Surgimiento
La presencia del tópico de las drogas, de
manera especial, del contrabando y de la venta ilegal de las mismas, responde a
la realidad que desde hace décadas vivimos a nivel mundial. Los países latinoamericanos que se han visto
azotados intensamente por este flagelo.
No sólo lo ven de lejos, a través de la pantalla de televisión o
mediante la prensa radiofónica o la periodística; el fenómeno del narcotráfico
es parte de la cotidianidad de los ciudadanos del continente. Por ello, no podemos asombrarnos al ver la
prolija producción que el tópico ha generado en las últimas décadas; en los
textos de creación y a través de los estudios que sobre el tema se han venido publicando. De manera especial, el fenómeno cobra vida en
México en los territorios del norte del país,
El
narcocorrido surge como expresión artística de raíz popular y de
condición oral. La sencillez en la rima,
casi siempre asonante, aunque también se utiliza la consonante; el uso del verso
octosílabo o en ocasiones hexasílabo, aunado al empleo de expresiones
coloquiales, e incluso de un lenguaje soez, hace que el género tenga una
capacidad de apropiación y de creación de un colectivo extenso y en ocasiones,
analfabeta. Asimismo, el acompañamiento
musical que le es común a los corridos es al mismo tiempo un recurso por demás
atractivo e incluyente; cantar la vida de otros será asunto de todos, no
solamente de artistas y cantantes reconocidos, que asumen como tópico central
la vida, las obras, las actividades de los capos, incluido el contrabando de
estupefacientes. Sin embargo, el hecho de que estén siendo también difundidos
con gran éxito por grupos norteños de reconocida trayectoria como los llamados
Tigres del Norte, Los Tucanes de Tijuana, los Invasores de Nuevo León, entre
otros, ha proyectado y revitalizado al género convirtiéndolo en un asunto de
carácter nacional que se encuentra hoy politizadodebido a la censura impuesta
para evitar su difusión.
La
fecha exacta del surgimiento del narcocorrido es discutida por muchos
especialistas en el tema, como es el caso de
Catherine Heau Lambert y Gilberto Jiménez que lo ubican en los años
setenta[1]. Otros
han llegado a señalar fechas exactas como es el caso de Carlos Valbuena
Esteban, que los ubica en 1976 cuando salió al público el famoso narcocorrido
“Contrabando y traición” conocido también como “el corrido de Camelia la Texana ”. La historia de Camelia tuvo continuidad en
los corridos titulados “Ya encontraron a Camelia” y “El hijo de Camelia”[2]. Efectivamente, en la década de los años
setenta el negocio del narcotráfico se había consolidado a través de la
estructuración y afianzamiento de los cárteles, que, como se mencionó en las
líneas superiores, se distribuyen constantemente el territorio nacional;
especialmente, las ciudades fronterizas de uno y otro lado de la frontera norte
de México.
Así como el corrido del periodo
revolucionario funcionaba como transmisor de los hechos que se iban
desarrollando y que enaltecían las figuras de sus héroes, construyendo un
universo simbólico que provenía del imaginario colectivo; de la misma
forma el narcocorrido, desde ese
narrador testigo que suele intervenir en el relato al modo de los juglares medievales,
mira la vida de los narcos, de sus aventuras, del contrabando que realizan
desde una perspectiva opuesta a la de discurso oficial. Si bien reconocen que se trata de actos
delictivos, la mirada de simpatía, o la
exaltación de sus cualidades como hombres valientes nos muestra lo que el antropólogo
Edgar Samuel Morales califica como “inversión de los estigmas”. Explica el investigador que el uso del estigma cuando, no se pretende descalificar, sino enaltecer la
figura de quien se habla supone
“…La
autoafirmación frente a las sociedades y culturas dominantes; la voluntad de
hacerse valer frente a los demás a partir del mismo medio o instrumento que
descalifica. A partir de ahí comienza la necesidad de crear una ideología que
justifique la recuperación, que ofrezca una “fundamentación”, por más elemental
que pueda aparecer inicialmente. Lo
importante es ingresar y participar en los espacios en que se generan, se
proyectan y se controlan los capitales simbólicos que den forma a ideas, planteamientos,
creencias y, más tarde, teorizaciones o ideologías de grupos específicos…”
(2000: 142-143).
