La
estética de la recepción es, dentro de la gama de teorías literarias, una de
las más importantes. Su reflexión parte de que una obra escrita está
viva y se dinamiza con el acto
de la lectura Hans Robert Jauss, su principal teórico, hablaba de un “horizonte
de expectativas” que posee el lector y que se fundirá con el de la obra a la
que se enfrenta, de tal modo que la recepción genera un proceso de percepción
que varía por el contenido de la obra y por el bagaje biográfico de quien la
lee. Es una labor dialógica en la que lector y obra se comunican. La obra
modifica la visión del mundo de quien la lee, a su vez, el lector nutre a la
obra con sus percepciones.
He sido espectadora privilegiada de la
vitalidad que desborda una obra de
ficción cada vez que dicto las clases de la asignatura Creación Literaria. Con los jóvenes
estudiantes no solo hacemos trabajo de escritura, también de lecturas de todos
los géneros: narrativa, teatro, poesía, ensayo. Cada semestre varío los títulos
que estudiaremos. Con el lanzamiento de la novela de Mario Szichman Eros y la doncella por la editorial
Verbum este 2013 y la llegada de sus ejemplares a México decidí incorporarla a
nuestro estudio. Se trata de una obra extensa, con una galería de personajes
ambiciosa y que, además, se construye a partir de ese gran hito en la historia
como lo fue la Revolución Francesa.
La edad de mis estudiantes oscila entre los
19 y 25 años. Veintidós alumnos, la mayoría de ellos del tercer semestre, otros
del noveno, de la licenciatura de Comunicación, y también dos alumnas de la
licenciatura de letras. Era un gran reto la lectura, comprensión y análisis de
una obra compleja en su estructura y rica en historia. Sin embargo, sabía que
la prosa impecable de Szichman llevaría de la mano a los chicos por ese
laberinto de eventos que se desarrollaron en aquella Revolución y que están
plasmados en la novela.
Progresivamente íbamos dando plazos para
avanzar en la lectura y comentar sus páginas. En el lapso de dos meses
discutimos cada parte, hablamos de sus personajes, de la presencia permanente
del binomio de Eros y Tánatos. En ese juego dialógico que implica el
estudio de un texto participó también la editora de la novela, Carmen Virginia
Carrillo, que visitaba el país en esas semanas y que nos desveló uno de los
grandes logros de la novela: El prólogo anticipa y compacta el contenido total
de lo que después se desarrollará ampliamente. Esa anticipación es, al mismo
tiempo, el mayor reto para su autor, esto es, cómo mantener la intensidad en
los acontecimientos y el interés de unos lectores que ya conocen lo que
ocurrirá en toda la novela. Los chicos miraban maravillados a Carmen Virginia
que respondía a sus preguntas dando detalles puntuales de ese trabajo de
orfebrería que supone la edición de una novela.
El cierre de nuestro estudio se vería
reflejado en el examen que finalmente tuvimos para reconocer el grado de
comprensión de la novela y la capacidad dialógica entre lectores y obra. Hice
cinco preguntas que abordaron distintos espectros de la novela: sus personajes,
tomándolos en cuenta en su condición de las parejas a partir de la relación
Eros y Tánatos que envuelve sus vidas. Las diferentes manifestaciones
artísticas a través de las cuales se reflejan también los hechos narrados: La
pintura, con la intervención de David; la escultura de la mano de Madame
Tussaud y la narrativa con las reflexiones meta-escriturales de Louvet.
Quise saber qué interpretación le daban a esta
excéntrica pareja, Robespierre y la Doncella, que permanentemente nos interpela en la
ficción. Y por último su opinión personal. Qué les atrajo, que les conmovió,
qué perturbó su imaginación. En definitiva, cómo fue ese proceso de la estética
de la recepción.
Las respuestas ilustran un mosaico rico en
percepciones, muchas de ellas extraordinariamente inteligentes. Era la mirada
atenta de un buen lector. La mayoría de ellos recordaba el detalle de que
Danton se había sorprendido al ver las arrugas en la mejilla de su esposa
muerta pues el personaje no recordaba
haberlas visto en vida de Gabrielle. Todos quedaron maravillados con las
escenas en las que actuaba el gran mago y a la mayoría le perturbó hasta la
intranquilidad los ríos de sangre que corrían en aquel París demencial ante la
mirada impávida de un público ya habituado al espectáculo de la muerte. La
interpretación que hacen de Robespierre y la Doncella la ejemplifico con el
comentario que señaló un alumno: “Se
trataba de una diosa pidiendo sacrificios a su leal y devoto seguidor”.
Los chicos habían superado los retos y lo
confirmaron ampliamente en sus respuestas. El mayor atractivo además de la
prosa fue el tono íntimo por el que Szichman nos lleva a reconocer y admirar en
su total dimensión aquella tragedia
colectiva. Uno de ellos acota: “Literalmente te transporta al lugar de los
hechos”. Otra más señala asertivamente: “Como novela histórica es claro que
debe referirse a acontecimientos reales; pero en Eros y la Doncella lo importante no es “lo que pasó”, sino “cómo se
cuenta” y es ahí donde está el logro literario de la novela”. La chica
continúa: “La narrativa es atrayente y fluida y el trabajo del lenguaje,
espléndido”.
Luego dieron paso a las preferencias
personales: “Al leer Eros y la Doncella puedes hacerte tu
propia historia y tus propios héroes, el mío es Francisco de Miranda”. En
clase, ya la alumna me había expresado la atracción que había sentido por ese
venezolano tan controvertido, preguntándome incluso si se podía considerar como
uno de los protagonistas, como bien lo
advierte en su comentario.
La obra los había envuelto en su ficción.
Algunos incluso asumían de manera personal eventos, situaciones o
comportamientos de los personajes a los que criticaban con pasión: “El pintor
pintaba realmente lo que se le daba la gana; el más claro ejemplo fue con
Mirabeau. El señor más feo descrito en la novela; y creo que me lo imaginé aún
peor de lo que ya estaba. David lo arregló, le hizo su photo shop de la época,
para transmitir ciertas cualidades que querían decir de la persona que probablemente
sus facciones físicas no expresaban”.
Hubo un real crecimiento en mis alumnos como
críticos literarios, como lectores que comprenden, aprecian y disfrutan una
obra de ficción de gran calidad. Así lo demuestra la agudeza de una de ellas al
manifestar: “El mayor acierto es la exquisita descripción que hace del Eros en
el momento en que parece reinar el Tánatos. Estos dos elementos hacen de la
obra del escritor argentino un libro único”.
De nuevo la estética de la recepción se
manifestó con acierto, nos enriqueció como lectores y le dio vida una y otra
vez al texto a medida que las lecturas reconstruyeron ese extraordinario y
contradictorio mundo que ficcionaliza Szichman en Eros y la Doncella.
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