enterrado en una fosa común.[1] Indudablemente lo descrito nos confirman que la mayor tragedia para el pueblo no fue la pérdida de la Primera República, sino la constatación de que el humanismo decimonónico, aquel que abogaba por el hombre,  su libertad y su honra había sido derrotado. Las experiencias posteriores, los reveses, los triunfos otorgarían a sus protagonistas la madurez necesaria para entender dónde radica la gloria de los hombres.

 

NOTAS DEL TEXTO

 

[1] Información adquirida de la páginawebhttp://www.mipunto.com/venezuelavirtual/000/

2 Datos que relata el investigador  John  Lynch en su obra Simón Bolívar. Editorial Crítica. 2006.

 

3 Textos oficiales de la Primera República, II, p. 95; Parra-Pérez Historia de la Primera república, II, pp. 113-120.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

LYNCH, John. 2006. Simón Bolívar, Yale University Press (versión original en inglés). Crítica (para traducción en español) Barcelona, 2006.

PARRA-PÉREZ. Historia de la Primera República. Tomo II. Archivo de la Nación. Caracas.

Textos Oficiales de la Primera República. Tomo II. Archivo de la Nación. Caracas.




[1] Datos extraídos del Diccionario de Historia de Venezuela. Tomo 3. Caracas. Fundación Polar. 1997.

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