Efectivamente, y coincidiendo con las palabras de Morales Sales, Luis
Astorga enfatiza el carácter identitario que los narcocorridos poseen, como una
forma de legitimación de la actividad de los capos, de los grupos delictivos y
de su actividad en general; legitimar sin engaños, a sabiendas de que su
actividad está fuera de la ley . Los narcocorridos no solamente funcionan como
una suerte de crónica de la cotidianidad que
impacta en la vida de los ciudadanos de gran parte del territorio
nacional, o como portavoces oficiales de los capos; en realidad al publicitar
la actividad del narcotráfico están
dando fin al “monopolio estatal de la producción simbólica acerca de los
traficantes” y están ofreciendo la otra cara del fenómeno. Esto es: de qué manera un amplio grupo de
individuos de estratos sociales muy bajos, cuyas condiciones de vida parecieran
ir a la deriva, optan por hacer de ellos otra historia más de contrabando, a
riesgo de sus vidas y asumiendo el código de traición, violencia y muerte que
acompaña al mundo del narcotráfico. La
conciencia de que el gobierno en turno no dará ninguna alternativa laboral, no
les facilitará una formación personal y menos aún les ayudará a salir de la
miseria en la que se encuentran; por el contrario, sólo logra que el mensaje del oficialismo sea
significativamente contrastante con el que aporta el narcocorrido. Al respecto, el mismo Astorga señala:
“…Hay
un contraste muy marcado entre el discurso oficial sobre los traficantes
reproducido insistentemente en los medios de comunicación y el generado por los
compositores de corridos. En el primero,
los traficantes son algo así como el equivalente al Anticristo, no se
distinguen las diferentes categorías que conforman la larga cadena desde el
productor hasta el que hace la venta directa al consumidor. A todos se les
designa de igual manera, o si acaso se hace la diferencia entre los jefes y los
demás. Son malos porque actúan fuera de la ley, comercian con mercancías
estigmatizadas y además utilizan la violencia armada para conseguir sus fines.
En los corridos generalmente son buenos por las mismas razones, pues son los
atributos necesarios para tener éxito en el campo en que nacieron o escogieron.
No hay justificación de sus actividades, sólo una constatación de situaciones
donde la primacía de los códigos éticos y reglas de juego en competencia se
disputan muchas veces a balazos…”
El
sentido trasgresor que acompaña al narcocorrido, y que dibuja el perfil del
narcotraficante-héroe, lo configura con características nuevas que responden a
las condiciones reales de una sociedad, un estado y una política que vive un
periodo de descomposición severa; donde la droga se entroniza a través del
poder que las ganancias en la venta y contrabando de las mismas alcanzan
rápidamente a los dueños del mayoreo y el menudeo. Podríamos, pues, hablar de la estética de la
abyección, ubicada preferiblemente en lo temático más que en el trabajo
del lenguaje, que por su carácter oral, pretende reproducir
personajes, situaciones y espacios pertenecientes a un mundo plagado de
carencias y de vulgaridad.
Lo escatológico es la categoría más acertada para definir esos ambientes,
situaciones y argumentos emparentados con la suciedad, el excremento, el hedor;
en caso de la literatura narco, la escatología se extiende a la
composición de los personajes y a sus acciones cargadas de ruindad y violencia. Sin embargo en los
corridos la fuerza connatural que acompaña a una acción violenta se ve suavizada por la empatía que fluye entre el narrador y personaje-
héroe. La voz de quien recita los corridos es además un eco del grupo social al
que pertenece el narco de quien se habla. El corrrido titulado “El jr” , es un
buen ejemplo de cómo a través del uso de un lenguaje pobre, significativamente erróneo; escrito y
difundido incluso con faltas de ortografía; con modismos del lenguaje
coloquial, el narrador entra en sintonía con el protagonista, asumiendo
familiaridad, e incluso lamentando su muerte.
