Depararnos un presente armónico y un probable futuro en el mismo tenor es, evidentemente, una tarea que lleva la vida entera pero que, muchas veces, no asumimos como prioridad.
Hace un año y medio alcancé, después de largos años de esfuerzo, mi grado de doctora en Letras. Bueno, bueno, ser doctor es una palabra tan alta, que abarca tanto conocimiento, que el nivel ya logrado es meramente alegórico. Sin embargo, se trata más bien de esa llave que abre espacios de la Academia antes inalcanzables. Mi trabajo consiste en estudiar, investigar, leer, y ser, fundamentalmente, trasmisor de conocimiento. Todo lo que enumeré me encanta realizarlo; qué mayor logro que disfrutar trabajando. Pero, he ahí siempre el bendito pero, desgraciadamente la amiba llamada burocracia-servilismo-nuevos cargos se encarga de borronearnos la sonrisa, el disfrute para traernos a ese mal llamado mundo cruel en el que nos ubica para decirnos que ese tesoro al que nombramos como "calidad de vida" debe ser espantado.
Aún así, y como la vida no es sólo trabajar, hemos tenido la maravillosa suerte de poder construir una casa en un lugar de ensueño. Está en medio del bosque; rodeada de pinos centenarios, vacas, caballos, borregos...todo un espectáculo. Desde entonces el refugio-paraíso se llama Cañada de Alférez: allí encontramos el Santo Grial: nuestra calidad de vida encontró coordenadas, cartografías que nos diseñan una vida serena, donde la naturaleza recobra presencia y nos recuerda que siempre podremos alcanzar mejores gestos en nosotros.
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