Así lo vemos en las siguientes estrofas:
“…le
mataron a su hermano/jr se hizo loco/y acabo con los culpables/despachando uno
tras otro; se peló a Estados Unidos/ya que desaogo su enojo/jr asia negocios en
la/union americana/fue creciendo poco a poco; hasta qe hizo mucha lana/ pero un
dia sus enemigos/lo encontraron por demandas/lo agarraron a balazos;…era el
heroe del poblado/yo no ze qien dio la orden/qe la vida le quitaran/de repente
a la suburban; le explotaron dos granadas/activadas por su escolta/gente que el
mismo pagaba/adios puebla y veracruz/ adioz campeche y oaxaca/adios compas
colombianos/ les encargo mucho a chiapas/adios leon y agua lica/ cancun y
guadalajara
El
compositor del corrido convierte al héroe-narco en uno de los suyos; el
lenguaje expresa su estrato social –el de ambos-, las carencias que lo
caracterizan, la educación que no tuvo, y la nobleza que lo dignifica; es el
pueblo que se retrata a través del corrido y que se manifiesta tal como es;
igualmente tampoco se oculta la traición, condición ineludible de los que
manejan el comercio del narcotráfico; por ello la caída del héroe que tanto
lamenta el narrador se debe, justamente, a la trampa que su misma gente le ha
tendido: la granada que explota,
“activada por su escolta” es la estocada final para eliminar a “jr”.
Algunas
caracterizaciones del narcocorrido
Podríamos definir constantes de carácter estructural y temático
que acompañarán siempre al narcocorrido. Muchos estudiosos han querido
establecer, por ejemplo, qué tipo de temática suele presentarse, tratando de
sistematizar tópicos que se repiten, que van cobrando matices con el tiempo o
que definitivamente cambian; Catherine Heau Lambert y Gilberto Jiménez
advierten que
“…En
los años 80 se desvanece por completo en los corridos de narco el sociograma
del valiente para dar lugar a la tematización directa del contrabando de
narcóticos, juntamente con los episodios de aventura y violencia que lo
acompañan debido a su carácter clandestino e ilegal. Incluso se eclipsan y se
ocultan los nombres de los protagonistas de este tráfico prohibido para
tematizar solamente su acción ilegal…”
El
cambio que observan los autores no es, sin embargo, permanente. En la actualidad podemos encontrar corridos de extracción popular y colectiva
donde lo coloquial se impone frente a la normativa que comúnmente rige que las
formas literarias de rima, ritmo y composición estrófica exigirían, como es el
caso del corrido de “jr” citado líneas arriba; estos pueden o no presentar el
nombre del creador, pero su tono es más próximo a lo popular urbano,
presentando una deficiente construcción formal.
Hay
otros de mejor elaboración de las formas que, además, pierden el carácter
anónimo. Su autor tiene nombre y apellido, habla de otros que también
identifica o de situaciones y anécdotas célebres en la vida del narcotráfico en
el país. Beto Quintanilla, por ejemplo,
autor de abundantes corridos, anota títulos como “Corrido de Osiel Cárdenas” en
el que narra la aprehensión del jefe del cártel del Golfo por parte de la UEDO y el ejército nacional:
“…El día 14 de marzo un jueves por la mañana/ los soldados y la UEDO rodearon varias manzanas
le/ ponen el dedo al jefe al number one de la/ maña ni los zetas ni los cuernos
ni alguna/otra preocupación pudieron
salvar al jefe…”.
Así
mismo, escribió el corrido “Raquenel Villanueva” donde exalta a la famosa abogada norteña que defendió a
grupos de narcos y que fue asesinada a balazos este 2009, después de haberse
librado de muchos intentos de ser aniquilada por los grupos de narcos enemigos
de quienes defendía. Su carácter heroico
se fundamenta en la habilidad profesional para sacar de prisión a los narcos ya
controlados por el estado. A pesar de su
extensión, transcribo el texto completo en el que se percibe la inversión de
valores que se maneja en el corrido y que enaltecen a la heroína:
“…Se
apellida Villanueva y radica en monterrey de/profesión licenciada en valiente
la mujer terror/de los tribunales le apodan a raquenel/; que defiendes puros
narcos asi le decia un juez/que sumas muy millonarias tu cobras por defender/y
por sacar delincuentes que yo acabo de meter/¸ se que a muchos incomoda mi
forma de trabajar/ pues no tengo compromisos con ninguna autoridad/ellos pelean
el encierro yo peleo la libertad/; no vengo a defender monjas ni sacristanes
ni/ curas vengo a sacar mis clientes que solicitan mi/ayuda de que les cobro
les cobro eso no les quede/duda se que no compongo el mundo pero en algo he de/
ayudar mi trabajo es muy humano paga el que pueda/pagar con parte de ese dinero
llevo comida al /penal es una madre soltera y la niña es su/querer por ser
noble y justiciera la trata el/mundo al revés pues la maldad de los hombre
se/enzañan con la mujer ya son muchos/atentados y dios la deja vivir la
maldición del/culpable tal vez este por venir dejen a Dios que /decida a quien
le toca morir…”
La
inversión de valores que mencionábamos se establece al asumir algunos estigmas sociales, como
podría ser la condición de madre soltera o el género, como sus mayores
virtudes. A pesar de ser mujer, estar sola y ser incomprendida por la sociedad,
Raquenel es capaz de enfrentar a los jueces –representantes de la autoridad- y
ganarles la partida, dándoles libertad a sus clientes, aunque estos sean
narcos. Resulta de gran importancia la respuesta que la heroína da a la
interpelación del juez: “no vengo a defender mojas ni sacristanes ni curas”. La
inversión no sólo estaría en enaltecer lo que socialmente se considera de menor
valía, sino en subestimar a personajes considerados por el colectivo, por el
discurso oficial, por el poder mismo, como bondadosos e inocuos: monjas,
sacristanes y curas.
Otros
corridos recrean hechos reales o denuncian de forma solapada, pero claramente
reconocible, los vínculos entre el narco y los políticos; algunos más relatan
eventos consumados por los grandes capos, sus vidas, sus habilidades... En el
primer caso tenemos el corrido “Fiesta en la Sierra ” en el que se cuenta la muy célebre
reunión que tuvieron varios cárteles bien avenidos, convocados por el Chapo
Guzmán, a quien no se nombra pero se le
tilda de ser “el pesado de la tribu”. Esta fiesta la relató la llamada Reina
del Pacífico en la entrevista que le hizo durante varias semanas el periodista
Julio Sherer. El corrido, de impecable factura estrófica, tiene como climax la
llegada de este personaje femenino, a quien se le describe como “bella dama”,
“muy pesada”. Es evidente el guiño delator del narrador y el tono irónico al
contarnos que “Los jefes de cada plaza/allí estaban reunidos/no podían fallar
al brother/era muy grande el
motivo/festejaba su cumpleaños/en su ranchito escondido/había gente
poderosa/del gobierno y fugitivos”.
Ese
mismo tono de denuncia lo vemos en el
corrido “El circo” en el que nos dan cuenta del manejo que Carlos y Raúl, los
hermanos poderosos, hicieron con los
circos –cárteles- del país: “El circo que había en el golfo fue el primero que
cayó/ y los circos de Chihuahua fue Carlos quien los cerró/quedando el de
Sinaloa y al frente su domador”. Los
tópicos de los corridos se desplazan por la historia, por los eventos
representativos y por la vida cotidiana de quienes laboran en el mundo del
narco. Los censores, quienes después llevarán a letra y música lo escuchado o lo leído, no lo planifican
previamente; no hay, pues, acuerdos de cuál tipología temática se desarrollará
en las distintas épocas. La tematicidad es producto de la realidad de cada día,
de sus protagonistas y de quienes se acercan, de algún modo, al fenómeno. En esto
la oralidad juega un papel fundamental, pues ella permite que el corrido sea,
sobre todo, actual, nómbrese o no a los personajes que lo ejecutan. Podríamos
señalar un sin número de corridos que confirman la afirmación, sin embargo, a
modo de ejemplo recojo algunas estrofas
de dos de ellos cuya dominante es el humor: “las monjitas” escrito por
Francisco Quintero y “la chacalosa” de Jenni Rivera. En el primero nos cuentan
una experiencia de intento de contrabando. Dos mujeres disfrazadas de monjitas
quieren atravesar la frontera y para ello se protegen con el hábito religioso;
sin embargo, al ser interrogadas dicen llevar “tecitos y leche en polvo” a los
niños de un orfanatorio; pero el guardia aduanero, que según el corrido, “no
era muy creyente” quiso revisar el contenido de los supuestos alimentos. A
continuación el desenlace:
Con un gesto de
burla el agente/se arrimó y les dijo a las monjitas/- yo lo siento por los huerfanitos,/ya no van a tomar
su lechita/ahora dígame cómo se llaman, si no es mucha molestia hermanitas/;
una dijo me llamo Sor Juana/otra dijo me llamo ¡Sorpresa!/ y se alzaron el
hábito a tiempo/y sacaron unas metralletas/y mataron a los federales.
Me buscan por
chacalosa, soy hija de un traficante/me conozco bien las movidas me crié entre
la mafia grande/ de la mejor mercancía me enseñó a vender mi padre/; cuando
cumplí los quince años, no me hicieron quinceañera/me heredaron un negocio que
buen billete me diera/celular y también beper para que todo atendiera/; los
amigos de mi padre me enseñaron a disparar/las cachas de mi pistola de buen oro
han de brillar;/en pura troca del año es en lo que me paseo/me doy de todos los
gustos según como yo tanteo/y trabajo muy derecho por eso a nadie tranceo.
Además del tratamiento del humor el
protagonismo de las mujeres como seres hábiles y valientes es una constante. El
corridista podría admitir el peligro del trabajo que el narcotráfico lleva
consigo pero nunca disminuirá el valor del héroe y la presencia del mismo como
centro de sus relatos.
El
poder: raíz del corrido
El
origen del corrido, de extracción popular habla también de un colectivo unido
que conoce sus fuerzas y sus debilidades. Cuenta cuitas y también logros, pero,
sobre todo, es la voz de quienes no se
les ha dado la oportunidad de manifestarse; como ocurrió en la época de la
revolución, los grupos desposeídos se apropiaron del corrido hasta
transformarlo en instrumento de comunicación por excelencia; las coplas
exaltarían con detalle las luchas, las derrotas; describirían los atributos de
sus héroes que se enfrentaban al poder oficial por sus tierras. La oralidad,
instrumento de creación y transmisión
por exelencia, fue al mismo tiempo el mejor aliado de los corridistas que
recitaban o cantaban protegidos por la oportunidad, sin dejar huella en la
letra escrita; esto ocurrió en los años de la Revolución ; hoy la presencia
de los narcocorridos actualiza aquellos códigos manejados en épocas pretéritas;
el sentido de rebeldía que se impone en la letra de los narcocorrido es,
indudablemente, una respuesta al oficialismo, a la represión impuesta, a la
violencia con que han pretendido repeler o extirpar ese tumor maligno llamado
narcotráfico, del que son aliados gran parte de los grupos pollíticos vigentes
en el país.
Cuando
el corridista divulga los hechos y dichos del narcotráfico está enfrentándose a
un discurso oficial que ha construido ideologías y que las ha impuesto como
miradas unívocas del fenómeno. De esta forma se establece un tácito
enfrentamiento entre la masa popular y el gobierno quedando a flote la
estructura dominador/dominado que, como columna vertebral, integra y sostiene a
nuestras sociedades e incluso a los movimientos culturales. Cuando esto ocurre nos econtramos ante las
arenas movedizas del poder. Catherine Heau Lambert en su artículo “Poder y
Corrido”, lo define como ese “campo de relaciones de fuerza donde existen
posiciones dominantes y dominadas”; según la autora esto “permea indudablemente
todo el ámbito de la cultura y, por ede,
también atraviesa las formas poético-musicales”.
Efectivamente, la pugna entre poder
institucional y el poder de facto de los grandes capos o de quienes los
acompañan, se convierte en asunto a tratar en el narcocorrido; al hacerlo
público a través del canto no sólo se muestra una realidad plenamente presente
sino que se convierte en un gesto de rebeldía,
subversión; es una manera de protestar, de decir que lo legal no siempre
es legítimo.
Esa
lucha explicaría el por qué la inversión
de valores que suele acompañar a los
corridos: lo que el discurso oficial
sataniza, el corridista lo exalta. Catherine Heau interpreta con
precisión qué mensaje se pretende enviar; al referirse a la violencia contenida
en los corridos explica:
Esta violencia es vista como una
respuesta legítima (aunque ilegal) a la violencia ejercida por el poder. Cuando
los protagonistas de los corridos matan a agentes federales o judiciales,
muchos agravios sociales parecen simbólicamente vengados. El “peligro” del
narcocorrido (si peligro hay…) no radica en la instigación al consumo de
drogas, sino en la desacralización y
descalificación del poder, ya que hace tambalear los fundamentos mismos de
la autoridad: tanto su legitimidad (contradicha por el alto nivel de corrupción
de los políticos) como su brazo armado, la policía y el ejército (que ejercen
violencia y corrupción). Estamos hablando aquí de una forma de resistencia
velada de los dominados que manifiestan simbólicamente su inconformidad social
bajo la forma del “consumo musical” de estos corrido, que para ellos
representan un desafío a la autoridad.
El
comentario de la antropóloga pretende explicar el éxito de los narcocorridos,
tanto por la abundancia en su creación –son incontables-, como por la venta
masiva de sus discos, y el gusto manifiesto de los oyentes. En Internet algunos
grupos narcocorridistas tienen páginas web en la que se pueden encontrar las
letras y escuchar las canciones e incluso comprar sus discos. Todo ello generó
la prohibición de ser difundidos por las estaciones de radio y de televisión.
Algunos
estados, sobre todo en el norte del país, institucionalizaron la censura, sin
lograr que en la cotidianidad así ocurra; hoy se siguen escuchando en antros,
cantinas y restaurantes. Luis Astorga desarrolla una extensa investigación en
torno al tema, en un artículo intitulado “Corridos de traficantes y censura”
publicada en la revista Región y sociedad en el 2005. En ella
rastrea las razones esgrimidas en las legislaturas y senadurías de algunos estados para
establecer como ley la prohibición de la difusión y venta de estos géneros
musicales. Todos los servidores públicos convergen en que escuchar
constantemente las letras de los corridos mueve a su público a querer imitar al
héroe de turno, también empuja al
consumo y contrabando de drogas. Pero como bien apunta Heau: “un texto funge
como revelador o indicio de un malestar social, no como su causa. Por ello
llama mucho la atención la popularidad actual de los narcocorridos”.
La popularidad de la que
habla la antropóloga se ve reflejada en la numerosa bibliohemerografía en torno
a estudios de la narco literatura centrada en el narcocorrido. Son innumerables
los trabajos que se vienen desarrollando en distintas partes del país y en
diferentes instituciones académicas; incluso encontramos especialista en el
tema; los ya citados Catherine Héau Lambert, Gilberto Jiménez, Luis Astorga,
Eric Lara, Carlos Valbuena Esteban de Caracas, Venezuela, Juan Carlos Ramírez-Pineda de la Universidad de San
Diego State…; las diferentes especialidades de los estudiosos-antropólogos,
sociólogos, literatos…ha permitido que el abordaje del discurso corridista sea
interdisciplinario; se le ha visto desde perspectivas sociales, humanas, de
orden político y, claro está, estético; no ocurre lo mismo con la novelística
de muy reciente realización y de peor
factura estética.
Guadalupe: como siempre, tus textos se respaldan en una muy buena escritura, en temas siempre interesantes, y en una bibliografía generosa.
ResponderEliminarEl éxito del narcocorrido es, obviamente, el fracaso de una política del estado mexicano que todavía no acierta una en relación al narcotráfico. Mientras sea difícil distinguir a los buenos de los malos, la situación quedará estacionaria. Recuerdo un famoso titular de la United Press que decía: "Policías tailandeses que se hacían pasar por bandidos, se enfrentaron a bandidos que se hacían pasar por policías".
En cuanto a la censura para tratar de acallar esa "estética de la abyección", estoy seguro que fracasará. No hay nada como la prohibición para incentivar las ganas de escudriñar secretos. En una novela que nunca me canso de recomendar: "Las aventuras del buen soldado Schweik", de Jaroslav Hasek, se dice que en un regimiento repleto de analfabetos se logró que todos los soldados aprendieran rápidamente a leer. Y la causa fue que el jefe de regimiento había sido acusado en un periódico de maltrato a sus subordinados. Y para que nadie se enterara de la denuncia, ordenó confiscar todos los periódicos que llegaban al regimiento. Por supuesto, a partir de ese momento, los soldados hicieron lo posible e imposible para conseguir los periódicos. Y aquellos que no sabían leer, aprendieron a toda velocidad. No hay como la prohibición para incentivar el conocimiento.
Gracias, de nuevo, Guadalupe, por brindarnos un texto de mucha substancia, que pone a pensar, y que nos alienta en la gran empresa de leer.
Mil gracias, Mario, por tus comentarios siempre generosos. Ciertamente el tema del narco ha invadido todas las áreas, porque, fundamentalmente, ha invadido también nuestras vidas. Ojalá haya alguna salida menos traumática como la que han intentado imponer acá en México. Hay que ver otras alternativas.
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